Setenta y siete

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Me desperté con un terrible dolor de cabeza y me incorporé observando mi alrededor. 

Lo último que recordaba era la conversación con Aegon y como me había…

Un momento..

¿ESTABA EN ROCA CASTERLY?

Tragué saliva poniéndome de pie al ver el emblema de los Lannister sobre la chimenea.

Sentí como mis piernas comenzaban a temblar y como todo me daba vueltas.

¿Cuánto tiempo había estado inconsciente?

Mi mirada rápidamente se posó en la puerta cuando se abrió y un hombre anciano que supuse que era el gran maestre me miró esbozando una sonrisa.

-Gracias a los dioses que ya ha despertado, princesa.

Fruncí el ceño con enfado y caminando hacia él le hice a un lado saliendo al pasillo.

-Espere- me siguió por detrás- su esposo ha dado la orden de…

-¿Dónde está?- me giré de golpe, con una rabia que recorría cada ápice de mi ser.

-Ahora mismo no se encuentra en…

-Perfecto- le interrumpí- dile de mi parte que puede irse al diablo.

Caminé apresuradamente buscando las escaleras y giré a la izquierda hasta que logré hallarlas al final del pasillo.

-Gracias a los dioses..-susurré para mí misma.

Con rapidez, intentando no ser vista por nadie, bajé los escalones, pero frené de golpe al escuchar el grito ahogado de un hombre en la entrada de aquel castillo.

-Princesa, recapacite, vuelva a sus aposentos antes de que…-el gran maestre intentó recuperar el aliento tras seguirme- su esposo me torturará si cree que yo la ayudé a salir.

Tragué saliva ignorandole, y salí al exterior dejando que mis ojos se posaran en un hombre ensangrentado en el suelo que me hizo dar un paso hacia atrás asustada.

-Ayuda…ayudame…

-No la mires a ella, mírame a mi o prolongaré por más tiempo esta tortura.

La voz de Aemond me erizó el vello de todo el cuerpo. Estaba detrás de mí, escuchaba sus pasos, escuchaba como desenvainaba su espada y como mis latidos me obligaron a agachar la mirada.

-Ahora dime..- su voz resonó dentro de mi cuando se posicionó a mi lado- ¿Fuiste tú el que golpeó a mi hermano?

No me miró, ni siquiera parecía importarle mi presencia. Caminó hacia el hombre herido del suelo y espada en mano le apuntó.

-Está herido…-susurré- deberías dejarle.

Vi cómo tensaba la mandíbula al escuchar mis palabras y de un solo movimiento de mano le rebanó el cuello obligándome a apartar la mirada.

-Creo que dejé claro que no quería verla fuera de mis aposentos- giró la cabeza y miró con su único ojo al gran maestre.

-Mi príncipe, yo le advertí a…

-No voy a quedarme aquí, Aemond- le interrumpí.

Y esa fue la primera vez que dejó que su pupila se clavara en la mía. Me había ignorado hasta aquel momento, pero cuando su ojo me miró, algo dentro de mí se removió.

-Vuelve a los aposentos- dijo con sequedad- hazlo, porque si te obligo yo te doy mi palabra de que no te gustará.

-¿Vas a torturarme como lo has hecho con ese pobre hombre?

Pero me asusté realmente cuando guardó su espada y caminó hacia mí agarrándome con fuerza del brazo.

-¡Te guste o no eres mi esposa!- gritó fuera de sí.

Me levantó del suelo dejándome caer sobre su hombro y caminó hacia el interior del castillo mientras yo me revolvía intentando escapar.

-Aemond, Aemond- una mujer que acababa de bajar las escaleras le miró asustada- las cosas no se solucionan así.

Pero él volvió a hacerlo, ignorando a la mujer terminó de caminar por el pasillo y me dejó caer al suelo cuando llegamos a sus aposentos.

-¿Sabes qué debería hacer contigo?- se agachó a mi lado y me agarró con fuerza del rostro mientras las lágrimas se acumulaban en mis ojos.

¿Este era el hombre del que me había enamorado antes de perder todos mis recuerdos? 

-Me ha hablado Aegon del bastardo con el que copulas- su mano me apretó con más fuerza el rostro provocando que ya no pudiera contener más las lágrimas-¿Con él también haces el amor o ahora solo te dedicas a cobrar?

Su rostro me miraba asqueado, como si aquel hombre que tenía enfrente solo guardara rencor en su corazón.

-Como vuelvas a hablarme así…-me quedé en silencio intentando parecer más fuerte de lo que era.

Se puso de pie soltandome y se deshizo de su camisa mientras yo aún en el suelo intentaba alejarme de él. ¿Qué pretendía?¿Iba a abusar de mí?

-No temas, hace poco me casé con Helena y no necesito satisfacerme contigo- lanzó la camisa a una esquina y caminó hacia el armario- pero cuando me canse de ella, vendré,y me enseñarás todo lo que has aprendido durante este tiempo.

-Antes deberás matarme si…

-No me lo pongas fácil, Sophie- cogió una camisa y se giró para mirarme- no me temblará el pulso para hacerlo.

Se puso con rapidez la camisa y caminó hacia la puerta.

-Si tanto me odias déjame marchar..

Pero él se limitó a abrir la puerta y cerrarla de un portazo mientras escuchaba como la cerraba con llave dejándome completamente encarcelada.

La loba y el dragón// (Aemond Targaryen)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora