Veintinueve

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Aemond me miró a los ojos y pasó su dedo por mi mejilla adolorida.

-Dime dónde has estado…-susurró- dímelo antes de que entre a ese castillo y busque al que le puso una mano encima a mi esposa.

-Quiero salir de aquí-dije aún entre lágrimas- por favor no quiero que continúen empeorando las cosas.

Él cogió aire desviando la vista hacia el castillo, con evidentes ganas de entrar y descargar toda su rabia, pero lejos de hacer eso, se hizo a un lado y dejó que yo agarrara las cuerdas del dragón y subiera sin ninguna dificultad. Después, lo hizo él y alzó el vuelo con su dragón sin rumbo fijo.

Yo en cambio, simplemente saboree el momento de abrazarle por la espalda y dejar que la brisa se encargara de secar mis lágrimas.

Pero para mi sorpresa, no fuimos a parar muy lejos, en poco tiempo llegamos a una extraña cabaña cerca de un acantilado.

-Aquí estaremos solos-comentó Aemond bajando del dragón para así ofrecerme su mano que acepté de inmediato.

-¿Crees que deberíamos continuar casados?

Mi pregunta le sorprendió tanto que soltó mi mano y me miró fijamente sin dignarse siquiera a contestar.

-Lyanna me ha prohibido estar en la Fortaleza Roja y…

-¿No quieres seguir casada?- preguntó con seriedad.

Le miré sin saber muy bien qué contestar. 

Aemond dió un paso hacia mí y se humedeció los labios con nerviosismo.

-Eres mía, Sophie, puedes correr, intentar escapar de mi, o anular nuestro matrimonio, eso no cambiará el hecho de que eres solo y exclusivamente mía- dio otro pasó más hacia mí- vivirás donde viva yo, te sentaras en la misma mesa que yo, y por las noches calentarás mi cama porque- posó su dedo en mi frente dándome pequeños golpecitos- metelo bien en la cabeza, eres mía Sophie Stark.

Nuestras miradas se cruzaron, y sin poder contenerme me acerqué lo suficiente para besarlo.

Aquel hombre besaba como los mismísimos ángeles, me acariciaba la nuca con su mano y con la otra que se encontraba en mi cintura tiraba de mí hacia el interior de la cabaña.

Y por primera vez me sentí conectada a algo. A alguien que no parecía importarle mi personalidad impulsiva y egoísta.

Abrió la puerta de la cabaña y me levantó del suelo ligeramente consiguiendo sacarme una sonrisa.

-¿Puedo saber qué haces?- pregunté viendo cómo conducía sus manos hacia los cordones de mi vestido.

-Intento desnudar a mi esposa..-susurró a escasos centímetros de mi boca- ¿Acaso no es obvio?

Sonreí avergonzada y me alejé de él soltando una risa nerviosa viendo cómo me miraba con evidente deseo.

-No lo harás-huí de él caminando hacia el enorme cristal que ocupaba la pared.

Aemond me sonrió y se mordió el labio deshaciéndose de su camisa bajo mi atenta mirada que nerviosa repasaba cada parte de su cuerpo.

-¿Quieres jugar?- preguntó divertido- si llego hacia ti haré lo que se me plazca como victoria.

Reí divertida olvidándome por un momento de mis preocupaciones.

-Si no me agarras me llevarás a Invernalia a ver a mi familia.

La sonrisa de su rostro se esfumó.

-¿Hablabas en serio con lo de anular nuestro matrimonio?

-Solo quiero ver a mi familia…-contesté caminando de nuevo hacia él- necesito hablar con Yara y ver qué se encuentra bien.

Me puse de puntillas y junté mi frente con las suya.

-Lo siento-dijo desviando la vista hacia mis labios- prometí no volver al norte.

-Pero yo necesito…

-¿Que pensará tu padre o tú hermano si te ven llegar con el rostro así?- me interrumpió- pensaran que te he puesto una mano encima y..

-Y no harán nada- mis ojos volvieron a llenarse de lágrimas- nunca les importó,¿ Porque iba a importarles ahora?

-No voy a llevarte al Norte- repitió apartándose de mí mientras recogía su camisa del suelo- no volverás a ese lugar jamás.

Le miré con enfado y caminé hacia él.

-¿Acaso no tengo derecho a ver a mi familia?- le propiné un empujón-¿Tú puedes ver a los tuyos y yo a los míos no?

-No quiero discutir, Sophie- levantó las manos- así que no me provoques,porque hoy no es un buen día para mí.

-Oh…-susurré elevando una ceja con enfado-¿Hoy no ha sido un buen día para ti?¿Acaso te han secuestrado e intentado matar para hacer sufrir así a tu esposo?

Aemond frunció el ceño.

-Aún así, solo una de esas cosas tan horribles se me quedaron grabadas en la mente, por eso debo hacerte una pregunta y espero que me contestes con sinceridad- me acerqué de nuevo a él y pasé mis manos por su pecho aún desnudo notando como tensaba todo su cuerpo a mi contacto.

-¿Por qué decidiste casarte conmigo?

Aemond bajó las manos y disimuló una evidente sonrisa.

-Ya te dije que tú padre me amenazó con..

-Dime la verdad- le empujé haciéndole caer de espaldas sobre la cama- dime porqué me tomaste como esposa.

-¿Buscas saber la verdad?- preguntó alzando una ceja- te decepcionará saber que no fue amor lo que me empujó a hacerlo.

Le miré con atención, algo decepcionada al escucharle decir aquello.

-Lo hice para que tu padre no te obligara a casarte con otro señor de Poniente que solo te maltartaria-tragó saliva y apoyó sus codos en la cama dejándome admirar su torso tonificado- pensé que conmigo al menos serías libre de elegir el destino que más te agradase.

-¿Puedo elegir el destino que más me agrade?- fruncí el ceño sintiendo como lentamente los latidos de mi corazón iban en aumento.

-Si en tu destino continuo estando yo, entonces sí- sonrió.

Puse los ojos en blanco y caminando me remangue el vestido sentándome encima de él.

-No estarás en mi destino si continúas diciéndome qué no puedo ir a ver a mi familia-dije- además, si voy sola puedo arreglarmelas muy bien.

-Tienes tendencia a meterte en problemas y yo a rescatarte de ellos, por eso mismo jamás te dejaría irte sin mi.

Pasó su mano por mi cintura y se incorporó para quedar a pocos centímetros de mi.

-Además, ¿Qué haría yo aquí si no estuvieras tú?

Me sonrojé escuchando sus palabras mientras él rozaba sus labios contra mi cuello.

-Pues entonces vente conmigo…-susurré cerrando los ojos y apretando mis manos contra sus brazos- por favor, Aemond.

Deslizó sus dedos por los cordones de mi vestido y los desató sin contestar a mis palabras mientras depositaba tiernos besos en mi cuello.

-Aemond…-susurré.

-Shhhh…

Me giró sobre la cama para quedar encima de mí y esbozó una amplia sonrisa.

-Aemond, por favor- uni las cejas mirándole con desesperación- déjame ir y te lo recompensaré.

Sólo entonces soltó una sonora carcajada.

-¿Estás tentando al diablo?

Sonreí.

-Oh, eso sería totalmente inapropiado y temeroso por mi parte, ¿no cree?, mi príncipe.

La sonrisa en el rostro de Aemond se ensanchó mientras una de sus manos rozaba mi pierna y subía por mi muslo provocando que yo cerrara los ojos.

-Y eso es lo que más me gusta de ti…-susurró rozando sus labios contra los míos- intentas aparentar no temerle al mismísimo diablo y sin embargo noto como tus piernas tiemblan cada vez que te tengo cerca.

La loba y el dragón// (Aemond Targaryen)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora