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Damián.
Tomó aire con la cabeza en otro lado, tratando de ignorar el llanto y los gritos infantiles que vienen de adentro de la casa «Con los días, se hacen más insoportables». Pero cuando la puerta del despacho se abre, debo recordar que se trata de mis hijos, y con resignación, suelto el barandal y me alejo del balcón, para entrar al despacho.
—¡Mamá no me quiere dejar ir con Noah y el tío Hans a la plaza!—se queja sin permitirme entrar por completo, por lo menos.
Imito sus pucheros, y da más saltos molestos en su lugar, mientras yo me siento detrás del escritorio.
—¿Por qué, muñeca?—pregunto con voz suave, aunque ya sé la respuesta.
Tengo horas tratando de trabajar, y entre las demandas de la madre, los “cállate" de Noah, los gritos cargados de molestia y capricho de la niña, junto al llanto de los gemelos, lo único que he logrado trabajar es mi paciencia y las ganas de salir y mandarlos al demonio a toditos.
«Esta casa es demasiado pequeña para la capacidad que tengo de estarme aguantando tanta gente».
—Porque la tonta Miss, ha dicho que no hago caso a la clase.—confiesa desviando la mirada, jugando con sus dedos y bajando un poco la voz.—¡Pero es que no me gustan las clases por la compu!—vuelve a llorar, pataleando en su lugar—¡Dile que me dejé ir! ¡Dile! ¡El tío Hans siempre nos lleva a los carritos!
Se me sube encima para “convencerme” con un abrazo y más lágrimas, de que haga lo que pide. Así que la abrazo de vuelta, y besando su frente, me pongo de pie.
La niña no hace otra cosa, más que estar todo el día encerrada en esta casa, entre el llanto infernal de los bebés, sofocada a diario entre las clases en línea durante la mañana y las prácticas de ballet, en la tarde.
Me parece extremista que por una tontería, le prohíba salir un rato a divertirse con Noah, más aún teniendo en cuenta, que este y sus padres, tienen pensado irse a principios de la semana.
—Tranquilo, mi amor, todo está bien...—es a la mujer de Hansel, hablándole al bebé en sus brazos, a quien me encuentro, al entrar en mi habitación.
«Otra cosa que no me gusta».
—No, Damián.—La voz de la rubia, me ahorra la pregunta que estaba por hacerle a la castaña.
Mía llora más, y ella niega con molestia por el berrinche.
Viene del armario, con el otro bebé en los brazos, que llora al igual que el otro, como sí estuvieran matandolos de hambre.
Supone perfectamente a qué es que hemos venido, así que me niega con imposición, cuando Mía se pone en mi hombro a llorar.
—Es sólo una clase...
—No es sólo una clase, creeme.—me corta, sin mirarme, estresada y molesta.—Vacila a señora Adri, mientras la vigila—la señala—. A la maestra ni siquiera le deja dar la clase, porqué se cree que está en una reunión social con los demás niños.—empieza a darle de comer al bebé, y finalmente uno se calla—He recibido quejas toda la mañana.
—Por favor.—chasqueo la lengua con fastidio—Es segundo año de primaria ¿Qué pueden esperar de los niños?
Deja de caminar sin rumbo por la habitación, y frustrada porqué el bebé, rechaza el biberón y vuelve a llorar, me mira mal por milésima vez en el día, y sólo señala la puerta.

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Mil razones
AcakEra imposible escapar de la bestia, era imposible amar a la bestia; todo esto ella lo rectificó. Cayó en sus agarras y amó estar allí, pero las mentiras dañan, hieren y destrozan. Las mentiras y traiciones hicieron de las paredes sólidas de su amor...