Sesenta y nueve

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DAERON

Miré hacia el techo y resoplé cuando escuché la puerta abrirse.

-Sabía que no encontrarías…

Pero cuando mis ojos se posaron en la puerta, me quedé completamente en silencio.

-Lleva la parte trasera de su vestido desatada- Aemond cerró la puerta a sus espaldas y me miró con frialdad- te dije que no te aprovecharas de su vulnerabilidad.

-No lo hago-mentí.

-Ha salido de la habitación a por un vaso de agua- su mirada aún continuaba fija en mi- la conozco mejor que nadie en este mundo y eso en ella significa incomodidad.

Con fuerza me lanzó su bastón.

-No la obligo a hacer nada- esquivé el bastón como pude poniéndome de pie- es más, ya no debería ni importarte, al fin y al cabo tú fuiste el que la lanzaste a mis brazos.

-No pienses que por estar cojo no puedo matarte ahora mismo…-murmuró entre dientes- la dejé a tu cuidado, solamente eso.

-Deberías volver con Alys antes de que eche en falta tu compañía- dije caminando hacia él- yo me encargaré del cuidado de Sophie.

Nos miramos desafiantes. ¿Quien diablos se creía para ahora reclamarme algo?¿Acaso no era eso lo que él quería?

Y entonces la puerta se abrió, y Sophie con la mano repleta de pasteles de limón nos miró avergonzada.

-¿Interrumpo algo?

Y para mí sorpresa, me irritó la mirada que Aemond le dedicó a la que era mi esposa.

MI ESPOSA.

La miró con ternura, como si deseara ir hacia ella y abrazarla, casi queriendo decirle algo, pero entonces giró su cabeza para mirarme a mí.

-Si, justo Daeron me estaba comentando que echaba de menos pasar la noche junto a su hermano, como cuando aún teníamos cinco años- puso el ojo en blanco apoyándose en la pared- espero que no te importe que tu esposo esta noche no duerma junto a ti.

Ella desvió la vista hacia mi algo confusa.

-Si lo prefieres me puedo quedar-dije con enfado.

¿Qué era lo que buscaba Aemond?¿Estropear la noche que tenía pensado pasar junto a ella?

-Puedes ir-contestó Sophie- por una noche que pasemos separados no creo que pierda el sueño.

-Pues ya la has escuchado, Daeron, vámonos de aquí.

Recogí mi camisa y salí de la habitación sin dignarme a mirarle, más enfadado de lo que deseaba estar realmente.

-No vuelvas a ponerle una mano encima a mi esposa o te cortaré la mano- Aemond me apuntó de nuevo con su bastón- y créeme, tengo unas terribles ganas de descargar mi ira contra alguien.

-¿Y qué diablos pretendes que haga?

-Comprendo que pueda gustarte, que la veas deseable, porque lo es, pero si tanto te afecta entonces no compartas habitación con ella, buscate otro lugar para dormir.

Y sin decirme nada más comenzó a caminar, apoyado en su bastón que no hacía más que mostrarle débil.

¿Por qué debía temerle? 

Yo tenía a la chica, yo era su esposo y él sería fácil de quitar del medio si intentaba entrometerse en mi relación.

La loba y el dragón// (Aemond Targaryen)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora