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Ámbar.
La mañana se me va en una clínica de maternidad, una nueva de aquí de Sydney. Y aunque es ya la quinta clínica a la que asisto, la opinión de este ha sido la misma que la de los otros doctores... Pero los bebés se mantienen estables, sólo debo aumentar un poco más el descanso, seguir la nueva dieta y no saltarme las vitaminas y todo eso.
Pero puedo con ello.
Afuera del lugar me espera una de las camionetas de la casa a la cual subo de piloto dejando la carpeta nueva y las viejas en el asiento de al lado, junto a mi cartera. Enciendo el auto, pero no arranco hasta que la pareja que también sale de la clínica crucen la calle, y no lo hacen muy rápido; ella está sobre los ocho meses quizás y al parecer algo adolorida por lo que su pareja le ayuda con su bolso mientras trata de que se apoye en él al mismo tiempo que con una mano me pide a mí que espere.
Pegando mi mano al cristal «Porque es la única forma que con el polarizado del auto logre ver algo» le hago señas para que no se preocupe, y él se centra entonces en su mujer.
Ledeo levemente mis labios en una sonrisa viéndolos pacientemente hasta que dejan de estar en mi camino y arranco. A todas las clínicas dónde he ido casi todas las mujeres esperan sus turnos con sus parejas... A mí sólo me hacen recordar mi embarazo con Mía.
El interés casi excesivo de Damián, todas las veces que me llevaba de la mano o rodeándome la cintura y aminorando sus pasos para no acelerar los míos, nunca me dejó ir sola a una cita... Ha sido un poco diferente este embarazo; justamente la única que me ha acompañado a alguna cita ha sido Mía, y no me quejo en lo absoluto...
Sólo se siente algo... ¿Solitario?
«No, es incluso lo mejor». Me afirmo antes de apagar el motor frente a la casa.
Hay dos guardias en el jardín delantero y quedan viendo el auto a la espectativa, así que me inclino un poco para coger las carpetas tomándome unos segundos para guardar los resultados nuevos dentro del folder viejo, para luego tomar mi bolso y salir.
Ya casi es medio día, y sé que Hansel ha de estar desesperado por las llamadas que me ha hecho y no he contestado, así que apresuro el paso y entro a la casa trás cruzar el jardín y el pórtico. Adentro el silencio reina, ahora sin Damián en la casa los enfermeros que le habíamos contratado tiempo atrás se han tomado tiempo libre, y en el lugar sólo se queda una; la misma chica que está aquí desde que llegué.
Duerme en la casa de al lado y es quien se encarga de cuidar a los niños y mantener el lugar. Y por el silencio supongo que ha de estar en la cocina y los niños de seguro entretenidos en algo, así que sin más empiezo a subir las escaleras.
—¡Hey!—me intercepta Hansel casi tan pronto como me ve llegar al segundo piso. Con mala cara volteo a mirarlo, y listo para salir, no se cohibe al acercarse.—Tengo toda la mañana esperándote.—reclama.
—Lo siento.—murmuro pasando por su lado con rumbo a la habitación.—Esto también era importante.
—Lo sé.—me sigue.—Ya me dijo Anya que te fuiste a un chequeo prenatal.—asiento entrando a la habitación principal.—¿Por qué no me dijiste nada? Pude haberte acompañado.
Me detengo poniendo mi bolso en un sofá y él me rodea para mirarme con una sonrisa.
—¿Qué te dijeron? ¿Todo está bien?—trata en un reflejo de quitarme la carpeta que sostengo, y con la misma rapidez me la llevo hacia atrás.

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Mil razones
SonstigesEra imposible escapar de la bestia, era imposible amar a la bestia; todo esto ella lo rectificó. Cayó en sus agarras y amó estar allí, pero las mentiras dañan, hieren y destrozan. Las mentiras y traiciones hicieron de las paredes sólidas de su amor...