38-ROSALÍA (VII)

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Bruno... Bruno. Qué hacer contigo.

Día tras día en mi cabeza. Irrumpiendo mis precipitados pensamientos. Tenerlo en la mente mientras trataba de estudiar para los duros exámenes era inevitable, y eso me jugaba una mala pasada a la hora de concentrarme para estudiar. La clase... Dibujaba constantemente la letra "b" en lugar de atender a las explicaciones más importantes. Era difícil no pensar en él cuando estaba en el recreo, aunque estuviera hablando tranquila con mi prima. Y cada día de la semana era una tortura. Una en la cual me envolvía en las grandes sábanas de mi cama y suspiraba, imaginándome su rostro frente a mí, sus pectorales juntarse con mi pecho, sus grandes ojos color menta... Y soñaba con que llegase Sábado, para poder volver a verle en las clases de surf y que me pudiese llevar a correr o a jugar a algunos de sus deportes antes de encerrarme en la habitación a estudiar. Luego, que viniese mi padre a Coruña a recogerme con cara de perros nada más salir de su trabajo en Decathlon. Durante los días de la semana, sólo soñaba con él.

Al fin llegó Sábado. 5 de Febrero. Después de surfear, Bruno me había propuesto de ir a correr por el Paseo Marítimo e ir a comer ensalada en su casa. Fuimos en autobús hasta allí y corrimos por todo el Paseo, desde Riazor hasta la Torre de Hércules. Fue cansado, pero agradable. Observaba los alrededores de la ciudad y encontraba de todo; ciclistas, parejas de novios, gente que iba a surfear a la playa de Orzán mientras yo me reía recordando como se me habían metido tantas algas en el pelo... Sólo miraba lo que había a mi alrededor, en silencio, apreciando también el día soleado que nos amparaba ese sábado.

Al haber llegado a la torre, nos sentamos en un banco frente a la Ciudad Deportiva y Bruno se puso a hacer pesas mientras yo bebía Gatorade. Le miré de reojo, incrédula.

-¿Enserio? ¿No estás cansado?

-Esto es lo que me depara después de correr-Me decía, antes de hacer un ruido de fuerza y poner cara de estreñido, lo cual me resultaba muy divertido-Estoy acostumbrado, Rosa, es mi día a día. Y no me canso de él.

Yo seguí bebiendo el Gatorade mientras le escuchaba, intentando no ahogarme de la risa. La acción que estaba efectuando me parecía de tener mucha fuerza de voluntad.

-Yo siempre he pensado que el culturismo no es lo mío-Añadí, entre risas.

-¿No?-Me miró, con una ceja levantada-Se nota que nunca lo has probado.

-Ni siquiera me interesa. Me da cosa eso de levantar una pesa más grande que mi cabeza.

Él se revolvió los rizos y se mordió el labio superior. Yo le observaba con las pupilas dilatadas. Ese sudor que emanaba por su musculoso cuerpo, sus entrecortados suspiros, sus finos labios entrecerrados... David Beckham a su lado era una auténtica sombra. O al menos es como yo lo veía. Quizá Fernanda pensaba que estaba loca. Pero Bruno era tan único, tan perfecto con todas y cada una de las partes de su cuerpo, hasta con sus imperfecciones... Esos revueltos rizos, ese gran torso, esos brazos de gorila que me abrazaban con fuerza y me hundían en el cuello... Esas grandes manos... Esos gordos dedos... Oh, lo que desearía que tus dedos hicieran en mí...

-Bueno, igual no te conviene tanto. Tú eres bastante menudita. No como el pedazo Donkey Kong que tienes como amigo-Me dijo, riéndose.

Me reí con él. Aún así, lo que deseaba yo a ese "simio" no lo sabíais vosotros bien.

Nos quedamos un rato corto en silencio, mientras él se pasaba una toalla por el cuerpo. Yo seguía notándome cansada, y no me apetecía seguir corriendo.

-¿Podemos ir a tu casa en autobús?-Le dije, haciéndole un puchero.

Me miró, extrañado.

-Joder, Rosa, menuda deportista estás hecha. ¿De verdad estás cansada?

Los Colores de Las OlasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora