60-NICOLÁS (X) (ÚLTIMO CAPÍTULO)

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No estaba listo para hacer esto. Pero sentía que debía y que lo deseaba con fervor, aún sabiendo las cosas que iban detrás.

–¿Estás seguro de lo que quieres hacer?

Paloma me miraba desde su cama de princesa, con las manos en su pecho, y mostrando sus largas y perfectas piernas en desnudo. Yo me estaba preparando para sacarme la camisa que llevaba puesta.

–Estoy dispuesto a hacer todo cuanto haga falta contigo, Paloma.

A ella se le dibujó una sonrisa en su rostro la cual supe que me llevaría a mi terreno poco tiempo más tarde.

21 de Mayo. Paloma y yo habíamos quedado cerca del mediodía, después de la clase de surf, para pasar tiempo en su casa. En ese instante eran las cuatro de la tarde, y acabábamos de comer. Pero yo me encontraba más inspirado que nunca, sin yo saber el por qué de tal acción.

Estaba preparado para tener sexo con ella. A pesar de la dura adversidad que eran nuestros genitales. Me daba igual. Quería hacerlo de una vez. Ya había cruzado la línea enamorándome de una chica trans, y ahora me veía listo a enfrentar las consecuencias con tal de hacerla feliz. Lo único que necesitaba era tener todo lo que cualquier pareja pudiese tener; amor, comprensión mutua y, algo bastante importante: sexo.

Y yo la había elegido a ella. Por tanto, debía tener sexo con ella.

Me acerqué a la cama lentamente mientras ella se pegaba al cabecero.

–No te apartarás, ¿verdad?–Me preguntó, desconfiada.

La acorralé frente a la pared y le besé, profundo, lento. Ella me siguió el beso agarrando mi cuello y pude sentir su sonrisa acompañar a la lentitud del mismo.

–No voy a apartarme de alguien que me gusta tanto.

Sin dejarle decir nada más, la besé de nuevo. Empezamos a besarnos lentamente, pausadamente. Gemí con un tono suave, agarrando con fuerza su cintura, mientras ella aguantaba mi cuello. La fui desnudando, sacándole la camiseta, desabrochando la combinación de su sujetador, y poco a poco fui bajando mis manos hasta sus pantalones, acariciando sus nalgas con las yemas de mis dedos. Ella hizo lo mismo conmigo, y me fue sacando poco a poco la ropa, acercándome cada vez más a mí.

Me sentía tan ardiente, tan dolorosamente deseoso, que lo último en lo que podía pensar era en lo que encontraría nada más quitarle su ropa interior. La miré fijamente, con mis ojos brillando, cuando enganché mis dedos entre su culo y sus bragas. Ella sonrió.

–¿Pasa algo?–Me preguntó, con una expresión mezclada con la decepción y la incertidumbre.

Suspiré hondo y sonreí, a pesar de que la situación no me lo pedía.

–¿Estás lista?

Fue una pregunta que me hice más a mí mismo que a ella, pero que aún así se podría mantener en nuestra conversación.

–Sí, Nico–Rió ella, anonadada–Siempre he estado lista para tener esto contigo.

Estaba tan temeroso que, para seguir manteniendo la compostura y olvidar a lo que me sometía, la seguí besando lento, profundo. Todo cuanto fuese posible para calentarme cada vez más y más.

Mi mente iba dando vueltas constantes en círculos a medida que mis pensamientos la invadían cuando nuestras lenguas mojadas aún se rodeaban con fervor. Cuanto más la besaba, cuanto más la acariciaba, más lo sentía. Sentía ese calor, esa atracción sexual que sin lugar a dudas nos unía. Sentía que podría besarle día tras día, acariciar su preciosa espalda, llevármela a un mundo en el que sólo ella y yo existiríamos, donde nos desearíamos, amaríamos y lucharíamos contra todo mal que pudiese detenernos. Sabía que la amaría bajo cualquier circunstancia. No dejaría escapar ese amor que nos une por ninguna tontería, por un miedo que tengo que no cambiaría nada en mi vida. Debía tenerla. Y debía unirla a mí, porque estaba enamorado de ella, y me daba igual en qué forma la uniría. Quería hacerlo.

Los Colores de Las OlasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora