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Ámbar.

Entre la llegada de Damián, las emociones que eso desencadenó en casa, mi no agradable encuentro con Violet Dupont en mi habitación, y lo... Desesperante, que fué mantener a los bebés calmados durante el resto del día, después de haberlos asustado con mi grito, no puedo, sino agradecer qué finalmente el día haya acabado.

Vamos, qué siento como sí hubiese corrido todos los kilómetros que hay de aquí hasta Seattle, de ida y vuelta.

Me duele la cabeza, me siento cansada y fatigada, además de que la molestia por lo de Violet sigue en mi pecho como sí no quisiera marcharse más, y no hablo del silencio de Damián y Hansel sobre el regreso de la doctora al equipo, sino al hecho de haberla encontrado aquí.

Si creí qué ya estaba lo suficientemente celosa de ella por Damián, verla con mi hijo en los brazos me hizo hervir la sangre misma. Porqué está loca, porqué me ha contado «en contra de mi propia voluntad», sobre su hijo, su embarazo y los sentimientos que tenía por él, y después de incluso, culparme por no haberlo tenido, dudo que algo bueno le haya pasado por la mente, al encontrarse de frente con uno de los bebés del hombre que rechazó al suyo, sólo porqué no era yo la madre.

«Me perturba la idea de que esté cerca de ellos».

Mi celular suena y me hace abrir los ojos. Dando media vuelta en la tina, estiro el brazo para coger el teléfono, y resoplar por la notificación de gmail, de la agencia y marca de moda de la que ahora soy dueña también.

Dejo el móvil en su lugar y vuelvo a relajar el cuerpo en la bañera «Esas notificaciones son por protocolo, ya que mi ausencia la cubre, uno de nuestros abogados mientras tanto». Todo lo que debo hacer el disfrutar el silencio por los pocos minutos que estaré aquí, ya que la única razón por la que opté por la bañera, es porque los pies me duelen tanto, que odie la idea de estar parada otro momento, bajo la regadera.

Pero aunque quisiera, el baño no puede durar mucho; tengo que aprovechar el tiempo para dormir un poco... Joder, es que me siento tan agotada; los últimos días no había tenido descanso entre los niños, y la organización para la llegada de Damián, pero particularmente hoy, siento que el cansancio me ha absorbido hasta el alma «Y eso que Amelie me ayudó desde la tarde hasta hace un rato, con los gemelos».

Con un suspiro casi lastimero, me obligo a salir de la bañera, y pasar de una vez al lavado para lavarme los dientes y aplicarme sólo las cremas más importantes, ya que la flojera me impide realizar la rutina completa, así que sólo con una cremita en el rostro, y otra en el cuerpo, salgo del baño.

La luz está encendida, el cuarto ordenado y los bebés duermen plácidamente, esto podría considerarlo un logro increíble, sí no me hubiera agotado tanto, el haberlo conseguido.

Es increíble, ni siendo mamá por primera vez me sentí tan malditamente cansada... «Porqué tenía a Carmen, era una sóla niña, Mía bebé era tan tranquila que ni se sentía, su llanto era bajito y nada desesperante, mi primer embarazo no fue nada tormentoso sino hasta el último momento, y para entonces, Damián estaba perfectamente bien, y yo sólo era una chica de veintiuno que lo único que hacía era estar todo el día en casa».

Tenía tiempo y energía de sobra.

Ahora además de tener dos bebés bien exigentes y malhumorados, no tengo más que sueño y cansancio, y por eso mismo, hasta veo interminable el camino al armario, por lo que me dirijo a la cama después de darle un vistazo a los bebés.

Me tumbo en mi puesto, apartando el gusano de peluche que Mía dejó, y moviéndome un poco incómoda por el albornoz de baño que está algo húmedo.

«En un momento, iré a ponerme pijamas...»

Mil razones Donde viven las historias. Descúbrelo ahora