Nueve

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Sabía que me habían obligado a ir con ellos, que me habían golpeado y cogido del pelo provocándome un horrible dolor, que me habían arrebatado mis emblemas Stark y que yo no era la única chica a la que ataron con cuerdas para alejarla de aquella taberna.

No fue hasta que sentí como un cubo de agua helada caía sobre mi que desperté para observar espantada mi alrededor.

-¡¿Dónde estoy?!- grité viendo cómo las otras chicas que me habían acompañado en el trayecto lloraban casi en silencio, asustadas, intentando hacer el menor ruido posible.

-No hagas ruido- sollozó una de ellas de pelo claro- nos han traído a  la calle de la Seda.

-Estamos en la Perla Azul- lloró otra- de aquí jamás podremos salir.

-¿La calle de la Seda?- pregunté asustada, sin comprender aún nada.

-¡Un burdel!- gritó un hombre aún con un cubo en la mano y  una asquerosa sonrisa en el rostro-¡El mejor burdel de todo Desembarco del Rey!

Agaché la cabeza intentando procesar la información. ¿Nos habían capturado para prostituirnos?

-¡Dejadme ir!- grité poniéndome de pie-¡Yo soy la hija de…

Pero solo obtuve una bofetada en mi aún doloroso rostro.

-Ahora eres una ramera más- con fuerza me agarró del rostro y me acercó a él- no me interesa saber de dónde procedes, ¿Lo comprendes?

Sonrió dejándome ver unos horribles dientes amarillentos.

-Quiero que juguemos a un juego- el hombre se alejó de mí y agarró del pelo a otra chica obligándola a levantarse- vamos a separarnos en dos grupos, el grupo de las vírgenes y el de las que empezaron a ser rameras antes de que las capturaramos.

Soltó una sonora carcajada y lamió el rostro de aquella chica que temblaba atemorizada.

-Quiero que lo forméis ahora o seré yo mismo el que me encargue de hacerlo si os negáis.

Y así hicimos, asustadas y atemorizadas con lo que nos pudiera ocurrir en aquel lugar nos separamos en dos claros grupos.

En el mío, el de las aún vírgenes, solo éramos tres, así que aquel hombre no tardó en acercarse a nosotras y coger a la primera del brazo para arrastrarla fuera de allí.

Fue entonces cuando comencé a llorar. Me había imaginado centenares de veces haciendo el amor con mi futuro esposo y fantaseando con la idea de una vida perfecta, fantaseando con un hombre cariñoso, bueno y enamorado de mi.

¿Cómo iba a entregar mi virtud a cualquier borracho de aquel burdel?

Me eché hacia atrás intentando buscar con rapidez alguna forma de desatar las cuerdas que ataban mis manos para poder salir de allí, pero cuando el hombre volvió a entrar esta vez caminó directamente hacia mi.

-¡No, no, no!- grité intentando revolverme para que no pudiera agarrarme-¡No iré contigo!

-Hay hombres que pagan una verdadera fortuna por vírgenes a las que desvirgar- me abofeteó de nuevo, algo divertido con la situación- así que compórtate o me encargaré de quitarte esa dichosa lengua.

Me abofeteó de nuevo y me arrastró fuera de aquella habitación mientras yo continuaba resistiendome con todas mis fuerzas.

-¡Ayuda!- grité agarrándome al marco de la puerta en un intento de obligarle a frenar.

Pero fue en vano, él me condujo por un pasillo y entramos a una sala donde había cientos de hombres rodeados de mujeres que tras beber las magreaban como si se les fuese la vida en ello.

-Esta es rebelde- el hombre que hasta ese momento me sujetaba, me entregó a un hombre gordo, con un horrible olor a alcohol y unas enormes manos que rápidamente me rodearon- metesela hasta que se calle.

Los dos rieron mientras yo me revolvía sabiendo que no iba a poder escapar de esa situación. Que mi padre me odiaría de por vida por haberme escapado y que jamás iba a poder regresar a Invernalia.

Así que como última opción le mordí la mano en un intento de escapar, pero solo conseguí que dejara su botella de alcohol y me arrastrase hacia lo que claramente parecían habitaciones cubiertas por una cortina haciendo la función de puerta.

-¡No!- grité llorando asustada.

-¡Aparta tus sucias manos de ella!

Y reconocí esa voz de inmediato, y supongo que el hombre que me agarraba también la reconoció porque frenó de golpe viendo cómo Aemond deshaciéndose de su capucha le apuntaba con su espada, pero tras ver que aquel borracho no implicaba ningún tipo de peligro, guardó la espada y caminó hacia nosotros agarrándome con fuerza del brazo, sin dignarse siquiera a mirarme.

-Te doy el doble de lo que te ha dado este- guío su ojo hacia el hombre que me había secuestrado y solo cuando este asintió, Aemond me empujó con fuerza dentro de la habitación a la que pretendía llevarme el borracho.

Caí de espaldas, aún con las manos atadas con cuerdas sobre la cama y le miré asustada.

¿Qué hacía en un lugar como ese?

-¡¿Eres imbécil?!- me gritó.

Me miró con confusión y se deshizo de su capa oscura sin apartar su ojo de los míos.

-Como te acerques a mí voy a hacer lo posible por matarte-solloce aún asustada.

Aemond se acercó a mí ignorando mi amenaza y con fuerza me agarró del rostro para atraerme al suyo.

-¿Crees que podrías hacer algo si yo deseara ahora tomarte en esta cama?- preguntó mirándome con desprecio- siéntete afortunada de no despertar nada en mi.

Me soltó y se sentó en la cama sacando una daga.

-¿Vas a explicarme qué haces aquí?-preguntó intentando calmar sus nervios.

-Me obligaron a venir-contesté con el corazón acelerado- me obligaron a…

-¿Has estado con algún…-agachó la cabeza aún jugueteando con su daga mientras yo podía apreciar a la perfección como se tensaba su mandíbula mientras se aclaraba la garganta-¿Cuánto tiempo llevas aquí?

-Creo que he llegado hoy…-susurré.

Solo entonces él desvío su mirada hacia mí.

-¿Soy el primero en estar contigo asolas en una habitación?

Asentí viendo cómo se relajaba acercando la daga a las cuerdas que ataban mis manos y me soltaba poniéndose de pie.

-¿Te cogieron en Invernalia?-preguntó.

-No.

Le escuché resoplar y me ofreció su mano que rechacé poniéndome sola de pie, sin dejar de mirarle aún sin confiar del todo en él.

¿Qué hacía en un burdel?¿Le divertía desvirgar a muchachas indefensas?

-Ahora se complica un poco todo- dijo Aemond ignorando lo que yo pensaba sobre él- no te dejarán salir de aquí con tanta facilidad.

-¿Y qué voy a hacer?

-Saldrás corriendo hacia la puerta, no te gires, no me esperes, no me busques- se giró para mirarme y yo esquivé su mirada con nerviosismo- yo me encargaré del resto, ¿Lo has entendido?

-Son demasiados hombres para que te enfrentes a ellos solo- caminé hacia él armándome de valor y le quité la espada con lentitud sabiendo que no me quitaba el ojo de encima- yo puedo ayudar.

-Me distraeras…-susurró intentando ocultar una sonrisa.

-Es simple-me encogí de hombros adolorida- yo no despierto nada en ti, así que simplemente céntrate en cualquier otra cosa que sí lo haga.

Le miré desde el rabillo del ojo sonreír y no pude evitar morderme el interior del labio intentando no reír como una idiota.




La loba y el dragón// (Aemond Targaryen)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora