EPÍLOGO

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Los jadeos se escapaban de mi boca, mi cuerpo estaba sintiéndose cada vez más agotado a medida que el tiempo avanzaba. Para mí suerte no era la única, Enzo se veía de la misma manera con las gotas de sudor que se desplazaban por su frente, lo peor de todo era que seguía viéndose tan bien aún en ese momento...

¿Cómo es siquiera posible que todavía pueda seguir? Admiraba la resistencia de mi prometido pero ya estaba cansada, había pasado un largo rato y todavía no habíamos terminado.

—Dale amor, sos re pajera nena. Corré más rápido —se quejó mientras parecía ganarme en la carrera a la que él mismo me había metido.

—¡Vos sos el futbolista, no yo! —grité intentando seguirle el paso, pero todos mis intentos fueron en vano.

—¡Y vos estás consagrada como una de las mejores patinadoras del mundo así que mové esas lindas piernas que tenés!

No podía creer lo que estábamos haciendo, si bien todos los días nos levantábamos temprano para salir a correr juntos, ahora debería estar con mis damas de honor como toda novia loca dando diez mil órdenes. No corriendo de la forma en la que lo estaba haciendo, mi boda era tan solo en unas horas y mi futuro marido no me dejaba ser libre de mandonear a todos como maniática.

Después de haberlo obligado a comprarme media docena de facturas me llevó al hotel y se quiso quedar para chusmear mi vestido, habían algunas cosas que todavía no cambiaban a pesar de todos los años.

—¡Ay nena, estás toda pegajosa! —se quejó Valentina y reí en voz baja cuando intentó encerrarme en el baño para que me duchara.

—Por lo menos se hubieran aguantado hasta la luna de miel che —bromeó Tini y rodé los ojos.

—Me hizo correr en el día de mi boda, me parece que ya me quiero divorciar.

Después de bañarme y ser la que recibía órdenes por mis damas de honor locas, por fin tenía el vestido puesto. Benja me había ayudado a elegirlo ya que mi mamá todavía no había llegado a Inglaterra para entonces, Valen y yo habíamos elegido un hermoso vestido rosa palo para Oli y ellas usaban vestidos color azul rey. Se veían realmente hermosas.

—¿Puedo pasar así me robo a la novia antes de que sea demasiado tarde? —escuché ese acento cordobés y una instantánea sonrisa se dibujó en mi rostro.

Paulo se acercó a mi y me dió un fuerte abrazo que acepté gustosa, habían pasado dos años desde la última vez que lo ví y no había cambiado en lo absoluto. Vi cómo le hizo un par de señas a las chicas y agarró mi mano para empezar a estirarme hacia afuera.

—¿Qué pasa?

—Tengo una sorpresita para vos, amor de mi vida.

Bajamos las escaleras corriendo y yo reía como una adolescente después de hacer diez cagadas diferentes con su mejor amigo, me llevó hasta la salida del hotel y fruncí el ceño cuando me alzó a upa y me tiró adentro de un auto.

—¡¿Paulo qué mierda hacés?! —grité histérica y no había notado hasta ese momento que Nicolás, Emiliano y Leandro estaban adentro del auto esperando.

—Una vez te prometí que te íbamos a secuestrar el día de tu boda, solo estoy cumpliendo mi promesa —se encogió de hombros con una sonrisita divertida y miró a los chicos—. ¡Nos vamos al Caribe muchachos!

Empecé a reírme como una pelotuda y entonces caí en cuenta de que literalmente me estaban secuestrando a unas horas de mi boda, Enzo me iba a matar.

Miré a todos lados confundida cuando paramos al frente de un viejo edificio que se veía como un palacio de cuento de hadas, en realidad no entendía nada. Leandro, Emiliano y Nicolás bajaron del auto sin mencionar ninguna palabra y Paulo me abrió la puerta estirando su brazo.

—Esto no se parece en nada al Caribe.

—Técnicamente sí te traje al Caribe —se defendió ofendido y señaló con su cabeza el edificio. Ahí fue cuando noté el enorme letrero que decía "Caribe" así se llamaba.

Paulo entrelazó su brazo con el mío y los dos entramos al edificio, la música me aturdió y me sentí completamente desconcertada cuando noté que estaba lleno de conocidos. Mi mamá estaba ahí, Neymar, e incluso los Messi que habían dicho que no iban a poder venir.

Fruncí el ceño cuando ví a Sergio parado en un altar y a su lado estaba Enzo, si bien mi papá del corazón había logrado superar su enfermedad, me había dicho que no estaba en condiciones de hacer un viaje en avión hasta Inglaterra.

No entendía nada, todos me habían mentido.

Paulo caminó conmigo hasta el altar con una enorme sonrisa de emoción y besó mi frente antes de entregarme con Sergio, quien me abrazó y dió los últimos pasos que me llevaron a estar frente a Enzo.

—Elegiste bien —sonrió Paulo y golpeó de forma amistosa el hombro de Enzo para posicionarse a su lado, porque era el padrino de la boda—. Te vas a casar con la mujer más maravillosa y te felicito hermano.

Los aplausos inundaron el lugar cuando pude reaccionar y sonreír, habían planeado todo esto para mí y fui tan ilusa que no me di cuenta de lo que estaba pasando. Era obvio que Paulo no iba a secuestrarme literalmente el día que supone ser el más importante de mi vida.

La ceremonia concluyó y fue bastante rápido para mí, teniendo en cuenta que estaba totalmente distraída admirando a mi ahora esposo. Siempre había sido mi debilidad ver a Enzo con traje y este día no había sido la excepción.

A mitad de la celebración, mi marido y yo nos dirigimos a Benjamin con un sobre y sonreí emocionada cuando lo abrió. Sus ojitos se iluminaron casi al instante y supe que estaba tan feliz como yo.

—¿Esto es..

—Son los papeles de adopción —asentí respondiendo a la pregunta que él no pudo terminar de hacer—. Ahora es oficial Benja, soy tu mamá.

El adolescente de ahora quince años se tiró a mis brazos y empezó a llorar de felicidad, yo intenté no hacerlo para no correr mi maquillaje y Enzo se unió al abrazo con la pequeña Oli. Este día había sido realmente perfecto.

—Miren que cuando tengan un bebé yo quiero ser el padrino eh —reclamó Paulo y Leandro lo golpeó en la cabeza.

—¡Yo voy a ser el padrino, vos ya la llevaste al altar!

—¡Y qué me importa, yo voy a ser el padrino!

—¡No Paulo, no podés ser todo!

Enzo agarró mi mano y los dos salimos corriendo a los jardines del edificio, lejos de todos ahora estábamos solamente nosotros dos. Cómo siempre había sido, él y yo.

—Que hermosa se ve hoy, señora Fernández —habló coqueto y besó mis labios después de hacerme dar una vueltita—. Sos mi sueño más lindo hecho realidad, ¿Sabías?

Sonreí y me acerqué a él para unir su frente con la mía y agarrar sus manos.

—Te amo, Enzo Fernández.

—Y yo te amo a vos, Agustina Fernández.

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Procedo a subir esto porque me parece algo hermoso que era muy necesario y espero que les guste!

Nada, para agregarle un poquito más de alegría y nostalgia al ambiente jaja.

Rivales ||Enzo Fernández ✓Donde viven las historias. Descúbrelo ahora