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El timbre sonó y limpie rápido mi cara para prender el teléfono y ver la hora, eran las cuatro de la tarde así que no estaba muy segura de abrir la puerta. Le había pedido a los chicos que regresaran tarde y como confiaba en su palabra, sabía que lo iban a hacer. Qatar no era el lugar más seguro del mundo para nadie, pero aún así estaba en un lujoso hotel donde se suponía que debía haber buena seguridad, no dejarían entrar a cualquiera y eso me reconfortaba un poco.

Abrí la puerta para encontrarme con la más dulce imagen pero aún así, una que logró destrozar mis paredes por completo y nuevamente estalle en llanto.

Enzo estaba parado atrás de la puerta con una de sus maravillosas sonrisas y sostenía un lindo ramo de flores en su mano izquierda mientras que en la derecha tenía una bolsa de mandados, todavía tenía la remera de la selección sucia. Supuse que ni siquiera se había cambiado y había salido directamente para acá.

Cuando vio mi cara, su sonrisa desapareció y su rostro cambió rotundamente a uno de total preocupación, soltó la bolsa que cayó al piso y sin importarle nada corrió para envolverme en sus brazos.
Sentirme contenida por él hizo que me sintiera aún peor, empecé a llorar en su pecho mientras él acariciaba mi cabeza sin decirme nada, sabía que no tenía nada para decir y agradecia eso, mi mente no me hacía sentir digna de sus palabras.

—¿Qué hacés acá? —pregunté hipando, no lo había soltado y tampoco él a mi. No sabía que necesitaba un abrazo hasta que Enzo Fernández llego a tocarme el timbre.

—Estaba preocupado por vos, no respondías los mensajes y tampoco fuiste al partido —soltó un suspiro y bajó la mano que tenía acariciando mi cabeza hasta mí espalda, y ahí empezó a proporcionar leves caricias—. Digamos que vos no fuiste a festejar con nosotros como siempre, así que yo vine a festejar con vos.

—Perdón por no haber ido para apoyarlos —solté sintiéndome culpable por mi falta con ellos.

—¿Sos joda? Mira cómo estás Agus, no me importa que no hayas ido —fue él quien rompió el abrazo y limpió mis lágrimas con una carita triste—. Lo que me importa es saber quién te hizo esto —noté que se había tensado, no sabía lo que estaba pasando por su cabeza pero definitivamente no era para nada bueno.

—Nadie Enzo, quedate tranquilo —intenté sonreír, pero no pude.

—Si Joaquín te hizo algo yo te juro que ahora mismo voy y le parto la...

—Nadie me hizo nada, tranquilo —lo corté y noté que se había tranquilizado un poco, luego miré el ramo de flores en su mano, estaban un poquito aplastadas—, ¿Y esas flores?

—Se supone que eran para vos —rascó su nuca y soltó una risita—. Pero creo que ya no sirven.

—Son perfectas —agarré el ramo de flores y se cayeron algunos pétalos al piso, pero no le tomé importancia—. Gracias.

Salió nuevamente y agarró la bolsa que antes había tirado al piso, volvió y la abrió mostrándome lo que había en su interior; muchos paquetes de gomitas, confites de chocolate y barras de chocolates.

—¿Y eso? —levanté una ceja y me dedicó una linda sonrisa.

—Bueno, lo compré porque había planeado quedarme acá con vos y como siempre me como todo, quise traer algo rico para que compartieramos —se encogió de hombros explicando su plan para el día y después hizo una mueca—. Aunque ahora creo que es mejor que me vaya. Si de por sí nunca me soportas, no me imagino ahora.

—No —le pedí rápido y agarré su mano, su rostro pareció iluminarse y se esforzó por intentar ocultar una sonrisa que amenazaba con salir—. Quiero que te quedes conmigo, por favor.

Rivales ||Enzo Fernández ✓Donde viven las historias. Descúbrelo ahora