20-ROSALÍA (IV)

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Cuando Bruno me propuso esta cita, me pareció una gran idea. Ahora, estoy que me caigo de los nervios.

El plan que me había propuesto de conocer a su amigo Levi e intentar algo con él no había quedado suspendido en el aire. Iba a hacerse el fin de semana anterior, pero un examen que tenía el 2 de Noviembre me impidió concordar una quedada adecuada. Por consiguiente, acordamos quedar justo ese mismo día. Y, efectivamente, estábamos ya en él.

Íbamos a cenar en Betanzos, donde vive él. Allí hay mejores restaurantes, y yo hacía años que no iba. Desde las fiestas de 2019, para ser exactos. Sólo voy en fiestas con mis padres, pues tengo familia allí, pero entre la pandemia y el fallecimiento y cáncer de mi madre, se nos imposibilitó el regreso en estos últimos años. Mi padre no tiene muy claro que vayamos a volver. No es su parte de la familia y, por otro lado, yo carezco de trato con los primos por parte de mi madre. Me llevo mejor con los de parte de padre. Y... Esa sólo es Fernanda.

Hablando del Rey de Roma, fueron ella y su madre las que me llevaron hasta Betanzos esa oscura y fría noche del 2 de Noviembre. Eran las ocho de la tarde, y decidimos esperar frente a la plaza Irmáns García Naveiro, la plaza por excelencia de Betanzos, y el lugar en el cual había quedado con Levi. Observaba a los alrededores cuando llegué. Betanzos siempre me ha parecido el primo emo de Pontedeume, aunque tenga más fama y más población. Además de no haber mar, es un lugar bastante muerto, pero la construcción de piedra, su plaza principal, sus paseos... Desde mi punto de vista, es bastante símil a Pontedeume. Desde luego, hice lo posible por interiorizarme el no decirle eso a Levi o la cita se iría a tomar por culo.

Mi tía aparcó en el párking al lado de la plaza, el cual nos costó un ojo de la cara. Subimos las escaleras rápidamente. Yo estaba muy nerviosa, casi temblando, mientras Fernanda seguía a mi tía completamente emocionada.

-Mamá, ¿cuando piensas apuntarme a la autoescuela? La próxima vez quiero ser yo la que lleve a Rosi a esta clase de cosas

-Cuando cumplas 18 años-Le objetó mi tía.

-Jobá-Se quejaba mi prima, toqueteando la barra de las escaleras-Sólo me quedan tres meses.

-Tres meses que puedes aguantar con totalidad, cariño-Se burlaba mi tía.

Fernanda bufó y, justo en el momento de su queja, ya habíamos llegado a la plaza. Me tapé con mi gran abrigo rojo de pelo, consumida por un sagaz viento que me terminó por rematar. Fernanda estaba tiritando en una esquina y mirándome con el ceño fruncido, con expresión de querer matarme.

-El frío que hace en este pueblo, joder...-Protestó, y luego, dejó de fruncir el ceño-¿Cuando va a venir?

-Quedamos a las ocho, justo ahora. Ya debe estar al caer-Le dije, mirando al reloj.

Fernanda asintió con la cabeza, mientras yo decidí mirar al frente. Mantuve mi mirada ahí, mientras esperaba pacientemente por su silueta en la lejanía.

La puntualidad no fue su punto fuerte. Tardó diez minutos en aparecer. En esos diez minutos, comenzó a llover y tuvimos que sacar el paraguas. Fue justo cuando sacamos el nuestro cuando vi al chico dirigirse hacia mí con el suyo, efectivamente, abierto, y una forma de andar muy calmada. Se paraba a los alrededores a observar a la gente, a todo lo que tenía cerca, y podía detectar, desde la lejanía, su abierta sonrisa. Se acercó más, y creo que fue en ese instante en el cual me enamoré. Sus ojos color verde, su pelo rizado caoba que formaba un pequeño tirabuzón en su frente, su redondo y simétrico rostro, su sonrisa ancha en la cual se le formaban hoyuelos, su gran estatura, casi mayor a la mía... No esperé que fuese a encontrarle algún atractivo, pero deseé con creces que fuera él el chico del cual Bruno me hablaba.

Los Colores de Las OlasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora