Abril, 27
ÁmbarLas caricias en mi mejilla, más la voz que me susurra cosas de cerca haciendo chocar su aliento en mi rostro, me despiertan, pero por unos segundos me quedo en mi posición, con los ojos cerrados y sin moverme, esperando que todos los sentidos de mi cuerpo resentido por el cansancio espabilen.
Con la conciencia regresa el dolor en las sienes por toda la energía perdida, el nudo en la garganta y el peso insostenible de lo ahora sé, de lo que está sucediendo, de lo que siento que pierdo, y todo en general.
—Mamita.—vuelve a susurrar, poniéndo su manita en mi mejilla.
Suelto aire aún con los ojos cerrados para que sepa que ya no estoy dormida, y en respuesta recibo una pequeña risita y un beso, antes de sentir que se aleja. Aprovechando la lejanía me muevo dejando mi espalda completamente sobre el colchón, y colocándome una mano en la frente, abro los ojos, dejándolos en el techo, mientras oígo los pasos de la niña que regresa, y se posiciona a mi lado.
—Te hice el desayuno.—dice sonriente, haciéndome voltear de inmediato para encontrarla parada y con una sonrisa en los labios rojos.
Viste un pijama lila con dibujitos de princesas, el cabello rubio y largo desordenado y en las manos trae una bandeja grande en la que hay no más que una banana, una naranja y uno de sus vasos plásticos con tapa y pajilla, el cuál está hasta el tope de café.
—No sé dónde Denisse guardó las manzanas.—explica mirando lo que hay en la bandeja, y sólo soy capaz de sonreírle con la ternura que me adormece el alma cansada.
Me incorporo hasta quedar sentada y recibo la bandeja, agradeciéndole y estirándome para darle el beso que pide a cambio del gesto.
—El tío Cam mencionó que estabas muy cansada y necesitabas comer y dormir.—dice mientras se sube a la cama y se sienta frente a mí.—Por eso te dejé dormir hasta la dos de la tarde—se quita el cabello de la cara descuidadamente y yo busco el celular que en definitiva, apunta la hora mencionada.
«He perdido mucho tiempo»
—Me porté bien mientras dormías.—me sonríe.—Sólo salí de la cama cuando quise ir al baño, también para comer algo, y poner la comida de Bestia en su plato.—enumera y mientras quito la cáscara de la banana puedo imaginar todo el desastre que de seguro ocasionó haciendo esas simples cosas.—Luego de eso me quedé aquí contigo todo el rato, mirando dibujitos con esto.—levanta la tablet infantil aún lado de la cama.—No abrí la puerta a nadie, ni hice nada malo.
—Está bien, nena.—le sonrío.—Te creo.—asiente, y se acuesta dejando su cabeza en uno de mis muslos, y volviendo a fijarse en la tablet.—¿Dónde está Camerón?—pregunto acariciando su cabello con una mano y dejando de lado la banana que de pronto ya no me apetece.
—Él se fué.—asegura y ladeo la cabeza. Mía deja el aparato de lado una vez más y se incorpora para fijarse en mí.—Dijo que no quería despertarte, pero te dió un besito aquí.—me toca la frente.—Y me dijo que me portará bien y por eso lo hice.—sonrío.—También mencionó que hubiese querido acompañarte un poco más, pero qué debía volver. Y pidió también que le llamarás al despertar.
Asiento procesando todo lo que dice.
—¿Le hablarás?—indaga y asiento.—¿Cuándo?—cuestiona queriendo salir del aburrimiento al que debe estar apresada.
—En un rato, nena.—concilio y arruga la nariz antes de asentir y volver a acostarse.
Preguntar por Denisse es inecesario, ya que los domingos son sus días libre. Mi apetito brilla por su ausencia cuando mi mente se niega a soltar la idea de saber de Damián, pero al intentar dejar la bandeja de lado, los ojos de mi hija se posan en mí, haciendo un puchero involuntario al notar el ademán de rechazo al “desayuno” que me preparó.
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Mil razones
RandomEra imposible escapar de la bestia, era imposible amar a la bestia; todo esto ella lo rectificó. Cayó en sus agarras y amó estar allí, pero las mentiras dañan, hieren y destrozan. Las mentiras y traiciones hicieron de las paredes sólidas de su amor...