-Mirad, chicos. ¿No es precioso?-Comentaba Alejandro-Las luces brillando en el Dinoseto, la gran noria, los turistas que han venido de todas partes del mundo para apreciar estas bellezas... Vigo es otro rollo en Navidad.
Definitivamente, chicos. Tenéis que quedaros con la persona que os quiera tanto como Abel Caballero y mi amigo Alejandro quieren a la Navidad.
Era 18 de Diciembre. Siete de la tarde. Acababa de salir de surf, y el palurdo de mi amigo nos había trasladado a mí y a Tati a Vigo, de dónde es él, para ver las luces de allí. Todas las Navidades es lo mismo, desde 2015. Como apenas conserva su vida social en Vigo, siempre nos tiene que arrastrar a nosotros hasta allí para ver las luces y sacarse, o sacarnos, fotos. Sin tener en cuenta que nosotros, por supuesto, podemos estar hasta la santa polla de tanta lucecita aquí, allá y acuyá. No me importan en absoluto las luces navideñas, pero verlas incrustadas en cada parte de la ciudad y escuchar "All I Want For Christmas" en bucle a cualquier lugar al que te dirigieras me sacaba totalmente de quicio. Y por supuesto, me hacía cogerle tirria a unas fiestas las cuales disfruto con creces en el instante de sentarme en la mesa con mi familia a comer el buen marisco que pescan mis tíos en Corme todos los años y que, llegada la Navidad, siempre se mantiene fresco.
Pero vamos, que el capitalismo navideño es prácticamente otro rollo.
Tatiana y yo observábamos los rincones del mercadillo y el desmesurado alboroto de gente mientras suspirábamos de agobio y total estrés.
-Dime por qué siempre vamos con él.
-Hombre, Tati, decirle que no nunca es una opción. Él disfruta esto, y si quiere compartirlo, que menos que ceder.
-Eres demasiado bueno de más a veces...-Me protestó mi amiga.
Puse los ojos en blanco mientras seguía observando a la gente pasar alrededor mía. Delante, mi amigo pegando brincos y observando las iluminadas casetas del mercado. Detrás, yo y Tatiana aburridos de ésto, pero como siempre, tratando de hacerle un mínimo de caso.
Cuando me metí en lo más profundo de mis pensamientos observando los alrededores, una llamada interrumpió mis adentros. Sonó el tono de la canción "El gallo sube", lo cual me hizo sonrojarme enseguida. Más cuando Tatiana me miró con cara de incredulidad, procurando contenerse una evidente risa. No me extrañaría nada que alguien más en Vigo hubiese sido capaz de escucharme.
-¿En serio tienes ese tono de llamada?
-Mi madre me lo puso de cachondeo en mi cumpleaños del año pasado y desde entonces lo tengo-Le espeté-Me paso la vida con el móvil en silencio, pero ahora lo necesitaba por si llamaba la casera.
-Pues deja de hacer el ridículo con el tonito y cógelo, que con la tontería va a ser ella.
Expiré aire y agarré mi móvil, el cual estaba metido dentro de mi enorme riñonera de Legea, que era del año de la polca (Creo que me la compré en primero de Bachiller, de hecho). Eché un vistazo a la pantalla. Fue grande mi sorpresa cuando vi que se trataba de Rosa. Quizá querría hablar de algo que le hubiese pasado, o compartir algún tipo de pensamiento conmigo. Sabía que no le podía atender o escuchar en ese momento, pero aún así le cogí, para ver qué quería exactamente.
-¡Hola, Rosa! ¿Qué tal?
-¡Bruno! ¿Estás ahí?
-No, estoy en el Caribe, comiendo plátanos y sin cobertura, no te jode-Bromeé-Estoy, ¿qué quieres?
-¿Quieres hacer algo mañana?
-Jo, cariño, estaré en Vigo... Mañana no podré, vuelvo de noche.
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Los Colores de Las Olas
Teen FictionSeis personajes. Seis frustraciones. Tres historias. Camila, Rosalía, Paloma, Néstor, Bruno y Nicolás tienen vidas muy diferentes. Sufren cosas muy distintas, desde la pérdida hasta la acentuación de sus inseguridades, pasando por el maltrato en el...