-Vale, muy bien, ¿cuantas cosas tengo que comprar?
Acababa de salir de surf y David ya me insistía en ir al Gadis a por la compra del fin de semana. Soy esclavo de mis propios compañeros de piso como los padres lo son de sus hijos.
-Compra plátanos, dos pizzas para esta noche, y una garrafa de agua, que la nuestra se ha terminado-Insistía-También si puedes, pilla un poco de comida basura, que hoy Fabián y yo queremos vernos una de Fast and Furious.
Si os preguntáis por qué yo no me uní a Fast and Furious, el motivo estaba claro: Esa noche cenaba con Cayetana.
-Está bien. Iré en un tris. Nos vemos.
Él se despidió y yo colgué. No había ni empezado a comprar y ya notaba como me dolía la espalda de forma severa.
Salí rápido de la escuela, corriendo en dirección a la parada de autobús. Rosalía y Paloma ya parecían haberse marchado. Por consiguiente, me dirigía a la parada yo solo. En verdad, eso me tranquilizaba. No me apetecía andar cerca de gente a la que le caigo mal, y menos si se trata de mujeres. Más me paré a pensar, y me percaté que era fácil decir eso si sólo se trataba de Rosalía...
Pero no de Paloma. Era con ella con quien estaba confundido.
Llegué a cruzar el paso de cebra en el instante en el que escuché una voz que decía:
-¿A dónde te crees que vas?
Hablando de Roma... Esa voz era la de Paloma.
Giré la cara, aturdido. En una esquina, apoyada a las barras de la playa, la vi. Estaba de brazos cruzados, sonriendo abiertamente y con las cejas enarcadas, sin levantar la vista de mí, haciéndome sentir incómodo. Llevaba un jersey de lana morado y un pantalón de chándal gris muy abrigado, acompañados de unos tenis Adidas marrones. Su corto pelo estaba recogido en un moño pequeño echado hacia atrás, y una horquilla rosa sujetaba dicho moño. Llevaba un cigarro en una de sus manos, que pareciera que estaba a punto de terminarse.
No voy a mentir... Me parecía que estaba más guapa que nunca. No me creía capaz de encontrar a una travesti mínimamente atractiva... Pero aquí estamos.
La miré, encogido de hombros y confuso. Ella seguía sin levantar la vista de mí.
-¿No me vas a contestar?
Me mantuve en silencio y no eliminé tampoco mi expresión, lo que provocó que comenzara a reírse.
-Tú y yo hemos estado hablando este miércoles, ¿no es así?
Al instante, me acordé de cuando la vi fumando frente al Bulevar del Papagayo, en Zalaeta. Esa conversación donde, sin percatarme, me abrí en canal ante ella. De una forma muy distinta a cómo lo había hecho con cualquier otra persona. Apenas sin reconocerme.
Recordar aquello me hizo sonrojarme. El rubor fue poco, pero mi tez blanca como la leche no pudo tapar el rojo vivo que adquirieron mis mejillas al ver venir los recuerdos que pasaron por mi cabeza.
-Sí, ese día...-Me puse la capucha de la sudadera y me la ajusté con los cordones, hasta casi taparme la cara-Te dije cosas que no debería haberte dicho, yo...
-Justo lo que esperaba oír de ti-Me interrumpió.
Me quedé todavía tan alucinado como aquella vez en la que me delató. Era muy lista, y yo me había burlado de ella trescientas veces, y de manera descarada.
-Tendremos que quedar. Hablamos de ello. ¿No?
-Ah, sí...
Recordé aquella quedada que hablamos que tendríamos. No obstante, yo no me sentía preparado para efectuarla. Quedar sólo con una chica era algo que me daba mucho respeto. Además, mis amigos... ¿Qué iban a pensar? Pensarían que me iba a liar con ella, que se trataría de una cita y no de simplemente una charla entre amigos. ¿Y si les decía que era trans? ¿Que se trataba de la chica de la cual se habían estado burlando? ¿Qué me dirían? ¿Me echarían del grupo? ¿Se reirían de mí?
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Los Colores de Las Olas
Novela JuvenilSeis personajes. Seis frustraciones. Tres historias. Camila, Rosalía, Paloma, Néstor, Bruno y Nicolás tienen vidas muy diferentes. Sufren cosas muy distintas, desde la pérdida hasta la acentuación de sus inseguridades, pasando por el maltrato en el...