Veintiuno

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Pasó una luna después de aquella noche en la que Aemond me dejó claro los puntos que no podíamos pasar en nuestro matrimonio. En ese tiempo estuve sola en el castillo, no había nadie que me acompañara en mis comidas ni alguien que distrajera mi mente en absoluto.

Así que comencé a centrarme en leer sentada en la orilla de la playa mientras las olas mojaban mis pies. 

Habían pasado tantos días que había logrado acostumbrarme al silencio acompañado de alguna que otra gaviota. 

Pero ese día todo fue muy diferente, ese día salí como de costumbre a leer un libro cualquiera intentando distraer mi cabeza, dejando que de nuevo mis pies descalzos fueran mojados por el agua salada del mar, cuando un enorme dragón aterrizó sobre la playa sobresaltandome.

Me puse rápidamente de pie con el corazón acelerado.

-No esperaba encontrar a nadie por aquí- Daeron bajó de su dragón y con una sonrisa amigable caminó hacia mí-¿Tú no eras la hija de Cregan Stark?

Asentí sin pronunciar palabra.

-¿Puedo saber qué haces en el hogar de mis antepasados?

-Soy…- me resultaba extraño pronunciar aquellas palabras- soy la esposa de Aemond Targaryen.

El rostro de Daeron palideció.

-Tranquilo..-dije- él no está aquí.

Daeron me miró durante un instante, dándome un repaso con la mirada mientras sus labios formaban de nuevo una sonrisa.

-¿Mi hermano casado?- río- ¿Que has debido de hacerle para que dé el paso?

-Nada- le seguí cuando le vi comenzar a caminar hacia las escaleras de piedra que conducían al castillo-¿Tienes hambre?- pregunté feliz de hablar con un humano- he hecho pastel de carne por si quieres probarlo.

-No tengo mucho tiempo, y menos ahora que sé que mi hermano puede aparecer en cualquier momento, pero jamás me negaría a un buen plato de comida.

Sonreí entusiasmada y le adelanté corriendo por las escaleras.

-¿Aemond suele dejarte sola?-preguntó cuando entramos dentro del castillo.

-Hace una luna o incluso algo más que no le veo-contesté dirigiéndome hacia la cocina- como comprenderás ya estaba harta de..

Me quedé en silencio y abrí la puerta de la cocina girandome de nuevo para mirarle.

-¿Por qué Aemond te busca con tanto interés?

Daeron sujetó la puerta con una de sus manos y se apoyó en el marco cruzándose de brazos.

-Quiere que vuelva a la Fortaleza Roja- contestó.

Le miré con atención dejándole el plato encima de la mesa, viendo cómo él se acercaba lentamente sin apartar su mirada de la mía.

-Casi me vuelvo loca aquí- comenté apoyándome en la encimera mientras él se acomodaba en una de las sillas dispuesto a comer- llevo tanto tiempo queriendo hablar con alguien que casi enloquezco.

-¿Esto lo has hecho tú?-preguntó.

Asentí.

-Quién más sino, estoy completamente sola.

Y en ese momento me arrepentí de haber pronunciado aquellas palabras. ¿Y si no era buena persona y sus intenciones eran malas? ¿Qué hacía dándole tanta información?

-Es el pastel de carne más rico que he probado en mi vida- comentó.

Sonreí olvidándome de mis preocupaciones.

-¿Verdad que sí?

Dejé atrás la encimera y me senté en frente de él.

-He estado practicando mucho, al principio no me gustaba nada el resultado ni…

-Uau- sonrió- eres demasiado habladora para que Aemond te haya escogido como esposa.

Me quedé en silencio avergonzada.

-Perdón..-susurré.

-Por mi no te cortes- dijo llevándose la comida a la boca- no todos los días una mujer tan bella le presta tanta atención a uno.

Agaché la cabeza con timidez. ¿Había dicho bella?

-Y ya veo que el idiota de mi hermano ni siquiera te trata como te mereces- hizo una mueca con la boca llena.

-Es amable- le defendí.

-¿Eso es lo único que puedes decirme sobre tu esposo?- soltó una carcajada apoyando sus codos en la mesa- ya veo que Aemond carece de más cualidades de las que yo pensaba.

-Prefiero hablar de cualquier otro tema…-susurré.

-Podemos hablar del libro que aún no has soltado de tu mano- me señaló con la cuchara el libro que había decidido llevarme a la playa-¿Puedo saber de qué habla?

-De un romance prohibido- sonreí- aunque tengo esperanzas de que acaben juntos.

Daeron puso los ojos en blanco soltando la cuchara y llevándose las manos al rostro.

-Parece la historia de mi vida-confesó- aunque el mío continúa siendo prohibido.

-¿Es doloroso?- pregunté.

-Aún no me cicatriza- contestó- y he buscado reemplazar ese amor con otro tipo de intereses más...

-¿Otro tipo de intereses?- fruncí el ceño provocando su risa con la que casi se atraganta.

-Cada vez me decepciona más Aemond- dijo- pero tranquila, no seré yo el que rompa la inocencia que aún hay en tu cabecita.

Le miré con atención, pero de golpe aparté la mirada cuando escuché unos pasos procedentes del pasillo.

-Me habías dicho que estabas sola…-susurró Daeron alarmado.

-Estaba sola.

Y cuando Aemond abrió la puerta de la cocina sabía que aquello no acabaría bien para ninguno.

La loba y el dragón// (Aemond Targaryen)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora