Bones.

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San Mungo, 05 de Marzo de 1961.

—Oh cariño... La estás sujetando mal— La voz llena de emoción de la mujer que acababa de dar a luz resonó en el silencioso cuarto de hospital llamando la atención de su esposo.— Déjame verla... Dámela— El esposo obedeció poniendo en sus brazos a la niña recién nacida— Ella será toda mi adoración— Dijo la bella mujer dándole un beso en la frente al bebé sin saber que sería el último, uno poderoso lleno de amor, inmediatamente después la mujer perdió el conocimiento, su parto había sido complicado, medimagos entraban y salían de la sala intentado reanimar sin éxito a la joven bruja.

El hombre abrazo a la niña y ambos lloraron la dolorosa muerte de su amada  Cassiopelia Viet.

Era así como la vida de muchas personas iba a cambiar a partir de ese momento, una niña quedaría sola, un hombre necesitado de amor, y un destino marcado por la misma muerte.

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Callejón Diagon 12 de Abril 1963

Gritos, lo único que se escuchaba en el Callejón Diagon a esa hora de la noche eran esos gritos lastimeros de una pequeña niña de tres años al sentir como era golpeada por aquella mujer.

—Cállate, ¡Cállate maldita niña!

—Verónica, para por favor, ¡Es mi hija!— Estos eran los gritos de Garrick Ollivander intentado inútilmente de detener a su esposa, no sabía cómo enfrentarse a ella.

Desde que su anterior esposa, Cassiopelia, había muerto a dar a luz a su hija, no había contemplado el hecho de salir con alguien más, sin embargo, al conocer a Verónica su corazón se había acelerado, había caído ante su belleza, su inteligencia y su sonrisa, con tan solo un año de haber perdido a su esposa el había aceptado salir con ella y solo unos meses después estaban casados y con niño recién nacido, ahora mismo no sabía si arrepentirse de ello.

Desde un inicio ella se había mostrado renuente al conocer a la niña, en ella jamás se había despertado su instinto materno, para ella, Darcy Ollivander no era más que un estorbo en su perfecta vida de casada.

—Esto es su culpa, ella tiene la culpa de nacer, ella es quien está arruinando nuestro matrimonio Garrick.— Dijo con ese tono de despreció que la caracterizaba cada vez que se dirigía a la niña.

—Lo sé, lo sé cariño, pero ella no tiene a nadie más, soy lo único que le queda de familia— Contestó con ese tono sumiso que siempre tenía con ella y volviendo a tener esa conversación frente a la niña como si fuera demasiado inútil o tonta para entenderlos.

—Entonces no hables, sí solo es un estorbo al menos que sirva de algo— Camino hacia la pequeña puerta cerca de la entrada donde guardaba los utensilios de limpieza— Comenzando por hacer que limpie todo este desastre.

Garrick no pudo más que asentir, a pesar de querer acercarse a su hija para curar sus heridas, sólo bajo la cabeza y subió las escaleras para atender a su hijo de un año que había despertado a causa de los gritos.
La pequeña niña se quedó ahí, sostenido su estómago, le dolía mucho, pero poco a poco iba comprendiendo que sí lloraba o gritaba no haría más que ganarse aún más golpes.

—¡Deja de llorar!— Con ello Verónica le lanzó un trapo y una cubeta a la cabeza— Limpia tu asquerosa sangre.

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