Cincuenta y cuatro

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AEMOND

Toqué con los nudillos la puerta de los aposentos de Helena y abrí cuando escuché su voz.

-Deberías ir a ver a Daeron ahora que…

Y me quedé quieto tras cerrar la puerta a mis espaldas.

-Oh, Aemond, no actúes como si nunca me hubieras visto desnuda- comentó Helena sonriendo desde su bañera- conoces mi cuerpo mejor que cualquier otro.

Me aclaré la garganta.

-Daeron a despertado, sólo venía a avisarte.

Me giré acercándome de nuevo a la puerta.

-Espera.

-Helena, no, sabes de sobra que esto…

La escuché salir del agua y puse la mano en el pomo de la puerta dispuesto a irme.

-¿Te acuerdas de la primera vez que nos acostamos?-preguntó detrás de mí- justo después de que madre me obligara a casarme con Aegon.

Me giré para mirarla sin comprender qué era lo que buscaba con todo eso.

-¿Qué pretendes, Helena?- pregunté con enfado- creo que te dejé bien claro que lo nuestro ya se había acabado.

-Pretendo que no te vayas del castillo- dijo viendo con decepción cómo yo me quitaba mi camisa para entregársela- pretendo hacerte recordar lo bien que la pasábamos juntos.

-¿Y crees que así me convencerás?¿Poniendo en peligro mi matrimonio?

Vi como agarraba de mala gana mi camisa y sus ojos se llenaban de lágrimas.

-No voy a faltarle el respeto a mi esposa-terminé de decir decepcionado con su actitud.

-Tu esposa debí haber sido yo- lloró con rabia dándome la espalda- no esa norteña asalvajada que no hace más que darte dolores de cabeza- se puso con rapidez la camisa- además, ni siquiera podrá darte hijos.

Fruncí el ceño y a grandes zancadas caminé hacia ella empujándola contra una de las paredes. Conocía a Helena mejor que nadie, sabía que nunca hablaba por hablar.

-¿Qué has hecho?- pregunté directamente.

-Mezclé flor de tanaceto, menta, ajenjo, un poco de miel y una gota de menta poleo- sonrió desviando la vista hacia mis labios-¿Sabes lo que significa eso?

Puso los ojos en blanco al ver mi rostro desencajado.

-He estado encargando que le den té todas las mañanas, un delicioso té abortivo.

Escucharla pronunciar aquellas palabras hirvió por completo mi sangre, y con la mente nublada la agarré del cuello presionando con fuerza.

-¿Me estás queriendo decir que Sophie no ha podido quedarse en cinta por tu culpa?-la estampé de nuevo contra la pared lleno de rabia-¿No te has parado a pensar en mí ni por un instante?

Ella me miró con el rostro enrojecido, intentando deshacerse de mi mano.

-Ya es demasiado tarde para ar….

La solté viendo cómo tosía con fuerza intentando recobrar el aliento.

-Lleva tanto de ese té dentro de su cuerpo que dudo que alguna vez pueda tener hijos- se echó hacia atrás cuando volví a mirarla- piensa en todo, Aemond, conmigo ya tienes hijos a los que criar y convertir en personas de bien en un futuro.

-Callate…-susurré.

-Ella no te dará eso, no tendrás una familia ni…

-¡Callate!- grité de nuevo-¡Calla de una maldita vez!

La miré por última vez lleno de rabia, cegado completamente por la ira, sabiendo que si me quedaba allí acabaría matando a Helena con mis propias manos.

-Si te vas has de saber que no pararé, Aemond, seguiré haciendo cosas para que esa chica sea infeliz de por vida- me miró con semblante serio- da igual a donde la lleves.

-¿Me estás amenazando?- pregunté con la respiración ya descontrolada- ¿me acabas de decir que mi esposa jamás podrá tener hijos y encima me amenazas?

-Te advierto, simplemente eso, Aemond…-sé cruzó de brazos con su mirada clavada en la mía- no quiero ni que la violen, ni que la secuestren ni que..

-¿Todo esto para que anule mi matrimonio con ella?-pregunté incapaz de reconocer a la Helena que tenía en frente.

-Me conformo con que la mandes a Invernalia y tú te quedes aquí-contestó- conmigo, como antes de todo.

-¿Vas a obligarme a permanecer junto a ti?- caminé de nuevo hacia ella-¿Ese es el amor que supuestamente me tienes?

-El amor que supuestamente te tengo es el que no me deja enviar a alguien a matarla-contestó sin apartar su mirada de la mía.

La loba y el dragón// (Aemond Targaryen)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora