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Era hoy. Los nervios me recorrían toda la piel, a cada rato me miraba en el espejo para acomodarme la camiseta o buscar algún defecto para así arreglarlo y despejar un poco mi cabeza. Miraba el teléfono en todo momento deseando que la hora pasara más rápido, pero los minutos parecían no avanzar más y eso me desesperaba.

Hoy jugaba Argentina contra México y sería el primer partido de la selección en el mundial que presenciaría, después de la derrota contra Arabia me encontraba demasiado nerviosa. No me malinterpreten, confiaba ciegamente en la selección y sabía que iban a dar lo mejor de ellos al igual que siempre, que no nos iban a decepcionar y que una derrota no definiría todo lo que iba a pasar después. Pero al igual que cualquier hincha o cualquier argentino, el miedo me colapsaba.

─¿Estás lista? ─Joaquín apareció al frente de mi puerta, llevaba puesta la camiseta oficial de la selección y oficialmente podría declararme fanática de cómo se le veía puesta. En sus manos tenía las llaves del auto, su teléfono y su billetera.

─No pará, me estoy haciendo pis ─entré corriendo al baño pero no pude orinar a pesar de tener ganas de hacerlo. Lavé mis manos y me miré al espejo, había decidido llevar el pelo suelto y una colita en la muñeca por el calor que hacía. Al igual que Joa yo llevaba la camiseta oficial de la selección y me había pintado una banderita con brillos en el cachete.

─Dale amor o va a empezar sin nosotros.

Fui a buscar la bandera que había dejado preparada arriba de la cama y lo hice salir corriendo mientras me daba su teléfono y su billetera para guardar en mi bolso. Si había algo que me causaba más miedo que perder, era perderme el partido por la culpa de mis nervios.

─¿Posta te vas a llevar una bandera de boca al partido? ─empezó a reírse mientras hacía arrancar el auto.

─Obvio, ¿Qué tiene? ─me encogí de hombros y empecé a sacudir la bandera─. De boquita a Qatar papaaaá.

Conectó su teléfono al auto y subí el volúmen al tope cuando comenzó a sonar She don't give a fo de duki. Fácilmente podría decir que es una de mis canciones favoritas y Joaco sabía eso, sonrió enseguida y comenzó a cantar con fuerza.

Soy un yonki loco por su coca, aprovechá mis horas que son pocas, cuando crucemos esa puerta mi loca te vas a hacer la que nada de esto te importa...

─Y termino de nuevo con otra, ya ni quiero sacarle la ropa ─lo seguí con una sonrisa─. Dejé de darle beso' en la boca QUIERO A LA REINA NO UN CUATRO DE COPAS.

La canción continuó entre sonrisitas y miraditas coquetas por parte de los dos. Amaba compartir momentos así con él, más sabiendo que aquella era nuestra canción y que la sentía tanto como yo.

Y si te digo que esta pena que siento solo me la pueden sacar tus besos ─frenó el auto y se acercó a mí cantando─. Y si te digo que puedo morirme feliz mientras sea culpa de tu sexo.

─Y si te digo que el resto nos mira como si estuvieran odiando lo nuestro ─empecé a acercarme a él y noté por primera vez el brillo de sus ojos mirando los míos─. Y veo en tu cara que no te importa nada como si hubieras nacido pa esto ─terminamos de cantar los dos al mismo tiempo.

Nos miramos a los ojos por unos minutos que para mí eran una eternidad. Su cálida y sincera mirada me atrapaba como la primera vez, una pequeña sonrisa se dibujó en sus labios y acarició mi mejilla para luego depositar un beso en mi frente. Sonreí.

Llegamos a la cancha y se escuchaban los fuertes cantos de la hinchada, tenía la piel erizada a penas poner un pie en el estadio. Joaquín me agarraba de la mano mientras me guiaba entre la gente y de vez en cuando me retaba por unirme a los festejos, porque estábamos llegando tarde por mí culpa. Por suerte faltaban unos minutos para que empezará el partido, pero ya todos estaban comenzando a sentarse porque los jugadores pronto iban a salir a la cancha.

A lo lejos pude divisar a Antonela con los nenes así que fuimos directamente hacia ellos, primero la saludó Joa y se fue con otras personas para saludar también, o eso supuse. Al verme, Anto dio un pequeño saltito y corrió a abrazarme, fue un abrazo un poco largo y cálido. No la había visto hacía algún tiempo y la había extrañado demasiado, al igual que a Lío y los nenes.

─¿¡Cómo estás hermosa!?, ¿Por qué no avisaste que venían? ¡Te hubiéramos ido a buscar! ─soltó eufórica mientras besaba mi cara y me abrazaba por cortos lapsos de tiempo. Reí con ternura ante su intensidad.

─Tranqui Anto, Joaco me fue a buscar y acá estamos. Quería que sea sorpresa ─admití con una sonrisa─. ¿Y mis bebés? Los vi recién, no sé a dónde están ahora.

─Pensé que el Tucu y vos se habían separado ─hizo una mueca y rió─. Ciro te tenía un regalito así que Mateo y Thiago lo acompañaron a buscarlo pero no les digas que te dije.

─Es complicado Anto, después te cuento que ahí viene ─Joaquín volvió a donde estábamos nosotras, al parecer él tampoco le había dicho a nadie que iba a venir y ahora todos pensaban que habíamos venido juntos por sorpresa.

Nos sentamos los tres para esperar a los pequeños Messi y mientras hablábamos con Anto, Joaco acotaba de vez en cuando o se quedaba usando su teléfono al lado mío para dejarme hablar con mi amiga. Sabía que estaba un poco incómodo y que las cosas con Antonela estaban tensas también, les agradecía a los dos por estar tranquilos en este momento.

De repente unas manos chiquitas taparon mis ojos y sonreí instantáneamente. Escuché unas risitas del Tucu y de alguno de los nenes mientras se cuchicheaban algunas cosas inentendibles entre ellos.

─¿Quién soy? ─escuché la tierna voz de Thiago detrás de mi mientras todavía tapaba mis ojos.

─Mmm... No sé, ¿Alguno de mis sobrinos favoritos? ─escuché un sí por respuesta y decidí molestarlo un ratito─. ¿Benjita?

─¡No! ─soltó enojado sin sacar sus manitos y solté una carcajada.

─A ver, ¿Thiaguito?

Soltó de repente mi cara y se tiró encima mío para brindarme un fuerte abrazo, lo abracé y empecé a besar sus cachetitos diciéndole lo mucho que lo había extrañado. De repente Mateo dejó de hablar con Joaquín y corrió hacia mi dirección, empujó a su hermano diciéndole que él era mi favorito y se tiró a mis brazos entre risas.

Busqué a Ciro con la vista y no lo encontré con sus hermanos, estaba escondido atrás de Anto con una carita de timidez. Bajé con cuidado a Mateo y moví mis brazos hacia Ciro para que viniera hacia mi, a diferencia de sus hermanos, vino caminando con vergüenza y me dio un pequeño abrazo. Lo levanté entre mis brazos y empecé a hacerle cosquillas en su pancita mientras que le daba besitos por toda su cara y lo escuchaba reír.

─¡Hola amor mío! ─saludé emocionada─. Te extrañé mucho, ¿Sabías?

─Hola tía, yo también te extrañé mucho ─me dio un besito en el cachete rápido y observé cómo sus mejillas se tornaban de un color Rojo intenso─. Tomás, este es para vos. Mamá me ayudó a hacerlo ─sacó de su bolsillo un collar de fideitos pintados con los colores de boca y casi me pongo a llorar, de inmediato lo puse en mi cuello y una enorme sonrisa se dibujó en su carita.

─Es el mejor regalo que me dieron en mi vida ─le di un beso en el cachete y nos envolví con mi bandera de boca─. Vamos boquitaaaa.

─¡Vamos boquita! ─gritó contento.

─Después dice que nos ama a todos por igual ─comentó Mateo cruzado de brazos.

─Ay no te pongas celoso ─le saqué la lengua.

─Cuando vos eras bebé cómo Ciro ella era igual con vos y Thiago y Benja se ponían celosos de vos ─comentó Antonela y le hizo upa para ver el partido.

─Es verdad eso, y eso que el cuti todavía no le presentó a Valen ─rió Joaquín sacudiendo el pelo de Thiago, quien estaba sentado al lado de él comiendo un chupetín que el Tucu le había dado.

Negué con la cabeza divertida y seguí jugando con Ciro hasta que anunciaron la salida de los jugadores a la cancha. De inmediato todos nos pusimos de pie y el estadio reventó en gritos de alegría de los argentinos cuando la selección se hizo presente en el verde césped.

Rivales ||Enzo Fernández ✓Donde viven las historias. Descúbrelo ahora