Ochenta y ocho

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SIETE AÑOS DESPUÉS

-Tú puedes- me agaché junto a Talysa y le entregué un arco que no tardó en agarrar con sus pequeñas manos- ve tras tu padre, estoy segura de que estará encantado de enseñarte lo mismo que le estará enseñando a Aerys.

Ella me miró con sus enormes ojos oscuros y se giró corriendo hacia el patio de armas mientras yo la observaba apoyada en el marco de la puerta.

Caminó torpemente hacia su padre, con apenas cuatro años y le entregó en arco que minutos antes yo le había dado.

-Papi, mami dice que…

Aemond dejó de apuntar con la espada a Aerys y se agachó junto a su hija cogiéndola en brazos, y acariciando su larga melena oscura, tan oscura como la mía.

-¿Quieres aprender a tirar con el arco?- Aemond frunció el ceño esbozando una sonrisa- deberás esperar unos años a que el arco sea algo más pequeño que tú.

Aerys se rió provocando que Talysa se moviera intentando zafarse de los brazos de Aemond.

-Podemos enviar a que le preparen un arco a su medida- dije llamando la atención de Aemond que dejaba a Talysa en el suelo para que persiguiera a Aerys.

Pero él no contestó, caminó hacia mí y pasó sus manos por mi cintura atrayéndome más hacia él.

-Va a ser igual que tú- comentó refiriéndose a Talysa- que los dioses nos cojan confesados.

Solté una carcajada y le golpeé el pecho con suavidad.

-Va a ser una guerrera, igual que lo será Aerys- dije sin apartar mi mirada de él- he igual que lo será nuestro próximo hijo.

Aemond desvió la vista hacia mi vientre y esbozó una sonrisa.

-Son Targaryen, también serán jinetes de dragón- besó mis labios y se giró para mirar a sus hijos- espero que los más temidos de todo Poniente.

-No seas muy exigente con ellos- tiré de su mano hacia el interior del castillo- son apenas unos críos.

-Aerys ya es todo un hombre- se quejó- tiene seis años y…

-¿Te estás escuchando, Aemond?- pregunté esbozando una sonrisa-tan solo seis años.

Me miró desde el rabillo del ojo y caminó junto a mi hacia la sala principal.

-Por cierto, ha llegado un cuervo de Desembarco del Rey- me posicioné delante de él sin soltar su mano- Lyanna ha tenido un niño y quieren un huevo de dragón para ponerlo debajo de la cuna de la criatura.

-¿Y quieres que lo lleve yo?-elevó una ceja.

-Y de paso visitas a tus otros hijos- dije poniéndome ligeramente de puntillas para besar sus labios- me es indiferente que Helena te prohíba verlos, Aemond, son tan hijos tuyos como suyos.

Aemond me miró en silencio, escuchaba su respiración, sentía como pasaba su mano por mi pelo y como lentamente se le formaba una sonrisa en el rostro.

-Eres una mujer maravillosa, ¿Te lo había dicho ya?

Sonreí.

-Creo que solo un centenar de veces…

Soltó una carcajada y rodeó mi cintura de nuevo besando mi frente bajo mi atenta mirada.

-Iré a Desembarco del Rey, pero volveré lo antes posible, ya sabes que no me gusta separarme de…

-Ya te has encargado de traer a cientos de guardias al castillo- puse los ojos en blanco tras interrumpirle- nadie va a hacernos nada en tu ausencia.

Me miró fijamente, sopesando la idea de ir o no a la Fortaleza Roja.

-Además, está Aerys- bromeé- él nos defenderá.

-Solo tiene seis años-frunció el ceño.

Solté una sonora carcajada alejándome de él.

-Eso es, Aemond, solo seis años, así que intenta no ser tan duro con tu hijo.

Hizo una mueca y se apartó de mí cuando Talysa entró en la gran sala principal a paso acelerado.

-Mami, mami…-sollozó.

Caminé hacia ella y me agaché a su lado secandole las lágrimas del rostro con los dedos.

-Yo solo le he dicho que ella no puede tocar las espadas- detrás de ella entró Aerys con el ceño fruncido y la mirada clavada en su padre- intentaba protegerla y ella solo sabe…

-Te mandaré a preparar un arco a tu medida- Aemond caminó hacia nosotras y me ofreció la mano para ponerme de pie mientras me miraba desde el rabillo del ojo- cuando esté listo el arco, tu hermano Aerys se encargará de enseñarte a usarlo.

-Pero, padre yo…

-Estará encantado- le interrumpí yo ahogando una carcajada.

Aerys se giró disgustado marchándose de la sala principal y cuando mis ojos coincidieron con el de Aemond los dos nos reímos a la vez.

-Detesto tu carácter hasta en mi propio hijo- reí.

Él me miró con gesto divertido y se agachó cogiendo en brazos a Talysa.

-¿Quieres ver las espadas?- le preguntó acariciando la mejilla de la pequeña- yo te llevaré a verlas.

Y se alejó con ella en brazos mientras yo les observaba pasándome una mano por mi vientre hinchado.

Y así fue como me convertí en la mujer que siempre había deseado ser.

Amaba a Aemond Targaryen con todo mi ser, e incluso más si cabía. Había en mi interior dos versiones de mí completamente enamoradas del mismo hombre.

Amaba la vida que habíamos construido juntos.

Una nueva Invernalia con dragones y niños correteando por los pasillos. Una nueva Invernalia repleta de amor, respeto y cariño.

-¿No vienes, Sophie?- Aemond me devolvió a la realidad frenando sus pasos en el umbral de la puerta.

Y sonreí caminando hacia él para agarrar su mano libre.

-Te amo…-susurré algo emocionada.

Aemond me dedicó una cálida mirada y soltó mi mano pasando la suya por mis hombros atrayéndome hacia él mientras caminábamos al patio de armas.

-Y yo a ti, Sophie Stark.

Había guardias apostados en el pasillo y en el patio de armas, no estábamos solos, había tanta gente en el castillo como cuando mi padre aún era el señor de Invernalia.

Pero aún así, para mí desapareció todo el mundo, se desvanecieron ante nuestros ojos mientras él acariciaba con la mano que no agarraba a nuestra hija mi espalda.

Y lo supe casi al instante.

Había merecido todo el camino que nos había tocado recorrer juntos para acabar así. Había merecido cada lágrima y cada dolor, cada pérdida y cada despedida.

Al final del camino había conseguido cumplir el sueño de aquella pequeña Sophie que anhelaba con todas sus fuerzas conocer el amor y crear una familia.

Fin.

La loba y el dragón// (Aemond Targaryen)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora