Ocho

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No fue hasta que llegué a una posada al sur de Los Gemelos que pude sentarme para poder comer algo.

Estaba hambrienta, sedienta y cansada de cabalgar sin rumbo fijo.

¿Por dónde debía empezar? ¿Qué era lo que debía hacer?

Miré a mi alrededor de reojo algo asustada con la gente que bebía y pagaban  alguna que otra acompañante para distraerles y bailarles. Y me sentí completamente fuera de lugar. ¿Había hecho bien en irme de mi hogar? ¿Estarían ya buscándome?

-Hola, llevo observandote un buen rato y…

-Déjame tranquila- le interrumpí intentando no parecer asustada sin comprender qué hacía un chico tan bien vestido en un lugar como aquel- no necesito compañía de ningún tipo.

El chico de ojos claros y pelo oscuro sonrió entrelazando sus dedos.

-Solo venía a ofrecerte ayuda antes de que todos los hombres de esta posada se abalanzasen sobre ti-sonrió con ternura- porque aquí no es muy habitual ver a ninguna chica, bueno, al menos no a alguna que no trabaje aquí.

-¿Vienes a ofrecerme ayuda?- fruncí el ceño-¿A cambio de qué?

El chico estiró su mano y me la ofreció de forma amigable.

-Mi nombre es Lucerys Velaryon.

En cuanto escuché el nombre me atraganté con el trozo de pan que me había llevado a la boca provocando que otra sonrisa se formase en su rostro.

-¿El hijo de Rhaenyra Targaryen?-pregunté asombrada viendo como él asentía con tristeza.

-Pensé que estarías…-tragué saliva quedándome en silencio- bueno, pensé que tú estarías…

-¿Muerto?

Asentí.

-Bueno, digamos que me escapé de la Fortaleza Roja antes de que pudieran hacerme algo.

Hice una mueca y solo entonces acepté su mano que hasta ese momento continuaba esperando la mía.

-Yo soy Sophie- sonreí- Sophie asecas.

-Bueno, Sophie asecas, ¿Puedo saber qué te trae por aquí?

-Estoy escapando de mi destino, o al menos intentándolo- contesté con sinceridad- buscando un destino más apropiado para mí, un destino que me haga feliz.

Él me miró con asombro.

-¿Y no te da miedo?

-Un miedo espantoso- reí sintiéndome realmente cómoda con su presencia- pero el que no arriesga no gana.

-Eso es cierto, pero…-miró a su alrededor y soltó una carcajada- creo que no llegarás muy lejos si sigues entrando a lugares como estos.

-Estaba cansada y hambrienta y…

-Puedo llevarte a mi casa-me interrumpió- no es gran cosa ni tiene los lujos a los que estás acostumbrada pero al menos podrás descansar.

-¿Cómo sabes que…

-Si ocultaras el emblema de la casa Stark de tu túnica, alomejor podrías engañar a alguien con lo de Sophie asecas.

Me ruboricé agachando la mirada.

-Soy una estúpida- reí cubriendo mi rostro avergonzado- ¿Hace cuánto lo sabes?

-Antes de sentarme-confesó- al igual que todos en esta posada.

-Pues entonces sácame de aquí para dejar de hacer el ridículo.

Lucerys me sonrió y dejando unas monedas sobre la mesa se puso de pie haciéndome un gesto con la cabeza para que le acompañara.

Pero cuando yo me puse de pie, un hombre que hasta aquel momento había estado dándonos la espalda en la barra mientras bebía una cerveza, dió un fuerte golpe en la mesa y se giró para mirarnos.

Lucerys sacó su espada, pero vi cómo al instante la volvía a guardar cuando aquel hombre se deshizo de su capucha y nos dejó ver un pelo blanquecino.

-Daemon…-susurró Lucerys.

-Lyanna sigue con vida-dijo el hombre caminando hacia él- siento que no haya salido bien tu jugada.

El hombre de pelo plateado dirigió su mirada hacia mí y sonrió de medio lado.

-¿Qué pasaría si yo hiciera lo mismo con tu amiga?

-¿Hacerme qué?

Y para mí sorpresa, ese tal Daemon me agarró con fuerza colocándome una daga en el cuello mientras presionaba mi cuerpo contra el suyo.

-¡En mi posada no!- gritó un anciano tras la barra.

Pero lejos de escucharle, aquel hombre me lanzó con fuerza a brazos de otro que me inmovilizó con un rápido movimiento mientras él, ese tal Daemon se llevaba a Lucerys casi a rastras de aquella taberna.

La loba y el dragón// (Aemond Targaryen)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora