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Leandro iba tapando mis ojos hacían ya cinco minutos aproximadamente, habíamos salido de la zona de juegos y me habían llevado a otro lado aunque no estaba muy segura de ello, como ya había notado antes este lugar era enorme y estaba segura de que no habíamos salido.

Al fin iban a llevarme donde su dichosa sorpresa porque a Nicolás casi se le escapa entonces ya peligraba toda la misión según Paulo y Leandro. Me habían hecho jugar por horas a los bolos para enseñarme porque la verdad no tenía idea de que hacer.

Lean al fin había conseguido ganarnos en algo y eso fue el básquet así que ya estaba de buen humor y sus ganas de atropellarme con autitos de juguete por fin habían disminuido un poco.

—Uno, dos... —empezó Nico y no sabía que hacer, ¿Ya habíamos llegado? No lo sabría, porque no podía ver un carajo.

—Tres —finalizó Paulo y Lean me destapó los ojos.

Al ver lo que tenía frente a mí sentí pánico y los recuerdos empezaron a golpearme como si fueran cachetadas, di unos pasos hacia atrás y Lean me agarró del brazo con una mirada de compasión.

—¿Por qué me trajeron acá? —pregunté alarmada e intenté que Leandro me soltara el brazo, cosa que no funcionó.

—Porque ya es hora de que lo aceptes, Agus —dijo Paulo intentando acercarse a mi, pero retrocedí.

—No, yo no quiero entrar ahí —me negué y por fin Lean me soltó.

—A ver —Nicolás se acercó a mí con una mirada de dolor—. Vas a entrar ahí, te vas a poner esos patines y vas a dejar de romper las pelotas, ¿Me escuchaste? Porque yo extraño a mí hermana y vos me la tenés que devolver quieras o no, yo voy a patinar con vos si hace falta.

No me gasté en negarme o discutir con ellos, Paulo entrelazó mi mano derecha con la suya en señal de apoyo y Leandro la izquierda, mientras que Nicolás pasaba primero y después pasábamos nosotros tres atrás de él.

El frío tocó mis tobillos y cerré los ojos con fuerza, no había hecho esto desde la última vez, hace dos años.
La pista de hielo brillaba con las luces blancas y me sentí como si tuviera 15 años otra vez, cuando entré a mi primera competencia y perdí pero a quién le importa, era mi primera competencia.

Nicolás trajo cuatro pares de patines, agarré los más chiquitos y me los coloqué con el mayor cuidado posible, a diferencia de los chicos que lo hacían a lo más brusco como cualquier cosa que ellos hicieran.

—Yo no sé patinar —avisó Paulo un poco asustado una vez que pudo colocarse bien los patines.

—Yo tampoco pero si esta tontita aprendió entonces no debe ser tan difícil —dijo Nico intentando levantarle el ánimo al cordobés—. Si no sabe ni cuánto es dos más dos.

Nicolás fue hasta la pista arrastrando los pies y a penas las cuchillas tocaron el hielo, acabó de jeta en el piso y solté una carcajada en forma de burla, quizás no sería tan malo intentarlo si después de todo quería retomarlo cuando el mundial finalizara.

Le di la mano a Paulo para entrar a la pista, hace años le había enseñado lo básico a Leandro así que sabía que él si iba a estar bien. Dicho y hecho, el ojiceleste entró a la pista con una sonrisa arrogante y empezó a patinar para hacerle burlas a mi hermano. Después lo agarró de la mano y lo empezó a guiar.

—Bueno, ya tenés equilibrio así que te voy a soltar, ¿Sí? —le pregunté a Paulo para saber si se sentía listo y me dio un asentimiento de cabeza así que lentamente lo solté y mantuvo el equilibrio a la perfección—. Muy bien joyita, veo que no solo el fútbol se te da bien.

Rivales ||Enzo Fernández ✓Donde viven las historias. Descúbrelo ahora