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—¿¡A quién poronga se le ocurrió hacer esto!? —grité aterrorizada, al lado mío estaba Leandro quién soltó una carcajada al escucharme.

—¡A tu hermano! —gritó para que yo lo escuche.

Estábamos los dos enganchados de un arnés, Nicolás había dado la maravillosa idea de hacer algún tipo de salto al vacío y no sé cómo había logrado convencernos a todos. Mi corazón latía a mil por hora, capaz que si saltaba me daba hasta un paro cardíaco. Miré hacia abajo y solté otro chillido pegándome a Leandro.

—¿¡Y cómo se les va a ocurrir estar de acuerdo con Nicolás!? ¡Es un pelotudo! —lloriquee en los brazos de mi mejor amigo, quien se seguía riendo de mi reacción.

—Vos fuiste la primera en estar de acuerdo, nos hiciste convencer a todos.

—¡Pero yo soy otra pelotuda, no tendrían que hacerme caso! —me defendí rápido—. ¡Tengo vértigo, me voy a morir!

—¡No te vas a morir, exagerada! —escuché la voz de Nico atrás de mi.

—Salten o los empujo —amenazó Joaco cansado.

—Cerra el opi pa, van a saltar cuando se les cante —nos defendió Enzo y sonreí. No los veía pero seguramente él estaría con una de sus sonrisas mientras Joaquín lo miraba mal y Nicolás se reía.

—Chupamedias —escuché decir a De Paul y todos rieron, incluso yo que estaba cagada las patas.

—Tini, Tini, Tini. Mua —canturreó Enzo y Rodrigo no volvió a mencionar palabra, en cambio se acercó a mi y a Leandro—. Mira morocha, si saltas después va a ser peor porque la vas a pensar más y te vas a torturar más, además estás con Leandro, ¿Vos te pensas que va a dejar que algo te pase? Se va a cagar a piñas en el aire con la montaña por vos, no hay nada que temer —intentó calmarme tranquilamente.

—Cuando estés segura salgamos —Lean besó mi cabeza y suspiré.

Enzo tenía razón, si la seguía pensando iba a terminar llorando en los brazos de Leandro hasta que nos fuéramos y no dejaría que los otros disfrutaran. Respiré hondo y me liberé de los brazos de Lean para entrelazar nuestras manos y me dio un asentimiento de cabeza mientras esperaba que yo dé el paso.

Los dos corrimos hasta la orilla y cerré los ojos cuando dejé de sentir el suelo abajo de mis pies. Escuché a Lean pegar un grito y empecé a respirar entrecortado sin soltarlo todavía.

—¡Mirá lo que es eso Agus, abrí los ojos!

Hice caso a mi amigo y los abrí, estábamos rodeados de árboles mientras seguíamos cayendo, solté un grito al que acompañó Leandro y empezamos a reír. La adrenalina me recorría el cuerpo y empezamos a ir de un lado a otro así que tuve que soltar la mano de Leandro. Nos cruzamos una que otra vez y nuestros gritos se escuchaban fuerte, el paisaje era hermoso pero tampoco era algo que se podía apreciar muy bien mientras rebotabas con el arnés y encima cerrabas los ojos a cada rato.

Nos subieron con cuidado y cuando nos sacaron los arneses me dejé caer en el piso. Había sido una gran experiencia pero no quería hacer algo como eso nunca más en mi vida.

—¿La pasaste mal? —preguntó Enzo tirándose al lado mío, él había saltado con Julián antes que Lean y yo, y ahora estaban por saltar Nicolás y Joaquín.

—Del uno al diez no quiero hacer eso nunca más —admití y río.

—Si hubieras estado conmigo te habría convencido de tirarnos antes —levantó las manos y lo miré.

—Ni me lo digas, ese salto me dio unas ganas de vomitar tremendas —hice una mueca y rió.

—Te invito a cenar —soltó de repente y lo miré extrañada—. Si te da cosita ir solos podemos ir con Julián. Parece que se llevan bien.

Rivales ||Enzo Fernández ✓Donde viven las historias. Descúbrelo ahora