Sesenta y dos

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Al día siguiente fui incapaz de levantarme de la cama para ir a desayunar, solo quería seguir acostada, cubierta por completo por la sabana y olvidándome por un instante de mi miserable vida.

-Sophie…-susurró Yara entrando en mis aposentos.

Me destapé el rostro y la miré con atención.

-Él no me quiere-sollocé- al final me acabé casando con un hombre que no me quería.

-No digas tonterías…-Yara se sentó a mi lado y me dedicó una sonrisa- tú te casaste con el hombre que más te ha amado sobre la faz de la tierra, de eso he sido testigo yo.

Fruncí el ceño y me incorporé.

-Es solo que ahora las cosas son un poco complicadas…

Agachó la cabeza y entrelazó sus dedos con nerviosismo.

-Daeron no parece en absoluto el tipo de hombre que dices…mascullé cruzandome de brazos con enfado- es más, parece que le doy miedo o incluso asco.

-¿Por qué lo dices?

-No hemos mantenido relaciones desde que me recuperé de mi herida, no me ha besado ni he sentido ninguna cercanía que no fuera mera amabilidad conmigo.

-Oh, Sophie- se acercó más a mi y me abrazó con fuerza- no sufras por cosas insignificantes, deberías disfrutar la vida, vivirla al límite porque nunca sabemos cuándo será nuestro último día.

Me aparté de ella para mirarla.

-¿Te gusta Daeron? Pues lánzate tú, no esperes a que lo haga él.

Me esquivó la mirada y se puso de pie.

-No ha bajado a desayunar, eso significa que continua en sus aposentos, ve y…

Se quedó en silencio.

-Nadie te recriminará nada.

-¿Quién iba a recriminarme algo?- me puse de pie y caminé hacia ella-¿Por qué todos habláis como si supierais algo que yo ignoro?

Yara no me contestó, en ese momento se abrió la puerta y entró Daeron aún algo adormilado.

-Siento interrumpir- dijo.

-Oh, no te preocupes, yo ya me iba- Yara me guiñó un ojo y salió apresuradamente cerrando la puerta a sus espaldas.

-¿Has venido a recoger tus cosas para irte por completo de nuestra habitación?

-¿Vas a continuar con eso?- preguntó apoyándose en la pared y mirándome con seriedad.

-Se que me estáis ocultando algo, lo noto en vuestras caras llenas de lástima cuando me miráis, como si me hubiera pasado algo terrible que nadie pudiera saber, ni yo misma- cogí aire caminando hacia él- tú no actúas en absoluto como si fueras mi esposo; y mi hermana, a la que conozco mejor que nadie me esquiva la mirada cuando intento hablar de ti para desahogarme.

-¿Hablas de mí con tu hermana?

-¿Me estás escuchando?

-Deja la paranoia, Sophie, yo solamente estoy respetando tu espacio, hasta que empieces a recordar- suspiró- pienso que abusaria de ti si hiciera algo que ni tú sabes realmente si quieres hacer.

-¿Ese es el motivo?-terminé de llegar a donde se encontraba-¿Tienes miedo de que yo no quiera hacer nada contigo?

-Tengo miedo de que sea incapaz de parar si tú me das pie y luego te arrepientes- puso los ojos en blanco- no me he acostado jamás con nadie y aún no sé dónde estaría mi límite…

-¿No nos hemos acostado?

Abrí los ojos sorprendida, casi sin poder creerme lo que acababa de decirme.

-Con nadie que no seas tú - se aclaró la garganta con nerviosismo- es solo que…no quiero hacerlo con una mujer que no me quiera.

-¿Piensas que…

-He podido acudir a burdeles, encamarme con sirvientas o doncellas que buscan el favor de un príncipe, pero no lo he hecho- dejó la pared y caminó hacia mí- porque estoy esperando a alguien que…

-Aquí estoy…-le interrumpí mirándole directamente a los ojos- aquí me tienes, yo soy tu esposa, ¿No es así?

Daeron suspiró pasando sus manos por mi pelo y besó mi frente con delicadeza.

-No voy a ponerte una mano encima, por ahora quiero seguir manteniéndolas…

-¿Ves?ya estás otra vez- puse los ojos en blanco-¿A qué le temes? No debería darte miedo hacer el amor.

-Hoy pensaba dar una vuelta por Antigua, ir al lago y comer algo por ahí- cambió de tema dando un paso hacia atrás- si quieres puedes acompañarme y despejar un poco la mente.

Asentí desganada.

-Pues cambiate y te esperaré fuera- beso de nuevo mi frente y tras dedicarme una sonrisa salió dejándome sola.

Con algo de enfado agarré el vestido que aún se encontraba sobre una de las sillas y me deshice de mi camisón para vestirme con rapidez.

En cuanto salí por la puerta mis ojos se posaron en una chica de larga melena oscura y un hermoso vestido rojizo que hablaba con Daeron cerca de las escaleras.

-Ya estoy lista…-susurré cuando llegué a ellos.

-Hola, Sophie, me alegro de verte bien.

La miré con el ceño fruncido.

-¿Nos conocemos?

-Ella es Alys, la mano de la reina- la presentó Daeron.

Sonreí sintiéndome extraña con su presencia.

-¿Qué tal va vuestro matrimonio?- preguntó fijando su mirada en mi.

-Mejor que nunca-mentí.

-Bueno,ha sido un placer Alys, pero nosotros nos tenemos que ir ya- Daeron tiró de mi mano obligándome a bajar las escaleras mientras mi mirada continuaba fija en aquella chica.

-¿Quién es?- pregunté cuando estuvimos suficientemente lejos.

-Ya te lo he dicho, es la mano de la reina y…-se quedó en silencio durante un instante- la pareja sentimental de mi otro hermano.

-¿Otro hermano?, pensé que…

-No ha podido venir, no es un hombre al que le guste mezclarse con más gente, pero no hablemos de él- tiró de nuevo de mi mano llegando a Tessarion- hoy vamos a olvidarnos de todo y pasar un día agradable juntos.

Sonreí y cuando agarré las cuerdas para subir al dragón mis ojos volvieron a posarse en esa tal Alys, que desde la entrada nos observaba cruzada de brazos.

No podía explicarlo, pero un escalofrío recorrió mi cuerpo por completo.

La loba y el dragón// (Aemond Targaryen)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora