36-NICOLÁS (V)

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Vaya semanita llevaba.

No dejaba de pensar en aquella noche. Aquella fiesta en la cual mis amigos y yo decidimos colarnos, y donde yo sólo quise divertirme un poco mientras iba a ciegas. Pero quién me iba a decir que al final sucedería lo que era mi sueño frustrado...

Quién me iba a decir que, después de haber pasado la mañana con Paloma surfeando, iba a besarla esa misma noche.

No paraba de pensar en ese beso. En su preciosa boca piñón rodeando la mía. En haber acariciado su espalda cuando creía que era un torso desconocido. En haber sentido ese aliento de menta penetrar con notoriedad en mi oído. Sus manos me rodeaban y acariciaban por todo mi cuerpo sin decoro. Y yo sentía placer, sin saber que de ella se trataba. Oh, dios, qué hacer contigo, Paloma. Quererte debería estar prohibido... Pues amaría perderlo todo, hasta mi dignidad... por ti.

Había pasado un mes desde que había dejado a Cayetana. En cuanto supe que sentía algo por Paloma, la dejé ir. Me frustró descubrir que Paloma pensaba que en ese instante ella era mi novia, cuando para mí entonces era ya una ex, una que se quedó sorprendida al ver que estaba besando a otra mujer. Todo esto porque no le dije por qué la había dejado, más allá de un "No eres tú, soy yo", pero con otras palabras.

Por otro lado, estuve un mes intentando analizar mis sentimientos por mi amiga de surf y procurando saber si ésta me era conveniente. Un cúmulo de emociones que ni yo mismo podría entender o explicar, y a las cuales no me veía capaz de encontrar respuesta.

Hasta aquella bendita noche del 22 de Enero, donde mi corazón se juntó con el de ella, y formó uno solo. Quién sabe si ella lo había visto de la misma forma que yo...

29 de Enero. Volvía a clase de surf, como cada sábado. Estaba montado en el autobús con un nudo en el estómago. La idea de observar a Paloma, sus curvas siendo marcadas por el gran neopreno que había de vestir, sus brillantes ojos avellana, su gran simpatía y fortaleza... Oh, desearía volver a besarla, aunque todo el mundo nos estuviese mirando. No me importa. Sólo deseo estar a su lado.

Me bajé cargando con el cubo hasta la puerta de la escuela, donde Rosalía estaba esperando pacientemente. Me senté a su lado, aunque lo hice algo incómodo, y puse mis codos en mis piernas abiertas mientras ella me miraba de reojo.

-¿Sabes cuando viene Paloma?

-No he hablado con ella-Me contestó, de mala gana. Mi relación con Rosalía no era demasiado estrecha, con lo cual iba a ser muy complicado que me hiciese un mínimo de caso o contestara siquiera a mi pregunta.

No dije nada. Suspiré, junté los labios y miré al frente. Me mantuve en silencio, mientras mi compañera cogía el móvil y se ponía a mirar el Xplora de Instagram. Yo imploraba por la llegada de Paloma lo antes posible. No podía sacármela de la cabeza, y a cada rato deseaba estar con ella.

No tardó mucho en aparecer. Apareció con una bolsa de tela, vestida con un jersey amarillo de cuello alto y unos pantalones pitillo. Su corto pelo estaba recogido en un moño alto. Hasta así de simple estaba hermosa. Tanta belleza debería estar prohibida.

Corrí hacia ella. La quería abrazar. Necesitaba tocarla, sentirla de nuevo, sentirme otra vez como aquella vez. Aquel beso, aquel momento.

-¡Paloma, mi vida...!-Me salió decir.

Mala fue mi sorpresa cuando me acerqué a menos de un metro y ella hizo un choque intencionado contra mí, apartándose eventualmente. La miré, y me devolvió una mirada fría y seca, haciéndome ver que no estaba interesada en hablarme. No me quedó otra que observarla, confundido.

Salí a buscarla en el momento en el cual me puse el neopreno. Ella estaba intentando seleccionar una tabla entre las múltiples opciones que había. Me puse detrás suya y carraspeé, procurando recibir su atención. Necesitaba hablar con ella de una forma u otra.

Los Colores de Las OlasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora