Promesas rotas.

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Wiltshire, sureste de Inglaterra, 03 de Noviembre 1976

Lucius Malfoy quería gritar, golpear a alguien y salir corriendo, pero desde niño le habían enseñado que un Malfoy jamás se mostraría vulnerable ante nadie.
Tal vez era por que también estaba siendo obligado por su propio padre a aceptar la marca tenebrosa, una marca que quedaría impresa en su pálida piel por el resto de su vida.

—¡No pienso hacerlo, Narcissa me mataría si lo hago!— La discusión con su padre cada vez se iba elevando más hasta el punto de comenzar a gritar.

—No tienes opción Lucius, tú debes mantener en orgullo a la casa Malfoy— El señor Abraxas Malfoy ni siquiera se había inmutado, sin embargo su paciencia estaba llegando a su límite. —Imperio.

Después de eso todo había sido borroso para el último de los Malfoy, por más que intentaba aclarar su mente no podía conseguirlo ahora lo único que le quedaba era seguir frotando su brazo una y otra vez con la esponja de ducha con la intención de borrar esa marca sin éxito alguno.
Se sentía asqueado de sí mismo y sobre todo usado, ¡Se supone que la persona que debía protegerlo era su padre! No lanzarlo a una manada de carroñeros.

Terminando su ducha se vistió casi de forma mecánica, quería llorar, reírse y gritar al mismo tiempo, ahora la única cosa a su suerte era que Narcissa había salido a París de vacaciones con su madre, de lo contrario terminaría desbordando todas esas emociones negativas sobre la mujer que amaba.
Eso era una de las cosas que más quería evitar en su matrimonio.
Tomando un par de respiraciones para poder calmarse se apareció a las orillas de las protecciones de Hogwarts, necesitaba a alguien y sabía a quien acudir.

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Los chicos estaban en la sala común realizando unas últimas tareas, tenían hora libre así que muy pocos alumnos estaban ahí dentro sobre todo por el buen clima, la mayoría estaba en el lago o alrededor del castillo, todo estaba tranquilo hasta que la puerta de la sala común había sido abierta por Lucius quien sin decir nada más se había arrojado a los brazos del Snape que al notar el llanto del Malfoy, dirigió al mayor hacia la habitación que compartía con Avery y Mulciber.

—¿Qué sucedió Lucius?— La voz del menor había roto el silencio que se había instalado en la habitación.

—Mi padre me obligó a tomar la marca tenebrosa... ¡Juro que no quería hacerlo! Pero, mi mente se nubló y cuando abrí los ojos tenía esto— Levantó la manga de su túnica mostrando la calavera y la serpiente en su brazo— Grabada en mi piel, me había negado por meses a eso...

—¿Maldición imperius? Tu padre realmente está demente— La voz del menor estaba sonando un tanto grave ante la ira y frustración acumulada.

—También tengo una misión...— Susurro más para él, aún seguía asimilando todo el asunto y seguía pensando como decirle todo a Narcissa.

—¿Y cuál es? Tal vez pueda ayudarte en eso— El Malfoy puso una mano en el brazo del Snape, esto no sería fácil de decir.

—Quiere que los convenza de que entren al círculo, principalmente a Regulus y a ti.

—Entonces entraré— Habló con determinación, no pensaba dejar a su amigo solo en un lugar lleno de idiotas puristas.

—¡No puedes hacerlo! No sabes de lo que son capaces, te prohíbo terminantemente a que lo hagas— Gritó el Malfoy con exasperación.

—¡Entonces terminaras torturado o peor, muerto sí no cumples con eso!— El Snape también había comenzado a gritar.— Dile que lo haré, en verano.

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