Cuarenta y tres

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Llegamos a Desembarco del Rey por la tarde. Lyanna acompañada de Aegon nos recibieron en la entrada mientras mis nervios me iban consumiendo a cada segundo.

¿Cómo debía actuar?¿Y si se daban cuenta de que entre Daemon y yo no había nada?

Les seguí por el pasillo cuando entramos en el castillo y observé mi alrededor algo alarmada. ¿Dónde estaría Aemond?

-Celebraremos un banquete justo aquí- dijo Lyanna mirando a su padre con entusiasmo- hemos invitado a todos los señores importantes de Poniente.

-Y espero que después de eso os quedéis unos días- Aegon se aclaró la garganta intentando esquivar mi mirada- hemos mandado a que os preparen una habitación.

-Una habitación para cada uno-aclaró Lyanna- no hay que olvidar que ellos no están casados.

Miró a Aegon de reojo y volvió a sonreír para que su frase no sonase mal.

Suspiré desviando la vista hacia el trono de hierro en el que jamás la había visto sentada. 

-Ya veo que están llegando los invitados- sonrió Helena entrando por la puerta y llamando mi atención.

Se la veía reluciente, llevaba un vestido verde, a juego con las piedras de su collar y sonreía como nunca antes la había visto.

Había vuelto con Aemond, eso estaba claro, se revolcaba con mi esposo y yo tenía que fingir que ese detalle no me afectaba en absoluto.

-Me gustaría hablar con Lyanna a solas- cambié de tema con enfado sin dignarme a seguir mirando a Helena-es un tema que me urge resolver.

Lyanna me miró juntando las cejas de forma tierna, pero no tardó en hacerme un gesto con la mano para que la siguiera.

-¿Pasa algo?- preguntó.

-Necesito la anulación de mi matrimonio.

-¿Aún sigues con eso?- preguntó elevando una ceja mientras salíamos al gran jardín- creía que ya se te había pasado.

-Mi hermano ha muerto…-susurré.

Y frené de golpe cuando distinguí a Yara sentada en un banco leyendo distraídamente un libro mientras rodeaba con su otra mano sus rodillas.

-¡Yara!- grité.

Ella levantó la mirada y cuando me vió soltó el libro saltando de la emoción. Corrió hacia mí y Lyanna se apartó cuando se abalanzó sobre mí cubriendome el rostro de besos.

-¿Dónde has estado?¿Por qué no has aparecido antes?

Lyanna sonrió y pasó su mano sobre mi hombro.

-Más tarde hablaremos de tus preocupaciones-y sin decir nada más se alejó dejándonos solas.

-¿Qué haces aquí?- pregunté pasando mis manos por sus brazos-¿Cómo has llegado hasta…

-Aemond me sacó de Invernalia-me interrumpió- y ha sido lo mejor que ha podido hacer.

Tiró de mi mano bajo mi atenta mirada y me guió por aquel jardín que parecía conocerse incluso mejor que yo.

-Tienen una biblioteca enorme-agarró el libro que continuaba en el banco y me lo mostró- los mejores vestidos y sedas- suspiró y se acercó más a mí- y aquí no parece importarles ninguno de mis extraños gustos.

-¿Te ha tratado bien?

-¿Te refieres a Aemond?

Asentí.

En su rostro se dibujó una amplia sonrisa.

-Me ha regalado este collar- me señaló con su dedo la joya que adornaba su cuello- siempre que vuelve de algún viaje me trae algo y…

La miré esperando a que continuara, pero ella levantó la mano y saludó a alguien detrás de mí.

-Y me deja estar con quién yo desee.

Me giré y comprendí a qué se refería de inmediato cuando otra chica de pelo dorado levantó la mano y esbozó una sonrisa en la lejanía.

-Me alegra saber que se ha portado bien contigo…-susurré.

Su mirada llena de entusiasmo se clavó en la mía y agarró mis manos mordiéndose el labio.

-¿No vas a preguntarme dónde está?

Negué con la cabeza.

-No me interesa en absoluto…

Yara sonrió y volvió a tirar de mi mano.

-En ese caso te llevaré a conocer mis aposentos, están justo en frente de los de Aemond, porque le aterroriza que me pase algo y él no se entere -soltó una carcajada divertida, como si le hubiese cogido el suficiente cariño a Aemond  para hablar de él como si se tratase de su hermano mayor- pero no debes preocuparte porque él no se encuentra en el castillo.

Entramos en el interior y subimos las escaleras mientras decenas de recuerdos me pasaban por la mente. Decenas de recuerdos donde mis sentimientos hacia él no hacía otra cosa que crecer.

-¿Me estás escuchando?

Yara agitó su mano en frente de mi.

-Si, si…-mentí.

-Me dijo que sería mi acompañante en el baile de esta noche-abrió la puerta de sus aposentos y levantó los brazos con orgullo- y como ves mi habitación es incluso más grande que la de Invernalia.

-Ya veo…-susurré feliz de verla tan contenta.

-¿Has venido con Daemon?- preguntó girándose de golpe para mirarme.

Asentí.

-¿No es extraño que otro hombre sea tu acompañante cuando tu esposo también se encuentra en esa fiesta?

-Aemond pronto dejará de ser mi esposo-aclaré con incomodidad- mientras tanto no le debo ningún tipo de respeto.

Pero para mi sorpresa, Yara soltó una sonora carcajada.

-¿Me tomas por una idiota?- preguntó poniendo los ojos en blanco- soy tu hermana, no hay ser en todo Poniente que te conozca mejor que yo.

-¿Qué quieres decir con eso?- pregunté cruzándome de brazos.

-Romantizas mucho las relaciones, siempre has esperado tener un esposo para amarle, para entregarte a él, para darle hijos…¿Crees que de verdad voy a creerme que Aemond no significa nada para ti y que tú corazón lo tiene Daemon?

La loba y el dragón// (Aemond Targaryen)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora