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Damián.

—Señor Webster, necesitaremos que salga.—Entra Cario, apresurado y quitándose al mismo tiempo el estetoscopio del cuello.

Detrás de él, vienen tres enfermeros más, entre ellos, el que me buscó a mí en primer lugar, dedicándome una mirada cómplice para que no mencione como es que he llegado aquí, antes que el doctor.

—¿Por qué?—inquiero molesto, sin ganas de dejarla como está.

—Porque necesitamos examinarla, y usted entorpece nuestro trabajo.—alude evitando en todo momento, mirarme a la cara.

Y disfrutaría totalmente el miedo que ahora tiene y le hace incluso hablarme de “usted”, cuando antes presumía bastante su soberbia. Pero mi atención no puede quitarse de ella, porqué intenta hablarme, pero no puede...

Hace muecas que demuestran el dolor que siente, cuán desorientada se encuentra, y lo poco que le gusta la idea de que me vaya. Pero Cario vuelve a insistir, así que me inclino para besarle la frente y limpiarle la cara, aplacando la duda que ha intentado susurrarme:

—Están bien, mi amor,—le sonrío para tratar de calmarla—Los dos. Son preciosos, tienes que verlos. Cuando los doctores terminen y estés tranquila los traeré.

Eso la hace llorar de alivio, y tomando aire junto a un sollozo inevitable, me asiente sin mucha fuerza, soltándome la muñeca para dejar claro que está bien con que me vaya. Por mi parte, vuelvo a besarle la frente para despedirme, sintiéndola ahora mucho más tranquila.

Con una última mirada me despido, saliendo de la habitación y siendo interceptado por una enfermera que me saca de cuidados intensivos.

Me deshago de la bata mientras camino, a la unidad de cuidados intensivos neonatal, con la idea clara de buscar a la enfermera que ha estado cuidando a los bebés toda la noche, para avisarle que debe tenerlos listos al momento de llevárselos a su mamá.

En el pasillo previo, me encuentro a Hansel y a Camerón, quienes me hacen aterrizar por un segundo, al darme cuenta que ni pensé en ellos para a avisarles.

Bajo el ritmo de mis pasos al verlos, y ellos no me notan hasta que me detengo en medio de ambos, con la vista dónde ellos tienen la suya.

—La verdad es que Ámbar y yo tenemos los mejores genes para hacer bebés.—murmuro sin modestia, más que nada para incomodar a Camerón, que se mantiene serio ante el comentario, a diferencia de Hansel—Mirenlos; cualquiera diría que nos esforzamos al hacerlos, pero no. Todo lo que hicimos fué disfrutarlo...

—Maldito idiota.—me insulta y sonrío, al tiempo que Hansel suelta una risa fuerte.

—El pobre Cam, lamenta que se parezcan tanto a tí.—se burla Hansel, y Camerón bufa—Le he dicho que no se preocupe, que quizás serán buenas personas.

—Si su madre se recupera, estoy seguro que lo serán.—le réplica, y no me molesta para nada su rechazo porque se parezcan a mí.

Siempre es buen material para molestarlo... Y ahora mismo nada puede molestarme.

—Ámbar ha despertado—contesto, haciendo que ambos volteen a verme con los ojos como plato—Por supuesto que va a recuperarse.—mi afirmación les hace saber que no miento, por lo que sonríen y Hansel lanza un grito de victoria antes de abrazarme y empezar a saltar—Pero aún así Cooper; la sangre pesa.—me harto, al hacer que Hansel me suelte.

Con una mirada de desprecio, deja de verme y ante ella, sonrío con la satisfacción que me causa lograr molestarlo siempre que quiero. Hansel por otro lado, aún bajo la euforia de la noticia se acerca al cristal para intentar darle la noticia a su esposa.

Mil razones Donde viven las historias. Descúbrelo ahora