15-PALOMA (III)

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9 de Octubre. Rosalía y yo salimos del vestuario prácticamente de las primeras. Bajábamos la cuesta tranquilas antes de que ella tuviese que marcharse de vuelta con su prima. Bueno, aunque lo de tranquilas es figurativo. Rosalía no estaba tranquila.

-¿Enserio se ha enterado todo el instituto?-Le pregunté, en lo que concernía a su drama con Bruno y la supuesta relación inexistente que, según sus compañeros de clase, tenían.

-Sí, ahora todo dios piensa que tengo un novio de veinticinco años. Han perdido la cordura. ¿Acaso se creen que sería capaz de salir con un hombre mayor que yo?-Se ajustó la cola de caballo mientras llegábamos al final de la cuesta-No sé que debería hacer para desmentir los rumores.

-Creo que tienes que hablar con Bruno-Aseguré-Entre los dos, podréis leerles la cartilla a tus compañeros de clase

-¿Y si no nos creen?-Me preguntó, mirándome con preocupación fácilmente detectable en sus azulados ojos.

-El problema lo tendrían ellos, tía. No puede ser que trates de asegurar algo o desmentirlo, aún mostrando sinceridad, y la gente no te tome en serio. Además, los únicos que sabéis la verdad sois Bruno y tú.

Ella no dijo nada. En su lugar, asintió y se cruzó de brazos, mordiéndose el labio inferior. Yo después me senté en la parte de abajo de la cuesta y ella me imitó. Estaríamos pacientemente esperando por su prima. Yo no tenía prisa, ya que había traído el coche a las clases.

Nuestra espera fue corta. No tardó en aparecer un coche pitando con notoriedad en el momento en el que se puso frente a Rosalía. Ella supo directamente que era para ella, y se levantó, me miró y me dijo:

-Llegó mi prima. Nos vemos el próximo sábado.

-Ey, si quieres desconectar estos días-Propuse-Puedes venir hasta mi casa a que te maquille. Estoy practicando nuevas formas de maquillaje drag, y estoy llamando a mis amigas para que vengan a probárselo. ¿Qué te parece?

-Oye, me parece bien-Me respondió, sonriente-Vamos hablando-Me dio un beso en la mejilla y se dio la vuelta, corriendo hacia el coche. La saludé con la mano a medida que me marchaba.

Tan pronto se subió al coche, y éste se esfumó en mis narices para rodear la rotonda del Che Guevara, yo me levanté del final de la cuesta y me dirigí al aparcamiento de la playa, donde ahí había dejado aparcado también mi coche. Fui tranquila, colocando así las llaves en mi bolsillo, y un poco presionada. Eran mis primeros días conduciendo yo sola y todavía tenía miedo de cagarla, si bien había ido sola a la ida y no me había pasado nada.

Paseé por el paso de cebra, y, mientras estaba pacientemente caminando por él, oí una voz que gritaba:

-¡Paloma, espérame!

Desgraciadamente, era el machito de Nicolás.

Giré la cabeza y lo vi correr hacia mí como si se tratase de la Hormiga Atómica, para intentar estar a mi altura. Para demostrarle que no tenía interés, giré los ojos, resoplé y volví a mirar al frente, acelerando aún más mi paso.

Parecía que me estuviese persiguiendo (que en cierto modo era lo que pasaba). Yo aceleraba mi paso para escapar de él, mientras él hacía lo mismo con el suyo para poder alcanzarme. La gente a nuestro alrededor era capaz de detectarlo, y nos miraban todos aturdidos. Pero yo no pensaba mirar atrás. Cuanto más lejos tuviese a ese subnormal, mejor para mí.

Todo hasta que llegó un WhatsApp. Un WhatsApp de Néstor. Lo supe en el momento en el que oí el tonito sonar, ya que tenía un tono particular para él mismo.

Los Colores de Las OlasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora