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Ámbar.
Parada frente a la cuna, mis ojos no se quitan del par de bebés que duermen juntos «Me cuesta dejar de verlos». Acabo de llegar a casa, me encuentro feliz de volver, de ver a mis hijos, de poder abrazarlos a los tres después de tanto tiempo.
Estoy contenta de estar bien y que ellos lo estén, abajo y fuera de la habitación, escucho risas infantiles suaves y divertidas, escucho el murmullo de conversaciones alegres de mi familia, y no puedo sentirme más afortunada.
Pero aún así, siento que su ausencia es un hueco gigantesco, y en el rostro de mis bebés intento buscarlo... Aunque al final me resulta contraproducente, porqué definitivamente no lo hallo, y sus minis copias, sólo me hacen sentir el peso de sus palabras antes del transplante:
“Serán muchos días”.
Y lo han sido, en los términos que él temía, lo han sido, porqué sus bebés parecen haberse saltado sin remordimiento por nosotros, la etapa de recién nacidos, aunque aún no cumplen el mes.
Me causa pesar haberme perdido, y que en parte él también lo hiciera, tanto tiempo desde el primer segundo, con ellos. Pero soy feliz, y estoy agradecida, que estén tan bien, que parece que nunca estuvieron en peligro.
Estoy feliz de qué a pesar de que me perdí los primeros días, dónde parecieron crecer de forma imparable, finalmente me encuentro de frente y sin el tiempo contado, del pequeño par de bebés qué parecen bolitas de grasa, de lo gorditos que están.
Supongo que la escasez prematura de leche, considerando el montón que habíamos guardado, ha valido la pena.
Sonrío, acariciando la barriguita de Damón que se sobresalta aún estando dormido «Hasta eso le sacó al papá». No se despierta y enseguida vuelve a chupar, pero me toca alzar a Demián, que con el sobresalto de su hermano, recibió un manotazo de este en el chupón, y la mueca de llanto se tarda un par de segundos, pero la hace.
Y por eso «y porqué ya moría de ganas», es que lo cargo, acunandolo para evitar que suelte el llanto, despierte a Damón y la casa vuelva a perder la armonía que me costó regresarle hace un rato.
Con él en los brazos, me doy la vuelta al oír la puerta abrirse, encontrándome con Amelie, cuando pasa con cuidado y me sonríe alegre y divertida.
—Tengo la impresión de estar frente a niña que acaba de recibir juguetes nuevos.—ensancho la sonrisa y pongo los ojos en blanco, haciéndola reír.
—Iba a llorar.—me excuso, sentándome en la cama con los ojos en mi bebé chiquito.
—Como siempre que puede.—responde divertida y yo frunzo los labios sin poder objetar.
Se sienta a mi lado, acariciando la cabecita del bebé, al tiempo que me entrega un vaso de jugo.
—Me alegra que por fin puedas estar con ellos.—me sonríe sincera, y yo lo hago de vuelta.
—No te imaginas lo feliz que estoy yo.—confieso, mirando de nuevo a mi bebé.—Me parecen tan ireal de repente.—confieso con una sonrisa divertida, mirando hacia la cuna de Damón también—Siento como sí nunca me lo creí realmente, y ahora que los tengo es...
Ella ríe, poniendo una mano en mi espalda.
—Te lo mereces.—me dice y es mi pecho el que recibe eso, poniéndome a sonreír con conmoción.
Bufo conmocionada, negando y volviendo a bajar la vista hacia mi bebé.
—Siento que ha pasado muchísimo en estos últimos años, y te juro por Dios que mirarlos me hace sentir como sí encontrara paz... Cómo un punto de control desde donde puedo ver que he logrado demasiado pese a todo.
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Mil razones
De TodoEra imposible escapar de la bestia, era imposible amar a la bestia; todo esto ella lo rectificó. Cayó en sus agarras y amó estar allí, pero las mentiras dañan, hieren y destrozan. Las mentiras y traiciones hicieron de las paredes sólidas de su amor...