8-ROSALÍA (II)

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-¿Tu crees que me irá bien, Fernanda?-Pregunté.

Eran tan sólo las nueve menos diez de la mañana. Todavía estábamos atravesando la autopista, cerca del aeropuerto. Mi tía iba al volante en su enorme y vintage Mercedes rojo. No había mucho tráfico. Era un sábado temprano de un 4 de Septiembre, así que o bien la gente seguía de vacaciones y no estaba por la labor de ir a la playa tan temprano, o bien la gente que ya trabajaba pues no lo hacía los sábados. Así que el viaje se hizo ameno.

En ese instante, noté un nudo en mi garganta que me apretaba con fuerza, como si un enano viviera ahí y estuviese tirando de él con constancia. Sentía también como mis tripas se revolvían. Creo que antes de entrar a hacer surf me venía bien ir hasta el lavabo a vaciar antes de que las clases comenzasen.

Fernanda me miraba sonriendo y acariciando mi rodilla.

-Tranquila, tía. Es tu primer día. Es normal que estés nerviosa.

-Tengo miedo de no cogerle bien el tranquillo. Me sentiré inútil...-Bajé la cabeza hacia el borde de mi asiento-Y le fallaré a mamá...

-No pienses en eso.-Decía mi tía, sin separar la vista de la carretera-Concéntrate tan sólo en pasarlo bien, conocer gente... Y piensa que tu madre estaría orgullosísima de que tomes esta iniciativa. No importa que no seas la mejor en tu curso.

-Ya no es sólo por eso-Aseguré-Quiero ser una deportista de primera clase... Quiero destacar en Inef... ¿Qué pasa si descubro que tan sólo un deporte no se me da bien? Sería muy triste por mi parte...

Fernanda soltó un fuerte suspiro.

-Creo que autoexigirte de forma tan estricta va a joderte mucho. Es un deporte más. No tienes porqué saber de qué va a rajatabla. De todas formas, no sabrás si eres buena en ello hasta que lo intentes.

-¿Crees que estoy lo suficientemente preparada para ser estudiante de INEF?

Fernanda volvió a suspirar. Yo estaba cruzada de brazos, aguardando una respuesta. De una forma u otra, estaba en un momento en el que necesitaba retroalimentación exhaustiva. Me sentía insegura. Mi madre no estaba para ayudarme, Iván no sabía que existo ni me había hablado en los últimos días desde que lo de Natalia sucedió, y estaba demasiado asustada por lo que segundo de bachiller y sus métodos me deparaban. Así que se me juntaba todo. No sabía que iba a ser de mí ni de mi futuro. Y no me sentía preparada para saberlo.

Mi prima me miró mordiéndose el labio y golpeando los dedos en sus rodillas.

-Tienes que saber confiar en ti, Rosi...

No me dijo nada más y giró la vista hacia la ventana. Afortunadamente, DNA de BTS estaba sonando en la playlist, lo cual me animaría un poco más y me distraería de mis constantes idas y venidas.

Seguíamos por la Autopista del Atlántico, y ya habíamos atravesado Vilaboa.

Estaba cada vez más cerca de llegar.

Vacié mi mente, escuché la música y disfruté de lo que me quedaba de viaje.

Llegamos a la playa de Bastiagueiro a las nueve y veinte de la mañana. Había unos chicos más mayores que yo esperando en la puerta. Tenía clase a las diez, pero debía estar media hora antes. Empecé a temblar tan pronto comencé a mirar por la ventanilla, pero sin pensármelo, decidí abrir la puerta. Salí del coche, fui al maletero y cogí mi mochila.

Me alejé un poco del coche mientras Fernanda me saludaba por la ventanilla.

-¿A qué hora vas a volver?

Los Colores de Las OlasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora