Mil razones

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Ámbar.

Su emoción es desbordante, su felicidad no deja otra cosa a la imaginación, y por ello siento que mis esperanzas caen, cuando presiona el botón que manda a abrir la verja que de apoco le da espacio el vehículo de alta gama y última generación, que se abre paso al interior de la casa lentamente sin dirigirse al aparcamiento privado del lugar, síno que apaga el motor en medio de todos para dejar que los invitados y el mismo cumpleañero se regocijen con la vista impresionante de un auto que hasta ahora ha de ser único modelo, ya que según sé, su año de lanzamiento estaba programado para el año nuevo.

Hansel admira el vehículo con la boca abierta y Mía se posiciona del lado del conductor dedicándome una sola mirada antes de dar saltitos a la espera de quién abre y sale...

Y siento... Realmente siento que vuelvo a respirar cuando quién sale es Lennyn... Sólo Lennyn, que se agacha al frente de Mía entregándole las llaves del auto y un sobre, antes de asentirle, pararse y hacerse a un lado, dejándome entender todo.

—¡Feliz cumpleaños tío Hans!—grita Mía brincandole en los brazos sin dejar de mover las llaves del auto.

A mi lado pasa la mujer que sostiene el iPad, y por el asentimiento puedo deducir que recibe através de los audífonos, la orden de acercarse. Dejándome ver de solayo la imágen de él sentado en un sillón, con la capota de una sudadera cubriéndole la cabeza dónde también se puede ver el borde de un gorro.

Desvío la mirada enseguida, de hecho, me quito del lugar y Kyle, con sus niños se me acercan a dónde me muevo, manteniéndome entre la gente, negada a acercarme a dónde Hansel, el auto, Mía y Noah que terminan frente al Bugatti negro.

La mujer mantiene enfocado a quienes están cerca del auto en todo momento.

—Es el mejor regalo que recibirás en tu cumpleaños.—impone la niña pidiendo bajarse, no sin antes dejarle las llaves y no sólo el sobre blanco e insípido que le dió el chófer, síno que también le entrega uno rosa con stickers.—Es de nosotros los Webster; de papá—señala la cámara, y maldigo casi a gritos cuando me busca con la mirada, me encuentra, me señala y la cámara sigue el curso de su dedo.—De mamá, y mío.—la mujer vuelve a enfocarlos y yo termino con ganas de vomitar.—Esta es una carta de papá, y esta una mía, mamá no hizo porqué prefirió darte un reloj bonito.

Hans se ríe emocionado, felíz y se baja para besar a la niña y agradecerle. La niñera baja el iPad y lo entrega a Mía, por la cara de ella deduzco que la llamada terminó antes de lo que debía o ella esperaba, y ya con el estómago revuelto por el subidon y bajón de adrenalina en un mismo instante, debo moverme entre la gente, buscando de nuevo la entrada a la casa.

Busco el baño con afán y una vez dentro regreso en el inodoro todo el alcohol que he consumido en las últimas horas, junto a eso, el almuerzo de esta tarde.

Siento que el corazón no deja de latirme rápido pese a que ya me siento tranquila. Asqueada, pero tranquila. Me pongo de pie, cuando ya nada más me sale y me acerco al lavado, para enjuagar mi boca y humedecerme el rostro.

Me tomo unos minutos, respiro sin quitarme los ojos de encima en el espejo.

Por un breve segundo creí que no sería Lennyn quién bajase de ese carro.