54-NICOLÁS (IX)

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23 de Abril. Alba y Rocío habían venido a casa para coger una serie de cosas para el cumpleaños de Candela, que sería la próxima semana. Habían pedido dulces y tarta, y justo Fabián había traído de Monforte una tarta de la abuela que habían hecho sus padres para el cumpleaños de su abuelo. Candela era de esas raras aficionadas a la tarta de la abuela, por tanto, les venía perfecto pedirla prestada.

Ese día, yo volvía de surf a las doce, la hora de siempre. En otras ocasiones, temía fervientemente cruzarme con ellas, y más sin un amigo delante. Ambas habían sido líos míos y, desde entonces, era muy difícil cruzármelas y no hablarles sin querer empalmarme. Ahora, que tenía una novia a la que quería, sentía que me era indiferente que otras chicas intentaran hablarme, pues sabía que no iba a sentir el impulso de querer llevármelas a la cama, y no iba a perder el control. No creí que estar con Paloma iba a convertirme en el tipo de hombre que yo, teniendo ridículos y estereotipados pensamientos, iba a jurar destruir.

Me llevó Paloma ese día a casa. Miré a mi callejón desde la ventanilla del coche, me saqué el cinturón, sujeté el pomo de la puerta y le di un beso en la mejilla.

-¿Nos vemos el lunes en Marineda, entonces?-Me preguntó.

-Sí. Pero tenemos que hablar cómo haremos. ¿Qué vas a querer? ¿Bolos, cine y Vips? ¿O sólo cine?

-Antes de eso, tienes que acompañarme a comprar una serie de cosas al Pull. Hay una camiseta de Aaliyah que vi que me quería comprar, y también un vestido de bordados rosa que me gustaría llevar al cumpleaños de Olivia.

Ir de tiendas con mujeres me daba mucho respeto hace tiempo. Ahora es una cosa que me da igual, y al empezar con Paloma, empecé a pasar por el Desigual y por tiendas que antes aborrecía.

-Está bien. ¿Y luego vamos a los bolos?

-Sí. Creo que podemos hacer las cuatro cosas. No tardaré mucho en el Pull, pero tendrás que taparme los ojos si no quieres que pase por el resto de tiendas...

Reímos al unísono. Luego, le di otro beso, abrí la puerta, salí del coche, me giré hacia ella y le guiñé un ojo.

-Te quiero, Paloma-Le dije, sonriendo.

-Yo también te quiero-Me respondió, algo ruborizada, lo cual hizo que me derritiera por dentro.

Cerré la puerta de su coche y me fui hasta casa. No hacía frío, aunque el agua del mar hubiese generado en mí algunos tembleques. No tenéis ni idea de cuánto envidio a la gente del Mediterráneo. Recuerdo ese viaje que hice por Sicilia, Cerdeña y Malta, con mi padre, y fuimos al mar. Era como estar en un baño caliente de agua. Y ya ni hablo la de veces que habré ido a Mallorca y habré estado más dentro del mar, alrededor de las putas medusas con el riesgo de picarme, que fuera. Pero el Atlántico... Sientes que te metes dentro de un cubito de hielo.

Abrí la puerta de casa. Cuando estaba pasando las llaves, oí la estridente voz de Rocío mezclarse con los gritos de emoción que Alba siempre pegaba en situaciones de cualquier calibre, siempre y cuando estuviera feliz. Ahí, ya supe que ellas estaban allí. Pensé que no me pondría nervioso, pero las secuelas de mi nerviosismo previo habían sido tales que en ese momento noté mi corazón latir. Aún con eso, suspiré hondo y pasé por la puerta.

-¿No crees que esta tarta pesará mucho?-Oí a Rocío preguntarle a Alba desde la cocina, aún cuando no podía verlas-Fabián, tu abuela realmente quiere engordarte, porque menuda carga de chocolate, colega.

Me asomé sigilosamente, mientras dejaba las llaves en la entrada. Las chicas estaban sosteniendo la tarta entre las dos, mientras mi amigo las observaba riendo, sentado en la mesa de la cocina con las piernas cruzadas, y bebiéndose una Coca Cola. Me aproximé a la puerta y vi a Fabián levantarme la cabeza, haciendo que Rocío se fijara en él y pudiese verme.

Los Colores de Las OlasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora