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Pequeñas ilusiones.

Ámbar.

Kyle no pierde de vista a la niña que se aproxima a mis espaldas, de hecho todos miran hacia ella y el perro es quien corta el silencio con el ladrido que suelta antes de ir corriendo con su dueña. Mi hija no tarda en llegar a mi lugar, y no me mira porqué se ocupa expresamente en detallar a los tres rostros que resultan nuevos para ella.

Kyle le sonríe y ella lo ignora poniendo sus ojos en los Thompsons más pequeños los cuales no le hacen ni un gesto debido a la soberbia y malhumor que la niña desprende. Sé que me vió besando a Kyle es por ello el comportamiento exclusivo hacia los desconocidos.

No les dice nada y se vuelve a mí con las cejas fruncidas, sin embargo, sabe que me ha desobedecido y qué yo no le aplaudiré eso como lo hace su padre, así que baja la mirada al cachorro pasándose las manos por la ropa con la que ha estado todo el día.

—Quiero dormir.—me dice bajito, buscando con esas palabras que saque a los visitantes afuera y me vaya con ella a la habitación.—Es hora de dormir, no de visitas.

El reproche lo hace notar con toda la intensión de mostrarse grosera e imponente. Kyle levanta una ceja sorprendido por el comportamiento y levanta su mirada hacia la mía.

—Te dije que fueras a la cama.—le recuerdo con seriedad.—Y sí no serás amable con ellos, espero que lo hagas ahora mismo.—riño.

Y es qué independientemente de qué sea así, nadie merece el trato que da cuando a simple vista alguién no le agrada. Y me he esforzado un montón, muchos años a lo largo de su vida por que la actitud de soberbía y altanería que parece nata en los Webster no influya de mala manera en ella, pero con Damián en medio es algo que se hace imposible.

En los últimos años se ha criado en dos ambientes distintos. Uno en dónde no le dicen otra cosa que no sea qué es la dueña del mundo, que el universo entero le pertenece y que el resto de la humanidad vale muchísimo menos que ella. Y otro dónde le hago ver qué sea cuál sea la posición de otra persona, nadie tiene derecho a menospreciarla o faltarle el respeto, qué en realidad todos tenemos el mismo valor y que una persona amigable, tierna y respetuosa, es mucho más querida que una que sólo impone, exige y reprocha.

Y ambas opiniones han influido muchísimo en ella, en como es y como se expresa ante desconocidos o conocidos. Un ejemplo claro es su forma de hablar, expresarse y tratar a personas que nos conoce y quiere, como a mí por ejemplo; no me trata con soberbía, y se muestra tierna y amable la mayor parte del tiempo. No obstante, con desconocidos o personas que no conoce es exactamente igual a Damián, adopta la soberbia nata y explotada por su padre, ejerciendola en momentos como el de ahora.

El tono le causa un puchero y no sube la mirada sabiendo que se encontrará con una estricta y disgustada. Así que lo que hace es volver hacia el juez y sus niños, los cuales se han acercado a su padre. Abre la boca para emitir la disculpa que le cuesta, porqué no le nace y cuando se decide a no darla se vuelve a mí una vez más.

Esta vez se muestra molesta de nuevo, y es una técnica que le funciona con Damián pero no conmigo.

—Yo no sé quiénes son ellos.—se excusa.

—Son...

—Soy el novio de tu madre y ellos son mis hijos.—me interrumpe Kyle haciendo que mis ojos viajen a los suyos para recibir el guiño divertido que me lanza.

Desde que tengo diecinueve años he imaginado secretamente un momento en que tengo el poder de escapar de todo lo que forma mi vida. Una escena dónde salgo del lugar dónde vivo, una en la cual tomo un auto y dejo atrás la ciudad dónde está la vida y las personas que conozco para adentrarme a un mundo alterno dónde no hay otro ser viviente más que yo misma. Empecé con eso poco después del secuestro, luego cuando estar enamorada parecía más bien una maldición. Seguí después de la supuesta muerte de Damián, y casi todas las veces que estando con Tristán, él me hablaba.

Mil razones Donde viven las historias. Descúbrelo ahora