Cuarenta y dos

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Pasaron varias lunas, varias lunas en las que me centré en mejorar mi puntería e intentar aprender algo de defensa. Las mañanas las dedicaba exclusivamente a eso, y por las tardes me dedicaba a leer o a dar paseos por el castillo.

Me encontraba sola, tanto como cuando me casé con Aemond y me dejó en Rocadragón, pero lo peor que llevaba era no esperar a nadie. Sabía que él no acabaría apareciendo montado en Vaghar ni yo le estaría preparando pastel de limón para tener de qué hablar mientras veía su cara al probarlo.

Ahora simplemente esperaba a que Daemon se desocupara de sus funciones como Señor de Harrenhal y me prestara algo de atención, aunque no siempre solía hacerlo.

A veces, me pasaba el día completamente sola, incluidas las comidas, y otras veces Daemon solía acompañarme en el almuerzo. En la cena nunca solía aparecer, estaba demasiado ocupado con una chica atractiva de larga cabellera oscura que había visto salir alguna que otra vez de sus aposentos.

Y mientras tanto yo, simplemente dejaba la vida pasar, y me entristecía saber que aquel iba a ser mi verdadero destino.

-Vengo con noticias- Daemon cruzó la puerta del patio y caminó hacia mí con una amplia sonrisa- Lyanna va a celebrar el cumpleaños de Rhaenys y nos han invitado.

-Puedes ir solo- dije agarrando el arco mientras apuntaba a la diana- yo no quiero volver a ese castillo.

-Si vamos podrás hablar con Lyanna y pedirle la anulación del matrimonio- se encogió de hombros- a mi la última vez no quiso escucharme.

-No me dará la anulación- tensé el arco y lancé la flecha que fue a parar justo al centro del objetivo- Aemond jamás lo permitirá.

-Pues deberías hacer algo- me quitó el arco de las manos para que pudiera centrarme en él- ¿O quieres seguir casada con el hombre que decidió que tu hermano debía morir?

Tragué saliva.

-Si voy, debemos aparentar estar juntos…-susurré - ya sabes… como pareja.

-No tengo segundas intenciones contigo, Sophie, si tenemos que fingir, lo haremos y presionaremos así al príncipe tuerto hasta que decida anular vuestro matrimonio.

Asentí.

-Entonces iré, pero no pienso envenenar a nadie, espero que eso te quede claro.

-Me queda claro- me devolvió el arco haciendo una mueca y se alejó de mí en completo silencio.

Respiré cogiendo aire de más y dejé el arco marchándome de aquel patio con cansancio.

Iba a volver a ver a Aemond y para mi sorpresa me descubría más animada de lo habitual por hacerlo.

¿Que diantres le pasaba a mi cabeza?¿Acaso aún no había aprendido la lección?




La loba y el dragón// (Aemond Targaryen)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora