-¿Desayunas sola?- preguntó Daeron entrando en el comedor.
Asentí.
-El silencio es algo a lo que me he acostumbrado-contesté.
Él me sonrió y caminó hasta sentarse en frente de mí, con unas terribles ojeras bajo sus ojos que evidenciaban su falta de descanso.
-Al final has vuelto a la Fortaleza Roja…-susurré viendo cómo él entrelazaba sus dedos y bostezaba.
-Es mi hija- se encogió de hombros- es su cumpleaños y siempre esa pequeña será lo que me unirá a este castillo.
-Me pareció conmovedora la escena de ayer- comenté con sinceridad- ojalá todos los hombres se comprometieran tanto con sus hijos.
Él me sonrió dejando que la sirvienta posara su desayuno sobre la mesa, y solo entonces volvió a mirarme.
-Ya he visto que a ti no te va tan bien con mi hermano- se metió un trozo de bacon a la boca.
Agaché la cabeza.
-Pero, ¿Daemon?- puso los ojos en blanco- podrías al menos elegir a alguien más acorde contigo.
Fruncí el ceño.
-¿Estás coqueteando conmigo?
Daeron soltó una carcajada casi atragantandose con la comida.
-Que los dioses me libren de Aemond- puso los ojos en blanco con una sonrisa en el rostro- me mataría antes de que llegara a ponerte una mano encima.
-Y entonces, ¿Por qué lo dices?
-Me muevo por todas partes y he ido a Harrenhal- me miró desde el rabillo del ojo sin dejar de comer- sé de sobra que Daemon está con una Dorniense que vive junto a él en el mismo castillo.
Esquivé su mirada.
-Así que me genera algo de curiosidad que hubieras esperado a la fiesta de anoche para besarle- hizo una mueca- no es que quiera meterme en tu vida, pero besarle delante de todo el mundo conscientes ellos de que eres la esposa del príncipe no es algo que se pueda pasar por alto.
Me mordí el labio intentando procesar toda la información. Sintiéndome realmente mal con sus palabras tan directas.
-El amor tiene muchas formas, niveles y manifestaciones, pero creo que vas por el camino equivocado, creo que así solo conseguirás que deje de quererte.
Intenté aguantar el nudo de mi garganta, intenté centrarme en los huevos revueltos de mi plato y en el ritmo de mis pulsaciones para no derramar ni una lágrima.
Hacía todo esto para que Aemond me concediera la anulación, ¿No era así? Entonces..¿Por qué me preocupaba tanto que me dejara de querer?
-Ya veo…-musitó- estás enamorada de él, es más que evidente- corrió la silla hacia mí - ¿Quieres un consejo? Si no le dices nada de lo que sientes realmente, si no eres honesta y le hablas con la verdad, llegará un día en el que te arrepientas de no haber vivido este amor.
Le miré cuando una lágrima resbaló por mi mejilla.
-Pero si por el contrario, estás cansada de esto, pues eres libre para irte, sé que Lyanna te acabará dando la anulación tarde o temprano, pero no le vuelvas a montar escenitas como la de anoche porque su paciencia es casi nula y aún no conoces hasta donde puede llegar.
Me levanté de golpe y le miré con la respiración agitada y las mejillas rojizas.
-Pensé que os odiabais…dije en un hilo de voz intentando deshacerme del nudo de mi garganta.
-Nos mataremos alguna vez, pero mientras tanto continúa siendo mi hermano- sonrió con tristeza- espero que no se te ocurra decirle que velo por sus intereses.
Me limpié una lágrima y sonreí.
Sin decirle nada más caminé decidida saliendo del comedor. Me sentía realmente mal, mis pulsaciones estaban aceleradas.
Siempre se cree que las mujeres somos débiles, e incluso se espera que nos rompamos antes, sin embargo, yo no me consideraba así, no desfallecia aunque a veces parecía no poder aguantar más. No me doblegaba y no me detenía para conseguir lo que realmente quería. Pero mientras caminaba por el pasillo decidida a hablar con Aemond e intentar solucionar las cosas, escuché un grito que desvío inevitablemente mis pasos hacia la cocina.
¿Qué era lo que pasaba?
Y ojalá no hubiera escuchado ese grito, ojalá hubiera seguido mis pasos hacia los aposentos de Aemond, porque cuando abrí la puerta de esa cocina y vi un cuerpo oculto tras la encimera mi corazón se aceleró.
Por el calzado supuse de inmediato que aquella chica que yacía en el suelo era una de las sirvientas. Pero en vez de avisar a alguien, entré en la cocina para ver si aquella chica se encontraba bien, y justo cuando la puerta se cerró sentí el filo de una daga rozar mi nuca y un brazo masculino rodear mi cuello impidiendome respirar.
-¡¿Quién eres?!- grité asustada.
-Vamos a caminar lentamente hacia la puerta trasera de la cocina…-susurró provocando que las lágrimas se agolparan en mis ojos- si emites un solo sonido te clavaré la daga.
Asentí asustada dejando que me guiara, sabiendo que no iba a ser capaz de hacer ningún movimiento porque todo mi cuerpo se había congelado.
Recé para que Aemond apareciese por algún lado y me sacase de allí, pero nada de eso sucedió, nadie acudió en mi ayuda y yo desaparecí junto a aquel hombre misterioso sin poder hacer absolutamente nada para evitarlo.
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La loba y el dragón// (Aemond Targaryen)
RomanceII parte de "La chica del antifaz" FANFIC House of the dragon