Cuarenta y seis

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Me apoyé en la pared de mis aposentos y desvié la vista hacia la ventana en un intento de evadirme.

Intentaba ser fuerte, pero sentía que perdía la partida mientras  las lágrimas se acumulan en mis ojos repletos de tristeza.

Me deslicé llegando hasta el suelo y abracé mis piernas sabiendo que en esta vida solo me tenía a mi.

-¿Puedo pasar?- Yara abrió la puerta y la cerró mirándome con preocupación.

-La fiesta sigue abajo y me preocupé al no verte por ningún lado- dijo caminando hacia mí y sentándose a mi lado.

Pero mi respuesta fue lanzarme a sus brazos y llorar con fuerza.

-Sophie…-susurró pasando su mano por mi pelo.

-Yo le quiero-me sinceré entre sollozos- me falta el aire cuando estoy lejos de él, no soporto la maldita idea de que esté con otra y el muy imbécil siempre está rodeado de mujeres.

-¿De que mujeres hablas?- preguntó ella confundida.

-Helena- resoplé- Lyanna..

-¿Te estás volviendo loca?-preguntó obligándome a mirarla- Aemond lleva todo este tiempo esperándote a ti, a mi me consta, recuerda que duerme en la habitación de en frente.

Fruncí el ceño.

-No está con Helena y mucho menos con la reina-puso los ojos en blanco- pero podría estar con cualquier otra si tú continuas solo dándole dolores de cabeza.

-Mató a…

-Lo sé- me interrumpió- pero él no le conocía, y esa decisión fue tomada incluso antes de que él te conociera, por eso fue a Invernalia, por eso le conocimos aquella noche.

Se apartó de mí y se puso de pie.

-Es la mano de la reina, tiene que tomar decisiones, y no siempre nos gustarán- suspiró- Aemond intentó parar el proceso en el último momento, pero como tú desapareciste junto a Daemon se olvidó de dar la orden de que soltaran a Jon.

Me puse de pie asombrada, intentando procesar toda la información.

-Y sé todo esto porque yo si que le he dado la oportunidad de sentarme con él y dejar que se explicara- me apuntó con el dedo- y tú deberías hacer lo mismo antes de decir que quieres que anulen tu matrimonio.

-Yo solo quería…

-Él ha subido a dormir hace un buen rato- dejó de señalarme y apuntó la puerta- así que ya sabes que hacer.

Me sequé las lágrimas con la manga del camisón y suspiré incapaz de dar un paso.

-Es tu esposo-me empujó obligándome a caminar- estará deseando verte.

Tragué saliva con nerviosismo y abrí la puerta dirigiéndome a la habitación de en frente.

-Venga…-susurró Yara detrás de mí- solo tienes que escuchar su versión.

Cogí aire asustada, con el corazón acelerado y las piernas temblorosas.

Solo entonces abrí la puerta y entré dentro de la habitación desviando la vista hacia la silla que había junto a la chimenea donde Aemond con la cabeza hacia atrás permanecía con su ojo cerrado y una botella en su mano.

-¿Aemond?

Caminé hacia él viendo cómo abría su ojo al quitarle la botella que ya había terminado de vaciarse sobre la alfombra.

Su respiración era agitada y su mirada estaba completamente perdida.

-¿Cuánto has bebido?- pregunté con el ceño fruncido.

Pero no obtuve respuesta por su parte, simplemente se quedó mirándome fijamente hasta que tiré de su mano.

-Aemond, vamos a la cama…-susurré tirando de nuevo de él- no puedes dormir en la silla.

Puse su brazo en mis hombros y le intenté levantar sin éxito.

-¿Eres de verdad?

Me agaché a su lado y dejé que pasara su mano por mi rostro para asegurarse de que no era ninguna imaginación.

-He venido a que hablemos, pero ya veo que…

Y me quedé en silencio cuando él se cubrió el rostro con las manos y comenzó a sollozar. Era la primera vez que le veía tan vulnerable, que le veía completamente desnudo ante mi.

-Aemond…

-¡¿Sabes la maldita rabia que siento de solo imaginar a Daemon cerca de ti?!

Se apartó las manos del rostro y señaló la botella intentando ponerse de pie, pero cayendo de nuevo en su asiento.

-Mi cabeza me juega malas pasadas y…

-Vamos a la cama- dije interrumpiendole mientras tiraba de él.

Esta vez dejó que le ayudara, pero tropezamos tras dar dos pasos y acabamos cayendo al suelo provocando que él soltara una sonora carcajada.

Yo en cambio sólo podía fijarme en lo cerca que estábamos, en los latidos de su pecho debajo del mío y en cómo reía de la forma más dulce que había visto hasta aquel momento.

-Eres complicada…-balbuceó.

Sonreí.

Miré sus labios inconscientemente, y de pronto sentí unas  inmensas ganas de besar cada parte de él.

-Eres complicada, terca y….-sé quedó en silencio y desvío su ojo hacia mis labios mientras sus manos rodeaban mi cintura- me rompes el corazón con tus palabras.

-¿Con mis palabras?-pregunté.

-No voy a permitir que este matrimonio se anule- contestó- puedes matarme ahora si deseas estar con el imbécil de Daemon.

-No digas tonterías- me puse de pie apartandome de él- yo nunca te cambiaría por otro.

Vi como se le formaba una sonrisa en el rostro mientras se ponía de pie tambaleándose.

-Si tu deseas estar con Helena también deberás matarme, ¿Lo has entendido?

Se apoyó en la silla para no caer al suelo y asintió.

-Y si lo que deseo es estar contigo, ¿Que debería hacer entonces?

-Ahora mismo nada- me acerqué a él y le señalé la cama- en tu estado lo único que deberías hacer es dormir.

- Oh, ¿Dormir?- pasó su mano por mi pelo y lo deslizó hasta llegar a mi nuca con evidente decepción en el rostro- en la cama se pueden hacer más cosas que dormir.

-Lo sé- dije mordiéndome el interior del labio con nerviosismo mientras tiraba de él- pero tú solo dormirás.

Le escuché quejarse mientras le llevaba hacia la cama y cuando cayó encima y yo me dispuse a quitarle los zapatos sabiendo que ya se había quedado dormido al instante, algo dentro de mí se removió.

Aemond Targaryen era el amor de mi vida, lo sentía en cada poro de mi piel, en cada latido de mi corazón y en cómo mi cuerpo se comportaba estando cerca de él.

La loba y el dragón// (Aemond Targaryen)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora