Levi me miraba atentamente.
-Tío, a ver, ¿vamos a reprografía esta tarde o no?
Era 23 de septiembre, y llevaba varios días acudiendo a las clases de Biología. Quería la doble titulación en Biología y Educación Física para poder conseguir un trabajo rentable.
Ese día, mi compañero de clase Levi y yo habíamos quedado para comer y después ir a repro a imprimir una serie de apuntes de una asignatura que tendríamos al día siguiente, viernes. Yo estaba dudando en ir.
-No sé-Revolví la comida mientras no levantaba la vista de mi plato-Me tiene muy jodido el horario de hoy, porque se supone que tenía que hacer pesas a partir de las seis. Luego a las siete tengo que ir hasta Elviña.
Levi se echó la palma de la mano a la cabeza.
-¿Otra vez? Bruno, te has metido en una carrera para estudiarla, ¿no? ¿Cómo puedes seguir siempre tan rigurosamente pendiente de tu endemoniada rutina de ejercicio? Aburres a las ovejas.
-Si pierdo un sólo día, mandaré a la mierda mi medida de vida sana. ¿Acaso no lo entiendes?
-Lo entiendo perfectamente. Lo que no entiendo es para qué mierda te metes en una maldita carrera si luego vas a poner tu "vida sana" por encima. Además, ¿no has probado otras formas de diversión que no sean estar pendiente del ejercicio cada dos por tres?
-¿Cómo qué?-Pregunté, arqueando las cejas.
-Yo que sé, bro, ir al cine, salir de fiesta, las probabilidades son infinitas, lo sabes, ¿no?-Después, me enseñó la cantidad de conversaciones de la clase-Mira, en el grupo ya están pensando en la primera cena universitaria, ¿no te pica el gusanillo de ir?
En verdad, en el grupo no hablaban de otra cosa. Y era comprensible. Críos de dieciocho años, viviendo una nueva vida, entrando a la madurez, que pensaban en, según ellos, lo más maduro del mundo: Salir de fiesta. Y es normal. Es decir, mi primer año de Universidad fue igual. Estábamos muy pendientes de salir a divertirnos y de festejar por todas las esquinas. Como no podía ser menos. No obstante, tengo veinticuatro años. Ya soy muy mayor para pensar tanto en ir de fiesta con constancia y emborracharme. Además, dejé de beber y fumar en el instante en el que descubrí lo malo que resultaba para mi salud.
Levi tenía tan sólo dieciocho años. Para él, no había mejor forma de divertirse. Con lo cual, la idea de ir a aquella fiesta le entusiasmaba más que nada. Me había pedido durante toda la semana que le acompañara, que era su mejor compañero de la Universidad y quien más le escuchaba. Que sin mí, la fiesta no tendría sentido. Con lo cual, la súplica anterior no era nada en comparación con todas sus insistencias a lo largo de la semana.
-¿Ya estamos otra vez con la fiestecita, Levi?-Protesté.
-¡Venga, tío, tienes que venir! Tienes que pasártelo bien durante al menos una noche.
-Mira, no sé si lo sabes, pero yo ya no bebo desde hace tiempo. Y tú tampoco deberías. Es peligroso para tu salud. ¿Tú sabes cuántas calorías tiene una botella de Vodka?
-¿Enserio esa es tu vida? ¿Discutirle a los demás lo que deben hacer con su salud y encerrarte en una rutina en la que sólo corres y comes sanísimo?
Asentí con la cabeza. Levi expiró aire y se puso la mano en la frente, mirando hacia abajo.
No tenía sentido, pero para mí el deporte era, no sólo una forma de vida, sino una zona de confort. Y eso explica el por qué de mi medida rigidez ese mismo verano. Si bien ya era rígido con mis horarios de deporte anteriormente, reduciendo mis horas en las que poseyera otra actividad de tiempo libre más insalubre, ahora se había vuelto todo más medido. Y el motivo tenía nombre y apellidos. Ana Martínez, mi exnovia.
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Los Colores de Las Olas
Novela JuvenilSeis personajes. Seis frustraciones. Tres historias. Camila, Rosalía, Paloma, Néstor, Bruno y Nicolás tienen vidas muy diferentes. Sufren cosas muy distintas, desde la pérdida hasta la acentuación de sus inseguridades, pasando por el maltrato en el...