Quince

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Aemond me llevó hacia la salida del castillo mientras mis ojos solo podían posarse en el inmenso dragón que rugía con fuerza.

-¿Vas a llevarme montada en un dragón?

Aemond intentó ocultar una sonrisa y asintió.

-No conozco otra forma de viajar que no sea en el aire-me explicó.

Se acercó al dragón con evidente confianza y lo acarició bajo mi atenta mirada.

-Si Vaghar huele tu miedo te reducirá a cenizas antes de que des el primer paso- me miró de reojo y agarró una de las cuerdas- pero tú no me has demostrado ser una persona que le teme a algo en esta vida,  poco común en las damas de alta cuna.

-Bueno..-me acerqué y agarré la misma cuerda que sujetaba él- si todas fuéramos iguales sería un poco aburrido, ¿No crees?

Aemond me miró volviendo a esbozar una sonrisa y yo me aparté dejando que fuera él el primer en subir al dragón.

-¿Te da miedo subir, Sophie Stark?

Sonreí.

-No quiero darte el placer de ver mi ropa interior- le hice un gesto con la mano para invitar a ser el primero en subir.

-No me gustas, Sophie-se acercó a mí volviendo a poner en alerta todo mi cuerpo- no despertarias nada en mi ni aunque estuvieras como tu madre te trajo al mundo.

Le fulminé con la mirada viendo cómo él subía al dragón y le seguí con enfado.

-No hace falta que seas tan grosero -murmuré sentándome detrás de él.

Pero él no contestó, tensó la cuerda y su dragón alzó el vuelo provocando que yo con rapidez rodeara la cintura de Aemond para no acabar cayendo.

-Vamos a hacer una pequeña parada antes de ir a Invernalia.

-¿A donde quieres ir?

-A Rocadragón-contestó mientras yo intentaba no mirar hacia abajo- hay unos huevos de dragón que me interesa vigilar.

Cerré los ojos sabiendo que no me quedaba otra opción y dejé que el aire cálido de la capital acariciara mi rostro.

-¿Helena no se molestará?

Abrí los ojos justo a tiempo para ver cómo me miraba desde el rabillo del ojo.

-Helena no es mi madre- contestó- ni tampoco es mi esposa para exigirme fidelidad absoluta.

-No hace falta que sea tu esposa para que….-cerré de nuevo los ojos con fuerza aferrandome a su cintura cuándo él cambió de rumbo.

-No quiero que hablemos de mi vida, ¿Entendido?

Aumentó la velocidad y yo me quedé en silencio, sin querer volver a hablar con él y que me diera una contestación semejante.

Pero…¿Acaso no amaba a Helena? 

La loba y el dragón// (Aemond Targaryen)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora