39-PALOMA (VII)

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-¿Tú te has dado cuenta de que no te quita el ojo de encima?-Me decía Rosalía, sonriente, mientras estaba sentada en la tabla esperando por la próxima ola.

Puse los ojos en blanco velozmente.

-No me da la gana de devolverle la mirada. Que se meta en sus putos asuntos.

12 de Febrero. Segundo sábado de Febrero surfeando. Y yo llegaba un punto en el cual deseaba golpear a Nicolás con la tabla y dejarle marca.

No le quería hablar. Pero él no paraba de mirarme. Desviaba la vista, moviendo los ojos de arriba a abajo, y yo lo encontraba irritante. Más que nunca desde que tuve la mala suerte de conocerlo. Ese falso facha machista que estaba pendiente de todos aquellos pasos que tomaba siempre me había parecido un ser humano insoportable. Pero ahora, desde que nos liamos, parecía no poder pensar en otra cosa.

En el agua, era imposible centrarse. Él nadaba alrededor mía, procurando obtener mi atención inmediata, la cual debía mantenerse como una simple utopía para él. No pensaba darle ni un poco de atención aunque él intentase conseguirla. A veces, indirectamente, me tiraba algo de agua a las rodillas, pensando que así podría mirarle a la cara. Otras, golpeaba mi tabla con la suya y me decía que había sido cosa de la corriente, aunque no hubiese ni corriente ese día. No le podía creer nada. No podía hacer caso de sus tonterías ni su interés por atraer mi atención. Si volvía a compartir una sola palabra con él, volvería a mostrarme simpatía un día y, después, clavármela por detrás. Siempre lo hacía. Y nunca iba a cambiar su actitud.

Da igual que me hubiese besado. Da igual que me hubiese dado, quizá, una de las noches más apasionadas que había tenido en mucho tiempo. Una noche que ni mi cita a ciegas con Néstor pudo superar. No importaba el que amase estar pegada a él y sentir su cara colonia de Jean Paul Gautier juntarse con mi piel.

Para él iba a seguir siendo el travesti asqueroso que siempre repelió. Y de seguro jamás se hubiese liado conmigo si me hubiera visto de fiesta. Ni siquiera hubiera arriesgado su relación para ponerle los cuernos a su novia cis con una tía trans. Era un puto mentiroso y farolero, y no me podía permitir seguir cayendo en sus redes.

Pasado cerca de unos minutos tras mi conversación con Rosa, oímos a Carlos chillar con fuerza que cogiésemos la última ola para volver a la orilla y dar por finiquitada la clase. Solté un fuerte suspiro de alivio al oír eso, y remé con velocidad para que la gran ola que venía hacia nosotros me llevase a mí, y que no me hiciese estar cerca de Nicolás ni por asomo.

Al salir, corrimos hasta la salida de la playa con nuestras tablas bajo el brazo, como era habitual. Carlos iba cubriendo la delantera, como siempre, y Rosalía y yo íbamos en el medio, hablando entre nosotras. Nicolás iba solo detrás. Tal y como merecía ir.

-Ey, Paloma y Rosalía-Carlos nos miró de reojo con una gran sonrisa ocupando la mayor parte de su cuadrada cara-Recordad que dentro de dos días es el día del amor, ¿eh? ¿Tenéis algún hombre o mujer por ahí?

Rosa y yo comenzamos a reír como si nos fuera la vida en ello. No sé ella, pero yo básicamente reía por no llorar. Pensar en amor desde mi ruptura con Néstor era inviable para mí, y además, no hay un día que deteste más que el día de San Valentín. Consumismo, comercialismo en base a la felicidad que sólo algunos son capaces de tener, corazones de papel que se mandan a cualquier persona aunque no sientas amor por ella. Una farsa de día y una auténtica depresión para aquellos que estamos solos o intentando superar a alguien que no nos quiere. Como es mi caso.

-Como si estuviésemos interesadas en ligar, Carlos...-Rió mi amiga.

-Seguro que en algún momento encontráis a alguien interesante. Veréis.

Los Colores de Las OlasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora