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—Decime que es una joda de mal gusto.

Escuché una voz masculina a lo lejos y luché por abrir los ojos, se me partía la cabeza y sentía que en cualquier momento se me iban a salir los ojos de la cara. Cuando logré recuperar el sentido, me di cuenta de que unas manos rodeaban mi cintura y que seguía en el piso. Me empezó a doler la espalda y sentí algo duro contra mi cara.

Me horrorice al ver que estaba dormida en el pecho de Enzo y que las manos que me abrazaban eran las de él. Intenté mirar por la sala, estaban todos tirados ahí, Paulo estaba sentado en una silla con medio cuerpo arriba de la mesa, Julián estaba arriba de un sillón, Leandro, Lisandro, Martina y Rodrigo estaban hechos un pilonsito en el suelo y entonces busque a Nicolás.

Me horroricé más al ver con quién estaba mi hermano. Nicolás estaba parado al frente de Joaquín discutiendo vaya a saber qué cosa, cuando me miró sus ojos estaban rojos y parecía estar realmente enojado. No entendí por qué hasta que Enzo se acomodó y caí en cuenta de que había amanecido durmiendo en sus brazos y eso a mi novio seguramente no le hacía mucha gracia.

—Ah, mirá vos nomás —comentó irónico y alzó las manos, rápidamente me levanté y caminé hasta ellos—. Al fin se digno a despertar la princesita, ¿No?

—Tené mucho cuidado con cómo le hablas a mí hermana porque se me va a olvidar que vos y yo somos amigos —lo amenazó Nicolás apuntándolo con su dedo índice.

—Nico andá tranquilo, yo hablo con él —lo abracé por la espalda y estaba tenso, parecía una verdadera muralla.

—No, yo me quedo y lo aceptás o despierto a Leandro —me amenazó a mí ahora y lo miré ofendida—. Mirá Agustina, yo ya me enteré de muchas cosas que involucran a Joaquín pero no me quise meter porque no me las dijiste vos, así que ahora me voy a quedar acá —asentí.

—¿Dónde estabas? —pregunté poniendo las manos en mis caderas, Joaquín soltó una risa sarcástica y levantó una ceja.

—¿Dónde estaba yo? No parecías muy preocupada por eso mientras dormías en los brazos de ese pelotudo —reclamó repitiendo mi acción.

—¿Ah sí? Ese pelotudo como vos lo llamás, me estuvo cuidando toda la noche mientras vos estabas de gira quién mierda sabe dónde —hablé yo, Nicolás se había puesto al lado mío listo para saltar cuando hiciera falta.

—¿Encima lo defendes? Te habrá garchado bien entonces —se burló y no lo aguanté más. Me acerqué a él y le metí un cachetazo que le hizo girar la cara, se sobo un poco la cara y me miró histérico. Mi mano había quedado marcada y Nicolás estaba apretando la mandíbula con fuerza—. ¿Me estás jodiendo?, ¿Me vas a pegar para defender a ese?

—¿Sabés que sí? Estoy harta de tener que aguantarte Joaquín, harta —solté como una lunática y alcé mis dos brazos—. Estoy harta de creerte todas las veces que me prometiste que ibas a cambiar. Estás podrido Joaquín, y no voy a dejar que me pudras a mí con tu veneno.

—Vos a mí no me vas a dejar, ¿Quién te va a amar como yo lo hago? Decime a ver, ¿Quien se va a bancar a una pendeja caprichosa, inmadura y rencorosa? —rió con cinismo y sacudió su cabeza—. Yo te amo, y si sigo acá con vos después de todo es porque te amo.

—Estás loco Joaquín —suspiré intentando ahuyentar las lágrimas de mis ojos, sus palabras realmente habían logrado herirme. Él sabía justo dónde pegarme—. Te desapareces y apareces cuando se te canta, ¿Y te pensas que yo voy a estar acá feliz esperándote?

—Mínimo esperaba que me seas fiel.

—¿¡Vos me venís a hablar de fidelidad!? No me jodas, quién sabe cuántas veces me habrás gorreado con la primera que se te cruzó —solté con asco, había estado guardando por demasiado tiempo aquellas palabras, y ya no podía soportar sus humillaciones—. Tuve que haberte mandado a la mierda a la primera que me hiciste pero no, la boluda siguió o y siguió perdonandote a pesar de todo lo que le hacías. Esta vez me pongo a mí primero y te digo que esto se acabó, para siempre.

Rivales ||Enzo Fernández ✓Donde viven las historias. Descúbrelo ahora