16-NÉSTOR (III)

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-¡La odio, tía!

Mis quejas eran tan insoportables que Antía estaba por dejarme la otra mitad de las uñas sin pintar y marcharse.

Era Viernes 8 de Octubre por la noche y estaba quejándome porque me negaba fervientemente a asistir a surf al día siguiente.

-Mira, Néstor, te voy a dar un pequeño consejo-Me dijo Antía, cortante-Cuanto más énfasis hagas en el odio que le tienes a Camila, peor te vas a llevar con ella.

-No es como si fuera a querer hablar con ella ya más-Me quejé.

-¿Y entonces por qué sigues peleándote con ella? Me gustaría aclarar esa duda.

-¿¡Yo qué culpa tengo que sea dependienta de un maldito supermercado al que Andrés se le da por ir porque sí!?

Andrés pasó por delante y me miró de reojo, temiendo meterse dentro de la conversación. Debía de pensar que le iba a costar caro dar su opinión sobre el tema. Yo le lancé una mirada mientras él se escabullía dentro de la cocina. Acto seguido, antes de meterse dentro, se asomó un segundo para decir:

-Qué conste que no fuimos porque sí. Yo tenía que mirar cosas muy importantes de televisores y mierdas para la carrera.

La vida de tener a un informático como compañero de piso.

Resoplé mientras mi amigo se marchaba por fin a la cocina. Instantáneamente, volví a observar mi mano mientras Antía le daba los últimos retoques. El pintauñas negro que tenía ella era muy consistente y necesitaba una buena mano.

-No quiero volver a hablarle-Aseguré

-Y no lo vuelvas a hacer-Me dijo Antía, con el ceño fruncido-Nadie te obliga a hacerlo. Y menos a estar todo el rato hablando de lo mucho que la detestas.

Rodeé los dientes con la lengua y ella me seguía mirando mal. No se notaba ni nada que estaba muy cansada de todo este vaivén. Yo también lo estaba. Pero también estaba cansado de que, en lo primero que pensara antes de acudir a surf, fuese en la mala relación que tenía con una de mis compañeras.

Miré hacia arriba, y sonreí por un momento. El motivo de esa sonrisa tenía un razonamiento bastante factible.

-Tengo que decir que al menos me siento orgulloso.

-¿De qué?-Me dijo ella. No sonreía. Al contrario; parecía contrariada por mi inoportuna sonrisa.

-La han echado del Alcampo. La he hecho rabiar y me ha gritado a mí, que era su cliente. Ahora está desempleada.

-Néstor, ¿me vas a decir que estás feliz de que una persona se haya quedado sin trabajo? Te puede caer todo lo mal que quieras, pero creo que esa actitud es inapropiada.

-Esa chavala ha estado haciendo constante énfasis en lo guay que es trabajar en un supermercado, fardando de algo que no le va a servir de nada ni va a probar sus verdaderas habilidades. No creo que merezca menos que una dosis de realidad. Quizá con ésto se ponga a buscar un trabajo medio decente.

Antía asintió con la cabeza, y yo interpreté que decía "Lo que tú digas" no verbalmente. Me conozco muy bien el lenguaje corporal de Antía. Siempre usa lo mismo para todo.

Siguió terminando de pintarme las uñas. Yo estaba con los ojos cerrados, entrando en el vacío de mi mente, para pensar en cosas agradables y que me hicieran no tener a Camila en mi cabeza con tanta constancia. Así, podría tranquilizarme e ir mañana con calma a clase sin pensar en el que me la fuera a cruzar.

No obstante, tras distraerme de mis pensamientos, observé a Antía meterse de lleno en los suyos, y pareciera que sonriera, como si una brillante idea hubiera pasado por su cabeza. Semejaba que tenía algo "malévolo" revolviéndose en su mente, mas era incapaz de detectar qué narices estaba pasando. Incliné la cabeza mientras la miraba y ella alzó la suya poco tiempo más tarde.

Los Colores de Las OlasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora