Viaje a Hogwarts.

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Woking, Inglaterra, 01 septiembre 1972.

Había pasado ya casi un año desde que fueron al mundo muggle juntos, padre e hija, ahora estaban buscando algo de dinero con el cual comprar sus útiles escolares, ella horneaba algunos pasteles de manzana y postres sencillos para vender tanto en el mundo muggle como en el mágico mientras su padre había ido a buscar algunos materiales que necesitaba para el colegio.

¡Estaba por entrar a Hogwarts! Casi quería gritar de emoción, desde que había llegado a la tribu veía como algunos de los miembros realizaban hechizos y ayudaban a los hombres lobo más jóvenes a que su estadía fuera más cómoda y ella quería eso, deseaba aprender todo el conocimiento necesario para ayudar a quienes le habían ayudado a ella, sonrió al ver a su padre quien se aproximaba a casa, se veía cansado, probablemente por pasar casi todo el día fuera pasando de tienda en tienda del barrio muggle para poder encontrar un telescopio a bajo precio.

—¡Lo tengo!— Gritó su padre entrando a la pequeña cabaña en la que vivían con una sonrisa enorme, aún les faltaban muchas cosas por comprar, no obstante, antes de poder decir algo más una lechuza tocó la ventana, ambos se miraron pues no esperaban ningún correo, la lechuza estiró el paquete a la niña y esta lo tomó con algo de sospecha, debajo del paquete estaba atada una carta del hombre con el que aún tenía pesadillas algunas noches.

Para mí hija:

Se que suena tonto decirlo después de casi 3 años, pero probablemente estés por entrar a Hogwarts, te he visto un par de veces a lo lejos, se que serás una gran bruja, tu madre estaría orgullosa de ti, el paquete tiene un hechizo de no devolución, espero y esto pueda ayudarte de algo...

Atte: Garrick Ollivander.

La niña hizo una mueca, no quería llorar, volvió a leer la nota para asegurarse de que no se trataba de una broma, su madre estaría orgullosa, ella no lo sabía, pero esperaba que así fuera. No quería saber nada de ese hombre, pero no contaba con la curiosidad de su padre (la cual era mucha), quien destapó el paquete notando dentro un pequeño collar de una mariposa, una llave que supusieron sería de Gringotts y lo que parecía ser una varita, dentro de la caja también había otra nota:

El collar y la varita pertenecían a tu madre.

Nuevamente esas terribles ganas de querer llorar, siempre se había preguntado que habría pasado si ella siguiera viva ¿la habrían amado? ¿Su progenitor sería igual? ¿Hubieran sido una familia feliz? Despejando su mente de esas preguntas miró a su padre.

—No quiero eso... —Mencionó ella con una mueca de repulsión, parte de ella quería tomar la llave de la bóveda y sacar el mayor dinero posible, pero otra seguía detestado de donde provenía, su padre suspiro.

—Tal vez, deberías tomarlo, es tuyo después de todo, solo por ahora— Aclaró cuando la niña estuvo por reclamar— Para comprar los útiles y en cuanto pueda juntar el dinero, le devolveremos cada kunt a ese hombre— Mencionó él, si bien el que Ollivander mandara aquello le dejaba un mal sabor de boca, debía aceptar la verdad, era eso o mandar a su hija sin más que una túnica usada, un telescopio viejo y libros rasgados por el tiempo y manchados de tinta. La niña lo pensó por unos minutos y luego asintió.

—Te ayudaré a devolver cada kunt de ello.

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—Papá...

—Por última vez, no, no puedes.— Habló su padre antes de que ella terminara su oración logrando en ella un pequeño puchero.

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