30-NICOLÁS (V)

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Cayetana y yo nos habíamos despedido, la tarde del 22 de Diciembre, hasta que yo volviese a Coruña. Me iba a Ponfe al día siguiente y debía despedirme apropiadamente de mi novia, puestos a que no la iba a ver en tres semanas, aparte de en videollamadas cutres de una cámara del 2002 de mi ordenador. Así que la despedida se resumió en lo siguiente, que fue además lo que hicimos el año anterior: Comida en el Domino's, viajecito romántico caminando hasta mi casa y... Follar. Follar como conejos. Durante horas.

Un plan perfecto. Hacía mucho que no estaba conectado en su totalidad con mi novia. La universidad y todo el lío mental de tratar de cambiarme a mí mismo me habían despistado de pasar el tiempo suficiente con ella. Pero ese día era el día perfecto. Amé a Caye más que nunca. Sus lunares esparcidos en pequeñas partes de su cuerpo. El cabello rubio el cual pude agarrar con mis grandes manos sin remordimiento. Sus azulados ojos observando mi cuerpo desnudo en la cabecera de la cama. Sus curvas. Sus perfectas curvas.

Cada vez me sentía más arrepentido. De haberla engañado con Helena. De haberla engañado con Rocío. De tener miedo de pensar en Alba de nuevo cuando aún salía con ella. Me sentía jodido. Cómo pude ser tan hipócrita de decirle el día anterior a Paloma aquella frase que le dije para animarla con lo de su novio:

"Si no es capaz de ver a su propia novia como la niña de sus ojos y la única diosa deslumbrante que brilla por encima de hasta la propia Meghan Fox... Créeme, el que tiene el problema es él"

Cómo pude decirle eso, haciéndome ver moralmente como un hombre que jamás lo haría. Es cierto. Yo veía a Cayetana como la chica perfecta... O al menos eso es lo que creo. Sí, la veía perfecta. Por algo acabó siendo mi novia seria. Pero luego venían otras chicas con las que me acostaba que, en cierto modo, las elegía porque... Porque me gustaban. Cuando iba de fiesta, me sentía atraído por algunas cuantas mujeres de los pubs a los que iba, y en cuanto tenía la oportunidad, aprovechaba. Así me pasó con Helena. Así me sucedió con Rocío. Me pasaba con todas. La belleza de Cayetana era superior, pero luego aparecían otras chicas... Y me olvidaba de que existía.

Siempre consideré que engañar a tu pareja y hacerte pasar por un hombre que se lleva a todas las mujeres de calle es algo que fácilmente puede impresionar a tus amigos. Los hombres que tienen muchas mujeres lamiéndoles el culo son los más venerados y triunfadores, y eso es una verdad irrefutable. Pero cuando quieres a alguien, se supone que debes mostrar fidelidad y amor hacia esa persona. Más siempre debo elegir entre ser el más triunfador y listo de toda mi pandilla, impresionando así a mis compañeros... Y ser una buena persona o estar verdaderamente enamorado.

¿Por qué siempre elegía lo primero? Si no era por mi interés repentino en hacerme el guay... Debía ser porque yo tenía el mismo problema que el novio de Paloma.

Eran las nueve de la noche. Caye y yo terminamos nuestra quedada. Ella se fue a cenar al Koh Lanta con Candela, y yo decidí acompañarla, sin importarme en absoluto el tener que hacer el camino de vuelta a casa por la noche. No había nada que unos cascos y música de Dire Straits en ellos no pudieran solucionar. La dejé frente a la puerta del restaurante, le di un beso y abrazo muy fuertes, y me despedí de ella.

Me abroché el abrigo hasta arriba. Me sonó una vez más I want it That way en el Spotify en bucle. Cuando la escuché, me acordé de Paloma y me pregunté qué tal estaría. Esperaba que el gilipollas que la engañó no se lo hubiese hecho pasar muy mal. Pensaba en ella y me entraban escalofríos. No me quería imaginar cómo se sentiría Cayetana si se enterase de que yo hago lo mismo. Es una tontería llamar gilipollas a otros hombres por lo que yo también soy capaz de hacer.

He debido de invocar a mi compañera de surf. En el medio de la Avenida de Finisterre, frente a la plaza de Pérez Cepeda, me la crucé. Estaba también muy abrigada, prácticamente temblando, y sus ojos estaban perdidos y aparentaban llorosos. Llevaba un abrigo de bisón que le ocupaba todo el cuerpo. Las medias le hacían las piernas delgadas... Y se veía tan...

Los Colores de Las OlasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora