Tercer enfrentamiento

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Little Hangleton 3 de agosto de 1979

Ballatrix había despertado completamente desorientada, el cuerpo lo tenía completamente adolorido y sentía que su cabeza iba a estallar en cualquier momento, se levanto de la cama en la que estaba con un equilibrio torpe y un dolor que se extendía por toda su espalda hasta la punta de los dedos de los pies que le hizo volver a sentarse, soltó un jadeo ante sus últimos recuerdos llevando una mano a su vientre ahora plano, su corazón latió fuertemente ante el pánico creciente y su torpeza inminente, sí bien no le agradaba del todo su esposo, su sueño desde niña siempre había sido ser madre, principalmente de un niño para criarlo como un perfecto heredero.

En ese momento Darcy iba entrando a la habitación, sus miradas se encontraron antes de que Bellatrix sin previo aviso comenzará a insultar a la joven mientras buscaba desesperadamente su varita en la habitación en un muy claro intento de herir a la joven Prince.

—Bella, cálmate— Darcy intento ayudar recibiendo un golpe en la mejilla por parte de la Black— ¡Bellatrix Lestrange siéntate ahora!—Darcy hizo una mueca ante su propia orden, era como si intentara calmar a un perro rabioso.

—¿Que mierda le hiciste a mi bebé?— Murmuró la mayor con voz amenazante y furiosa, pocos lo sabían, pero Bellatrix tenía una extraña fascinación por los bebés, la mujer podría no estar en sus cavales pero hasta ella tenía su moral y jamás le haría daño a un bebé.
Darcy miro con cierta lástima a la mayor, se mordió el labio intentando buscar la mejor respuesta, ella no era tan buena dando malas noticias.

—No sabía que estabas embarazada... Después de nuestra fallida misión llegamos aquí mientras tú estabas prácticamente muriendo desangrada y...

—¡Ve al maldito grano!— Gritó Bellatrix sintiendo la frustración y enojo acumularse cada vez más.

—Tuve que realizar una histerectomía para salvar tu vida—Al notar la confusión de la mujer en su rostro ella continúo—Lo lamento Bella, no podras tener un hijo... Nunca...

Tan pronto como mencionó eso último las ventanas de la habitación estallaron en millones de pedacitos ante la furia de Bellatrix, Darcy sintió un escalofrío recorrer su espina dorsal ante la mirada de completa locura de la mayor, podía notarse como la poca cordura que le quedaba  a la Lestrange iba desapareciendo poco a poco, la mirada de Bellatrix se volvía cada vez más sombría y sin vida, dejando solo un brillo de locura y odio, un alma rota.

—Juro por mi magia que tomaré venganza de esto.—La voz quebrada e iracunda de Bellatrix se hizo escuchar, Darcy tembló— Y tú me ayudarás.

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Callejón Diagon 26 de enero de 1980.

Darcy había permanecido en un estrés constante desde el despertar de Bellatrix, la mujer no dejaba de despotricar contra su trabajo tratando de curar sus heridas, contra su vida, la forma en que le haría sentir dolor por lo que había causado y la forma en que murmuraba sola por los pasillos buscando y planeando su venganza contra los Longbottom, los Potters y sobre todo, contra ella, a eso sumando los constantes ataques de ira en lugares públicos en donde los mentalmente inestables Rodolphus y Bellatrix Lastrage terminaban causando desastre y destrucción a su paso en cualquier pueblo y establecimiento a nombre de los mortifagos generando así miedo a la población mágica.

Todo ese estrés se sumaba a la actitud de su esposo, lo odiaba, odiaba a se Severus y su humor impredecible, pero también lo amaba, esas pequeñas muestras de cariño como una flor en el buro de su habitación cada mañana al despertar.
Odiaba el hecho de que se encerrara en su coraza y quisiera realizar todo solo.
Pero amaba su inteligencia, su fuerza, cada uno de los conocimientos y experiencias que el compartía con ella. Odiaba la forma en que podía insultar y llegar a herir con el simple hecho de ser sarcástico, pero también amaba esos comentarios que en algún momento podían causarle una risa incontrolable.
Odiaba cuando discutían y parecía nunca poder ganar una pelea con él, pero amaba cuando su rostro formaba pequeñas arrugas alrededor de sus ojos y mostraba una pequeña sonrisa minúscula dejando ver su perfecto arco de cupido en aquellos labios que ansiaba volver a probar sumando a el aura que parecía rodearlo haciéndolo ver aún más poderoso.
Odiaba cuando ella cocinaba y él ocultaba la comida en una servilleta creyendo que ella no lo notaba.
Pero amaba cuando él se tomaba el tiempo de cocinar para ella y enseñarle cosas nuevas.
Odiaba que hiciera trampa en cada una de sus apuestas.
Pero amaba su gran sentido de la moral y su lealtad. Lo sabía, sabía que ninguna de esas cosas tuviera sentido, pero lo amaba tal y como era.

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