Veinte

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Para mí sorpresa, Aemond decidió sobrevolar Rocadragón y volver a aterrizar en su playa.

Bajó sin hablarme y comenzó a caminar bajo mi atenta mirada.

-¡¿No vas a decirme nada?!- grité siguiendole.

Pero fue mala idea provocarle en aquel momento, porque se dio la vuelta y caminó hacia mí con enfado.

-¡¿Quieres que hablemos?!-gritó acorralandome entre el dragón y él-¡He accedido a casarme contigo solo porque el estúpido de tu padre a nombrado a Lyanna!

Su ojo estaba inyectado en sangre y su cuerpo me intimidaba más que nunca. ¿Iba a golpearme?

-Yo no tengo la culpa de eso-sollocé.

-¡Tienes la culpa de todo!-gritó mientras yo le miraba atemorizada-¡Maldigo el día en el que decidí sacarte de aquel burdel!

Me miró con desprecio y para mí asombro me agarró del rostro atrayéndome hacia él causandome más miedo del que había sentido jamás en mi vida.

-¡¿Cómo le explico a Helena esto?!

Me miró aún repleto de rabia y me soltó cuando vió mi rostro repleto de lágrimas.

-Prepárate, porque está noche voy a reclamar todos mis derechos como esposo y prometo no tener piedad alguna.

Tras decir esas palabras, se giró y caminó apresuradamente mientras a mi me temblaba todo el cuerpo.

Caí al suelo incapaz de entender que había pasado para que todo se torciese tanto y me apoyé en una de las patas del dragón con un miedo que recorría cada ápice de mi ser.

Yo no le había obligado a casarse conmigo, yo no quería estar casada con alguien que me despreciara de aquella manera.

Cerré los ojos dolida sintiendo como mi pecho se oprimía y comenzaba a faltarme el aire. Solté un grito llena de rabia y desvíe la vista hacia las escaleras por donde había ya desaparecido Ameond.

Si ese desgraciado pensaba que iba a poder ponerme una mano encima y salir ileso, yo me iba a encargar de hacerle ver todo lo contrario.




Pasó bastante tiempo en el que permanecí fuera hasta que Aemond volvió a bajar las dichosas escaleras y dirigirse hacia mi

-¿No vas a entrar?-preguntó- aquí hace mucho frío.

Pero cuando vió que no contesté soltó un resoplido.

-No puedes quedarte fuera,Sophie, me da igual lo demás, vas a entrar dentro del castillo.

-¿Para qué quieres que entre dentro?- pregunté girandome y fulminandole con la mirada- subestimas que soy capaz de hacer por defenderme.

Aemond me miró detenidamente y al final optó por sentarse en la arena, dejando un espacio considerable entre los dos.

-¿Crees que sentarte fuera evitaría que te tomaste a la fuerza si esa fuera mi voluntad?- negó con la cabeza y se cruzó de brazos con enfado- ¿Crees que alguien te escucharía gritar o que alguien vendría a rescatarte?

Me miró desde el rabillo del ojo mientras yo continuaba atenta a sus palabras.

-Lo que te he dicho antes era solo….-sé humedeció los labios y agachó la cabeza- estaba enfadado con la situación.

-¿Estabas?

-No estaba entre mis prioridades convertir a nadie en mi esposa- contestó con sinceridad- ni siquiera a Helena.

-¿Eso es porque estás enamorado de Lyanna?

Mi pregunta pareció sorprenderle porque inmediatamente levantó la vista y me miró fijamente a los ojos.

-No estoy enamorado de Lyanna, es más, jamás he estado enamorado de nadie..-suspiró- por Lyanna sólo siento admiración, cariño sincero y puede que algo de atracción, eso no voy a negarlo, pero amor no he sentido jamás por nadie.

-El amor debe ser la sensación más bonita de este mundo..-murmuré- aunque ahora ya no vayamos a experimentarla.

Él me miró y se puso de nuevo de pie ofreciéndome su mano.

-Mejor así-dijo con seriedad- el amor solo da quebraderos de cabeza.

Acepté su mano aún asustada y me puse de pie.

-¿Qué les dirás a todos?- pregunté.

-Eso es lo que más me preocupa…-contestó comenzando a caminar- yo sé que Helena esperaba que si algún día yo decidiera casarme iba a ser con ella, y ahora no sé qué decirle..

-Puedes estar casado conmigo y continuar la vida que tenías con ella- me encogí de hombros siguiéndole- nadie te lo impide.

-¿Acabamos de casarnos y ya quieres que te sea infiel?- me miró de reojo y suspiró- supongo que hablaré con Lyanna para que me ceda Rocadragón y entonces tú…

-Viviré aquí sola…

Él asintió.

-No tendrás hijos ni estarás jamás con un hombre, pero al menos no sufrirás ni la mitad de lo que ibas a sufrir con Borros Baratheon.

-Me parece un triste final para mi- murmuré.

Pero él no contestó, se limitó a entrar dentro del castillo y dirigirse hacia las escaleras que conducían a los aposentos.

-¿Puedo saber al menos qué fue lo que hablaste con mi padre para que al final aceptaras casarte conmigo sabiendo que tú y yo no habíamos hecho nada?- pregunté siguiéndole- mi padre dijo que tú ibas a hacerte cargo de nuestras acciones pero yo aún mantengo mi virtud intacta, tu jamás has intentado nada conmigo y…

-Cedi porque tu padre me dijo que te llevaría con las hermanas silenciosas- abrió la puerta de los aposentos que había ocupado la última vez y por primera vez en aquella noche me sonrió con tristeza- y con lo que te gusta hablar a ti estaba seguro de que acabarías suicidandote si llegabas a pisar aquel lugar.

Escucharle decir aquello hizo que soltara una sonora carcajada.

-Ahora ya no importa cuáles fueran los motivos que me hicieron ceder- se aclaró la garganta y dió un paso dentro de aquella habitación- lo que sí me importa es que dejemos claros algunos puntos de este matrimonio.

Le miré con atención sintiéndome extraña cuando pronunciaba aquellas palabras.

-A partir de este día tengo que ser conocedor de todo lo que haces- me miró con semblante serio- no podrás estar con otro hombre ni faltarme al respeto de ninguna forma,¿Lo has entendido?

-¿Y tú?

Aemond esbozó una ligera sonrisa que ocultó rápidamente.

-Te seré fiel-contestó.

-Pero no vamos a….

-Te seré fiel-repitió interrumpiendome- terminaré todo lo que tenga con Helena, pero aún así yo viviré en Desembarco del Rey, soy la mano de la reina así que no puedo olvidarme de mis obligaciones.

Abrí la boca dispuesta a hablar, pero él volvió a interrumpirme.

-Vendre de vez en cuando a verte- caminó hacia la cama y se sentó sin dejar de mirarme, con algo de cansancio reflejado en el rostro- pero no pasaré ninguna noche en este castillo.

-¿Por qué?- pregunté frunciendo el ceño.

-Soy hombre, Sophie, ¿De verdad necesito explicarte como estaré si no toco a una mujer en años?

Su respuesta me ruborizó obligándome a apartar la mirada de él.

-Te prepararé pastel de limón cuando vengas-desvié el tema con timidez.

Levanté la vista justo a tiempo para ver cómo me miraba.

-Me encanta el pastel de limón..-sonrió haciendo que el corazón me diera un vuelco.


La loba y el dragón// (Aemond Targaryen)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora