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Junio, 21.

Damián.

El silencio reina en la sala de quimioterapia que el viejo Donovan y yo hemos estado habitando desde hace meses. La pantalla grande en la pared reproduce en mute la repetición de un partido de soccer del equipo favorito del anciano. Ha desplegado su mesa, movido su sillón y con eso, yo he aceptado matar el maldito tiempo en este lugar, jugando cartas con él, que se mantiene en silencio divisando lo que tiene para tratar de ganarme.

Lanza un par de cartas no tan malas, y la entrada de las enfermeras que se adentran me impiden regodiarme enseguida, por el hecho de que soltando dos de las mías vuelvo a ganarle.

Me mira mal, frunciendo las cejas y los labios, pero el gesto no le dura mucho ya que extiende sus comisuras para sonreírle de la misma forma coqueta a la enfermera de siempre, a lo que termino rodando los ojos y dejando el resto de las cartas en la mesa para tomar el mando de mi sillón y regresarlo a su posición, con la finalidad de hacer más fácil y por ende más rápido el trabajo de las mujeres que vienen a monitorearnos.

Revisan las vías de cada cual con cuidado, suministran más componentes al suero, nos dan de beber y nos piden que comamos lo que nos han traído, antes de avisar el tiempo que nos queda de la sesión y erguirse sonriendonos y asientiendonos. Donovan les sonríe y las llena de cumplidos haciéndolas reír como siempre hasta que se marchan nuevamente.

Pero antes de cruzar la puerta una de ellas se gira en mi dirección, alzando la mano con el índice extendido para decir algo que estuvo a punto de olvidar:

—Señor Webster—es mi atención la que llama.—El pago nuevamente se ha atrasado—indica y tomo aire—¿Podría pasar por la caja general antes de irse?

Asiento sin más y ella sonríe, asiente de regreso y termina de marcharse.

Es la segunda vez que olvido pagar a tiempo, pues entre el tratamiento, las empresas y el poco tiempo que debo alargar para poder saber de mi hija, lo demás termina siendo totalmente secundario, más sí antes no debía preocuparme por realizar el pago yo mismo.

Con Mía en la mente busco el reloj en la pared y frunzo las cejas al notar que ha pasado una hora desde que debí haber recibido su llamada. Volteo a ver a Donovan y se mantiene sonriente y con los ojos cerrados contra su sillón. Me estiro un poco para alcanzar la laptop que dejé en su mesa y de sólo abrirla en la pantalla aparece la página digital de la empresa, en la cual estuve trabajando hasta que el medicamento empezó a marearme, por lo que aún no he terminado el trabajo de hoy, sin embargo, salgo decidido a no continuar hasta que regrese a la casa.

Busco en la respectiva aplicación el contacto personal que me encargué de darle a mi hija, el cuál gestiona como una experta y me hace quedarme como un idiota en la foto de perfil que de seguro cambio ayer después de que yo hiciera la última llamada en el cumpleaños de Hansel. Y es que pasó de tener una foto con Bestia y Noah, a identificar su perfil con una fotografía profesional de ella y su madre luciendo vestidos prácticamente iguales, y denotando así el parecido casi idéntico entre ambas.

Es una foto reciente, de ayer y lo sé porqué las ví a ambas durante la llamada. Pero teniendolas inmortalizadas en una fotografía totalmente clara y completa, siento que ha pasado una eternidad desde la última vez que las ví. Siento por lo que ven mis ojos que mi niña ha crecido más, que se mira más despierta e independiente, y su madre...

Ella luce diferente.

—De ser tú no estaría perdiendo el tiempo aquí mirando de lejos lo que sé que es mío y puedo ir a buscar.—hablan a mi lado y volteo para encontrarme al anciano en la misma posición, incluso con los ojos cerrados aún.—De ser tú, no estaría desperdiciando lo que probablemente son mis últimos días, lejos de la única familia que tengo y me ha costado construir y mantener...

Mil razones Donde viven las historias. Descúbrelo ahora