Cruzar la línea.

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Torre de Gryffindor, 17 de septiembre del 1975

—¡Eso fue genial chicos, después de tanto tiempo al fin lo logramos!— Sirius Black se dejó caer a la cama, desde que se habían enterado de la condición de su amigo Remus, ellos habían decidido convertirse en animagos, y finalmente lo habían logrado.

—No te olvides del mapa, Canuto, si no fuera por las habilidades de nuestro querido lunático jamás lo habríamos logrado— Respondió James.

—No es para tanto chicos— Respondió el ahora prefecto con una leve sonrisa detrás de su libro.— Sólo quiero que sepan que, jamás había tenido amigos, ustedes son mis mejores amigos chicos y agradezco mucho lo que han hecho por mi.

—Oww nos harás llorar Moony— Habló él Black en tono dramático abrazando a su amigo.

—¿De qué hablan?— Preguntó Peter entrando a la habitación con un par de dulces y comida que había sacado de la cocina para celebrar.

—No es nada Pet, solo estábamos celebrando— Respondió nuevamente canuto— ¿Y saben la mejor manera de hacerlo?— La sonrisa del Black comenzaba a hacerse más grande.

—¿Una broma a Quejicus? Aún sigo enojado, por su culpa Slughorn nos hizo lavar sus calderos— El Potter también había comenzado a sonreír— Y miren lo que conseguí, el idiota ni siquiera se dio cuenta de que se lo quite— Sacando de su mochila mostró un pequeño libro de pociones algo viejo y desgastado de la pasta.

—¿Para qué queremos el tonto libro de Quejicus?— Respondió el Black.

—No es solo un libro, tiene varias notas y revisando encontré un par de hechizos interesantes.

—Chicos no— Se atrevió a meterse en la discusión el Lupin, no obstante jamás prestaban atención a las advertencias.

—Vamos Moony, sólo será una pequeña broma, necesito alejarlo de mi florecita— James y Sirius pusieron esa cara de perrito que hacía casi imposible negarse.

—Bien, sólo una broma pequeña, que no dañe a nadie— Respondió después de unos minutos.
Muchos creían que Potter y Black eran las mentes maestras detrás de las bromas en masa o los hechizos complicados que generalmente no se podían retirarse con nada, o las más humillantes pero quien estaba detrás de todos esos planes detallados era nada menos que el ingenio de Remus Lupin.

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Lago negro, 18 de septiembre 1975.

Severus Snape estaba sentado en uno de los árboles que daban hacia el lago negro, había estado buscado el libro de pociones durante todo el día sin éxito alguno, todos sus esfuerzos, la dedicación y el dinero gastado en mejorar las recetas de las pociones se estaba yendo a la basura, aunque lo que más le preocupaba eran los hechizos que había escrito en el libro.
Gracias a su ambiente familiar y las constantes humillaciones de los llamados merodeadores había creado varios hechizos que aún estaban en fase de prueba, uno de los más importantes y peligrosos estaba ahí, lo había practicado con un conejo en el bosque prohibido y se había arrepentido casi al instante de haberlo creado, si caía en las manos equivocadas podría incluso provocar la muerte de alguien, más por que en el libro solo estaban los hechizos y maldiciones, más aún no había terminado de inventar una contramaldición.
Tal vez en su distracción no había notado como poco a poco más alumnos se reunían alrededor del lago, no fue hasta escuchar la voz de alguien a quien detestaba.

—Vengan, Lunático, Canuto!— La voz de Potter se escuchaba más cerca, el inmediatamente se levantó tomando su varita para poder defenderse, sin embargo antes de poder hacerlo Potter lanzó otro hechizo— Expeliarmus.

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