–Amo a Rosa, te lo juro, es guapísima. No la he vuelto a ver desde aquella noche, ha estado muy ocupada... Pero no me la saco de la cabeza. Es increíble. ¡Y le gusto!
Todos los días igual. Desde el 3 de Noviembre, siempre la misma canción.
Juro que si volvía a oír algo relacionado con Rosalía, me tiraba por la ventana más alta de la facultad.
16 de Noviembre. Levi y yo habíamos decidido quedarnos a comer ese día. Tendríamos que terminar un trabajo que teníamos pendiente para el día 23. Un trabajo en parejas para el cual íbamos un pelín justos de tiempo.
¿Qué pasa? Que Levi ha estado durmiéndose en los laureles todos estos días.
¿Y de quién es la culpa?
Exacto. De Rosa, y su cita con ella.
–No bajes la guardia, Levi. Los enamoramientos pueden ser muy pasionales, pero hay que empezar con pies de plomo; podría terminar siendo pasajero.
Admito que no estaba del todo convencido de que fuese un enamoramiento muy potente. La conocía desde hacía un día, y realmente, nadie se enamora de otro alguien tras conocerse en una puñetera cita a ciegas. Aparte de eso, Levi es muy joven. Rosa también. Si bien se han gustado, el tiempo debía decir si su relación se iba a mantener rígida como una piedra con el paso de los años.
Yo he tenido novia cuando tenía quince. Amanda, se llamaba. Nuestra relación pudo durar en el tiempo, pero se rompió debido a que ella decidió seguir otro rumbo de vida; su Erasmus en Polonia. El motivo por el cual me dejó. Por mi parte, yo quería mantener la relación, porque para mí era fuerte, y echar cinco años a la basura así como así es demasiado descabellado. No obstante, ella no quería. Ella quería respirar tranquila en Polonia, sin que yo le "tocara las narices". Éramos realmente muy jóvenes, teníamos veinte años, y no veíamos la vida de la misma forma de lo que la gente de mi edad, o yo mismo, podemos verla ahora.
Bueno. Más bien yo. Si no hace ni tres meses que me he convertido en un cornudo de una persona que me juró total fidelidad.
–¿Tú crees, Bruno? Yo creo que le gusto mucho
–Pero apenas os conocéis–Le dije, tocándole la espalda–Tienes que calmarte. Un poco. ¿Cuándo vas a volverla a ver?
–Espero que este sábado. Hasta ahora, ha estado muy ocupada.
–La forma en la que Segundo de Bachillerato te quita la vida es descomunal... En fin. Mantén la calma cuando la veas. Sigue siendo tú mismo, como lo has hecho hasta ahora. Y no te flipes mucho tampoco.
Él asintió con la cabeza y, justo en ese instante, nuestra comida llegó a la mesa. Él había pedido un plato combinado de croquetas y filetes. Yo, una hamburguesa. No me apetecía en absoluto comer tanta cantidad de comida como él lo estaba haciendo. Encima, su plato traía patatas.
Estuvimos tranquilos, hablando del trabajo y demás cosas de clase. Como por ejemplo, el hecho de que la clase de Botánica fuese tan jodidamente aburrida como siempre o los diferentes apuntes que nos estaban llegando de Geología. Pareciera que Levi y yo fuésemos a pasar un mediodía tranquilo. Hablando, trabajando, siendo él y yo contra el mundo.
Mi mente estaba vacía y curada de espanto. Pasar tiempo con amigos y centrar mi atención en los trabajos, sin pensar todo el tiempo en el deporte, me venía muy bien para poder salir de mi zona de confort. Me podía sacar de la cabeza mi rutina diaria cargada de ejercicio y deportividad, que se vería afectada por las actividades relacionadas con el estudio. Podía centralizar mi atención en cosas que me quitasen de la burbuja rodante en la cual llevaba meses encerrado.
ESTÁS LEYENDO
Los Colores de Las Olas
Novela JuvenilSeis personajes. Seis frustraciones. Tres historias. Camila, Rosalía, Paloma, Néstor, Bruno y Nicolás tienen vidas muy diferentes. Sufren cosas muy distintas, desde la pérdida hasta la acentuación de sus inseguridades, pasando por el maltrato en el...