Bruno y yo nos preparamos para salir a correr, como cada día después de hacer surf. Era 2 de Abril; el sol brillaba, el viento no emanaba y las flores salían alegremente de los campos. El cambio de hora ya había sido un suceso, y el día era cada vez más duradero, dejando atrás la terrible noche que oscurecía con notoriedad nuestros días. Por lo tanto, decidimos que esta vez era momento de cambiar el rumbo, y de ir a correr a otro lado distinto. Efectivamente; hoy correríamos por Santa Cruz. Además, le vendría perfecto a mi padre para salir a recogerme.
-Echaba de menos esto-Le decía a mi amigo, zarandeando las piernas en el asiento del coche y procurando que las arenas no me fueran demasiado incómodas al rozar con mi pantalón de chándal.
-Yo también. Estoy reduciendo muchísimo mis horas de deporte, de todas formas-Me miró de reojo un segundo, antes de volver a centralizar su vista en la carretera-Lo peor es que no me siento sucio ni gordo, ¿sabes? Al contrario; creo que estoy empezando a descubrir que no debo dar ni tanto ni tan poco.
-Es una buena filosofía de vida, Bruno-Le dije, sonriéndole abiertamente.
Me acarició la cabeza un segundo y volvió a llevar la mano al volante. En ese momento, pude sentir que nuestra relación, como temí en aquel momento en el que tuvimos sexo, había cambiado por completo. Antes de aquella noche, hubiera visto esa caricia como una muestra de cariño de las suyas, paternal y sobrecogedora, que me hacía sentir querida y apreciada por alguien cuando sólo tenía miedo y quería esconderme, de manera que nadie pudiese encontrarme. Pero ahora, sentía que era el origen de una sensación de calor mayor, un tipo de amor y contacto que se intensificaría cuando nos viésemos a solas, en un ambiente más íntimo que no fuese precisamente un coche que nos llevaría a hacer nuestra habitual actividad. Quería amarlo; a fin de cuentas, era lo que siempre había querido. No obstante, sentía que algo no andaba del todo bien... Me sentía muy cohibida y que él me observaba con ojos diferentes a cómo siempre me observó. Como un objeto más íntimo, más pasional, y no como la hermanita pequeña que él siempre quiso tener. Y yo debía adorar esa sensación, y disfrutarla hasta que no me quedase más amor en el cuerpo que darle.
Tenía lo que quería... ¿Pero a qué precio? Ya nada volvería a ser como antes después de esto.
Aún así, no quería que se terminase...
Salimos al puerto de Santa Cruz, y comenzamos a correr, aún con nuestros pantalones largos y holgados de chándal, pero con camisetas cortas de Legea. Decidimos que la carrerita nos sacaría las arenas y nos secaría el pelo y el resto del cuerpo. El poco viento que había podía ayudarme a mí a secarme la gran cabellera que tenía, y por tanto, podría también ayudar a Bruno. Corrimos una gran velocidad, alrededor de diez kilómetros. Estuvimos en silencio, cada uno con su música puesta, de vez en cuando mirándonos para ver si los dos estábamos bien y podríamos llegar. La carrera fue tal que acabamos en la playa de Cirro, una pequeña playa en la aldea de Veigue, en Sada.
Habíamos corrido alrededor de hora y media seguida, sin parada. Ninguno de los dos pareció haberse cansado, aunque yo aproveché ese silencio para, simplemente, pensar en mis cosas y olvidar que Bruno, mi objeto fallido de sexo, estaba ahí, frente a mí.
No había nadie en la arena. Bruno se quedó ojeando, desde una pequeña cala a la que ambos estábamos subidos, el cristalino mar que se extendía en la gran playa. No fui capaz de comprender en qué estaba pensando mientras observaba el mar. No hasta que me miró de reojo y mostró una sonrisa que me resultaba algo tétrica y sugestiva al mismo tiempo. Arqueé una ceja, intentando comprender qué le estaba pasando. Fue cuando lo vi sacarse la camiseta cuando confirmé lo que me sospechaba.
-¡Bruno!-Le grité, algo sorprendida-¿Qué haces?
No me dijo una sola palabra y se tiró al agua. Asomó la cabeza con una sonrisa que comprendía todo su rostro, y que mostraba sus dientes. Qué guapo era cuando lo veías desde esa perspectiva... Tanta jodida belleza debería estar prohibida.
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Los Colores de Las Olas
Novela JuvenilSeis personajes. Seis frustraciones. Tres historias. Camila, Rosalía, Paloma, Néstor, Bruno y Nicolás tienen vidas muy diferentes. Sufren cosas muy distintas, desde la pérdida hasta la acentuación de sus inseguridades, pasando por el maltrato en el...